Stanford no solo elimina palabras «dañinas», también desarrolla por IA absurdas conversaciones entre muertos
Los intereses principales de una de las instituciones educativas históricas de Estados Unidos parecen haber virado, a través de la Inteligencia Artificial, en sentido contrario a la excelencia académica
Hace unos meses la Universidad de Stanford, una de las instituciones históricas más prestigiosas de Estados Unidos y del mundo, se hacía tristemente famosa por elaborar su famoso documento, Iniciativa para la Eliminación del Lenguaje Nocivo, donde, entre otras, prohibía palabras como «adicto», «caballero» o «señorita» por ser «expresiones dañinas».
El centro educativo del que han salido o con el que han estado relacionados 81 premios Nobel parece haber extraviado el camino de la excelencia por el que alcanzó su estatus, después del lanzamiento de otra nueva iniciativa: el dudoso desarrollo de una tecnología de inteligencia artificial por el que han puesto a hablar a Leonardo da Vinci con Marie Curie más allá de los siglos y la vida.
Se trata de Alpaca, un sistema de procesamiento basado en la inteligencia artificial (IA) conocida como GPT-3, la misma que preguntada por Franco decía que era un dictador, mientras que de Fidel Castro aseguraba que fue un gran líder. Ni siquiera pueden adivinarse las posibles aplicaciones infinitas de la Inteligencia Artificial, pero con las conversaciones entre muertos de diferentes épocas tampoco se contaba, no se sabe muy bien con qué utilidad.
En Stanford, como en otras tantas otrora reconocidas universidades, tradicionalmente se estudiaba e investigaba, y ahora da la impresión de que se juega, mayormente a lo que quieren sus poderosas administraciones, en detrimento de los departamentos académicos, supeditados a los deseos burocráticos e ideológicos de aquellas.
Del mismo modo que la lista de palabras para ser eliminadas, el ChatGPT destinado a que los muertos hablen entre sí parece un capricho alejado de cualquier realidad investigadora rigurosa, más allá de la curiosidad, casi una atracción, un juego, con posibilidades científicas y educativas dudosas que tienen en una parte de la «conversación» entre Da Vinci y Curie un ejemplo evidente:
Leonardo: Bueno, voy a trabajar en mi proyecto cuanto antes. Hay algo que no comprendo totalmente, ¿Qué es lo que significa «radiaciones»? ¿Utilizas esta palabra asimismo para los rayos del sol?
Marie: No. Hay dos géneros de radiación: ionizante y no ionizante. Emiten desde diferentes objetos, mas los dos pueden dañar los organismos vivos. La diferencia entre ellos es su frecuencia y energía: las partículas de alta energía llamadas rayos X, los rayos gamma, las partículas beta y las partículas alfa se llaman radiación ionizante pues pueden ocasionar mutaciones en el ADN o aun cáncer. Por otra parte, las partículas de menor energía como las microondas, la luz perceptible, la radiación infrarroja, la radiación ultravioleta y las ondas de radio no pueden hacerlo.
Leonardo: «Entiendo».
¿Entiende Da Vinci el ADN, de 1869?
¿Qué es lo que «entiende» Leonardo da Vinci? ¿Los rayos X, descubiertos en 1895? ¿El ADN, de 1869? ¿Entiende el autor de La Gioconda, nacido en 1452, que son los rayos gamma, descubiertos en 1900, o las ondas de radio, predichas en 1867 y utilizadas en 1897? Ese «Entiendo» tan ridículo es la imagen más aterradora de la tecnología más avanzada puesta en las manos de las mentes más necias que ahora trabajan en Stanford, la universidad de los 81 premios Nobel que ahora se dedica a prohibir palabras como «aborto», para que nadie sepa lo que es, y a jugar con las nuevas y potentes máquinas para desarrollar absurdas «conversaciones» extemporáneas como muestra de la peligrosa infantilidad de los nuevos responsables de los «templos del saber».