Vigésimoprimera de San Isidro
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Uceda Leal cortó una oreja porque antes le concedieron otra insólita a Castella, que resultó herido de gravedad en el sexto, a pesar de las apariencias. Bronca inmerecida a Morante
Vigilante salió cariacontecido y sin mucha demora, lo cual se agradeció tras el capote imposible de Uceda Leal, el torero de la ciudad, imposible no por el madrileño sino porque se metía muy recto, por los adentros del torero. ¡Como para estirarse! Dos puyacines, dos buenos pares de los tres y la muleta. Brevedad casi bendita para la faena que empezó con el toro por los suelos con los muletazos bajos y continuó un momento por el cielo en los derechazos de mando, muñequita linda de Uceda con varias poses de pintura, como en los remates al natural a los que cogió gusto y que fueron perdiendo emoción y se murieron para siempre ahogados en cinco pinchazos y media caída que se llevó al animal en un plis plas de este mundo.
Paraguas en los tendidos y lluvia de verónicas hondas, caladoras, de Morante al segundo de El Torero. Se empapó el toro de capotes en ausencia de caballo a por el que fue al fin, o el picador a él, cabía decir, como silbó el público, alargando la vara como la pierna Sofía Loren en Ayer, Hoy y Mañana. Lo volvió hacer el varilarguero, pasándose de la raya, y luego fue perdiendo el lidiado la poca codicia que tenía. Esperaba y había que traerle, más bien ir. Lo intentó un poquito Morante, agotándole el fondo, dos, tres veces, hasta que ya solo pudo espantarle las moscas de la cara y matarle a la primera, también caída.
Al tercero no había forma de meterle en el caballo. La primera casi se lo encontró entre el bosque de capotes y la segunda el picador tuvo que salirse otra vez de la raya, quien se empleó bien, castigándole por rebelde. Tenía intención la genuflexión acompasada de Castella. Intención y belleza con la que lo intentó por la izquierda. Luego le dio dos muletazos buenos, buenos, por la derecha y volvió con la izquierda, ayudándose por donde no seguía el toro. Le daba aire el francés para ir recuperándole, e insistió Sebastián por ese lado que había visto y que terminó oscuro a pesar de los buenos pases sueltos. Lo mató de un estoconazo hasta la bola que significó una incomprensible oreja concedida ni siquiera por el número de pañuelos mayoritarios.
Los pitones del astifino Salinero parecían candelabros. Lo tomó con decisión Uceda al capote y, sin encomendarse a nadie, se lo pasó ceñido de vértigo inapreciable según qué posición en la plaza. Desde el fondo se vieron cerca del muslo esas antorchas que Uceda se llevó al 6, por el viento, pero ni por esas. La muleta pequeña que de pronto se hizo grande en una tanda de olés. Por la izquierda humilló también en la segunda tanda, sin empaparle, como llevado por ondas de torería, sobre todo en el remate, la guinda. Estupenda y veterana faena del madrileño que lo mató pronto (y bien), acortando la faena para dejar el buen recuerdo de los grandes y breves, justos, pases que supusieron una oreja como para no concederla después de la anterior.
No parecía querer moverse Morante con el capote hasta que lo remató en el mismísimo peto (a la distancia justa) con su bata de cola. La bronca monumental se la llevó el picador, que se enceló como el toro, poniéndose a su altura, a pesar de que estaba por encima. Cualquier debilidad del toro ya era una pared para Morante llena de grafitis del 7. Se caía Remero, ya parado también. Lo intentó el sevillano a media altura, para mantenerlo en pie, pero ya estaba todo frío y estropeado como el clima isidril, el climatológico y el ambiental.
La lidia del sexto hizo pensar en la posibilidad de una segunda Puerta Grande consecutiva de Castella en una plaza que se vino arriba con el picador y los banderilleros. Pero había que hacerle la faena, lo cual no era tampoco demasiado en los tendidos que ya tenían a medio cortar la segunda oreja. A pesar de ello no se puso del todo delante, para lucir, del toro que se le adelantaba hasta que lo atropelló para dejarle la cornada que era la épica a la que le faltaba al apéndice, además de la estocada. Tuvo lugar esta, pero no el anterior, por suerte. En lo que terminó con el exceso antimorantista de turno, antes de la salida de Castella, que, al llegar a cuadrillas, se metió en la enfermería.
Asimismo, el diestro francés ha sido operado de urgencia en la enfermería de la madrileña plaza de Las Ventas, tras una cornada en el tercio inferior del muslo izquierdo durante el sexto toro del festejo. El parte médico firmado por el Dr. Máximo García Pradós y el Dr. Máximo García Leirado reza: «Sebastián Castella presenta herida por asta de toro en muslo izquierdo con dos trayectorias de 20 cms que produce destrozos en músculo vasto interno y recto anterior y otra herida de 15 cms que alcanza el fémur. Fue trasladado a la Clínica de la Fraternidad. Pronóstico grave».
Ficha del festejo
- Plaza de toros de Las Ventas. Madrid. Vigésimo primera de abono. Corrida de toros. No hay billetes.
- Cinco toros de El Torero y uno de José Vázquez (tercero).
- Uceda Leal (nazareno y oro): silencio y oreja.
- Morante de la Puebla (corinto y oro): silencio y silencio.
- Sebastián Castella (marino y oro): oreja y ovación en la despedida.