Roberto Santiago: «Nos quieren enfermos y medicados para obtener más beneficios»
El exitoso autor de literatura infantil y juvenil, que debutó en la novela negra con el thriller judicial Ana, presenta ahora La rebelión de los buenos, un thriller que denuncia la corrupción de la industria farmacéutica... y del corazón de muchos hombres, aunque destaca: «Siempre hay esperanza»
Cuando en 2013 publicó Los Futbolísimos, poco podía imaginar Roberto Santiago (Madrid, 1968) que acabaría convertido en uno de los escritores más relevantes de la década. Esta saga de literatura infantil ha vendido 4 millones de ejemplares en España, ha sido traducida a 12 idiomas, exportada a 16 países y ha inspirado una película y un musical... y parece que algo más hay en camino.
Después decidió probar suerte con el que siempre ha sido su género favorito, razón por la que tardó tanto en perderle el miedo: la novela negra. En 2017 publicó el thriller Ana, que relata algunas de sus experiencias personales con el juego y que fue llevada a la televisión como Ana Tramel en un caso de éxito protagonizado por Maribel Verdú.
Ahora llega a las librerías La rebelión de los buenos, y lo hace con el aval de haberse alzado con el premio Novela Fernando Lara 2023. Búsqueda, traiciones, investigación y un penetrante trasfondo moral que no deja descansar a la miríada de almas humanas que el escritor dibuja componen una novela trepidante que aborda un tema de gran actualidad: ¿tiene la industria farmacéutica la salud de los ciudadanos como objetivo primordial? Aunque la respuesta de Roberto Santiago es negativa, afirma: la bondad existe, siempre y hasta el final.
–La novela comienza con una cita de Edmund Burke: «Para que el mal triunfe solo se necesita que los buenos no hagan nada». ¿Cree que siempre que el mal ha ganado terreno ha sido por esta inacción de «los buenos»?
–Lo que plantea La rebelión de los buenos es que muchas veces a lo largo de la historia, «los buenos» (entre comillas) no se han rebelado, no han dado un paso adelante, y ya no por cobardía o por temor, sino por estar más preocupados de resolver lo urgente, de sobrevivir, de llegar a final de mes, que de atender otras cuestiones.
–¿Cree que existe también una dificultad para mirar, para afrontar ciertas realidades? ¿Miramos para otro lado porque no somos capaces de enfrentarnos a ellas?
–Vivimos de espaldas a grandes cosas que suceden todos los días, pero no las miramos. No porque seamos malas personas, sino porque nos cuesta.
–Este libro contiene una crítica general al sistema, pero muy específicamente pone el foco en la industria farmacéutica. ¿Qué le llevó a abordar este tema concreto?
–La novela negra tiene entre sus características la denuncia social, que fue lo que incorporó respecto a la novela policial clásica. Y nació porque un amigo periodista me pasó un informe, que ni siquiera se había publicado todavía, sobre la creciente cantidad de demandas y querellas que había y que sigue habiendo en Europa (no en Estados Unidos, que es el país de la demanda) contra las farmacéuticas. El informe recogía cómo muchas de las sentencias no llegaban a producirse porque muchos cientos de estos casos se arreglaban con acuerdos extrajudiciales. Es decir, con dinero. Mi instinto de escritor me dijo que tenía que investigarlo, y eso he hecho durante seis años.
–¿Y cómo de complicado ha sido bucear y extraer información tan comprometida? ¿O sólo es cuestión de ponerse a hacer preguntas?
–He recibido mucha ayuda, pero presiones, ninguna. Al menos de momento. Lo que he descubierto en mis dos novelas negras es que la gente está deseando contarte la verdad de lo que sucede. A través de entrevistas personales he accedido a personas que trabajan dentro de la industria farmacéutica y han mantenido su anonimato, aunque sabían que no soy periodista: lo que yo cuento es un relato de ficción. Además, he leído muchísimo, y hay una gran cantidad de información al alcance de todos. Pero hay que encontrar el tiempo, la voluntad y las ganas de bucear e informarse.
Hay información al alcance de todos, pero hay que encontrar el tiempo, la voluntad y las ganas de bucear en ella
–¿No cree que hay un aura de conspiración y paranoia cuando se habla de enfermedades? ¿Es posible que exista una cura para el cáncer y no se dé a conocer por un interés económico?
–Yo no me atrevo a afirmar nada que no sepa. Y lo que sí sé es que es una ecuación muy sencilla: si un puñado de multinacionales controlan todo el negocio de la salud en el mundo entero y su objetivo único es tener más beneficios, es evidente que cuanto más enfermos y medicados estemos, más dinero ganarán. Nos quieren enfermos y medicados. Ha habido infinidad de sentencias que hablan de cómo han puesto a la venta medicamentos que curaban ciertas enfermedades, pero que se habían saltado todos los controles sanitarios y provocaban efectos secundarios adversos. Han utilizado países enteros en África como cobayas humanas. Han utilizado financiación pública para después entrar en el último momento del proceso y quedarse con las patentes. Y existen ciertas medicinas que podrían curar algunas enfermedades muy graves pero que no se comercializan porque no son rentables. No hay más que leer las sentencias.
–En la novela hay un retrato concienzudo de los personajes, y se ve que ni los buenos son intachables ni los malos tienen podrido el corazón. ¿Cómo es posible entonces hacer el mal? ¿Hay quien es capaz de apagar su conciencia?
–Es la gran pregunta. Creo que en el fondo, cualquier ser humano, hasta el que ha hecho la mayor maldad, tiene un punto de bondad. Pero también creo que la avaricia, la codicia, amasar más fortuna aunque sea para ayudar a los tuyos, acaban por hacer que justifiques cosas que son injustificables, inmorales e incluso ilegales. No tengo una respuesta...
Si un puñado de multinacionales controlan todo el negocio de la salud y su objetivo es tener más beneficios, nos querrán enfermos y medicados
–Después de tantos años dedicado a la literatura infantil, manejando esa pureza y esa ingenuidad de los más jóvenes, ¿cómo ve el hecho de que muchos acaben corrompiéndose?
–Quizá por influencia de la mucha literatura infantil que he escrito y lo mucho que la disfruto, pero yo sigo teniendo esperanza. Por muy oscura que sea la novela, que lo es en muchos momentos, al final también arroja una cierta luz. En eso coincide mi novela negra y mi literatura infantil, donde hablo de cosas que sufrí yo, como el acoso escolar: hay esperanza.
–En el retrato que hace de Jeremías Abi, el protagonista, habla de los recovecos y las cicatrices que se esconden tras la máscara del cinismo. ¿Se repone uno del cinismo?
–Jeremías es un hombre esencialmente bueno, una buena persona que también tiene un lado oscuro y que ante ciertas situaciones límite reacciona con una violencia desbocada (que hasta a mí me asusta). Por eso me pareció interesante que un personaje protagonista tuviera esa dualidad y esa contradicción, que sea capaz de lo mejor y también de lo peor. En un momento determinado se da cuenta de que ha sido él quien ha alejado a las personas que más ha querido en su vida. Me parece muy interesante esa lógica interna de los personajes, a pesar de su aparente contradicción.
–En su novela negra anterior, Ana, decía que había partido de muchas experiencias personales. ¿Es este el caso también?
–Es inevitable que como escritor proyectes una parte de tu vida en los personajes y en la historia que escribes. Jeremías es un tipo observador, tenaz o, mejor dicho, cabezota. Como yo. También tiene una relación complicadísima con su padre, algo que a mí me ha marcado mucho en mi vida. También hablo de la ansiedad a través del personaje de Trinidad, que es un tema que conozco muy de cerca, y que quería tratar a través de un personaje fuerte, para concienciar sobre que es algo que puede pasarle a cualquiera, de cualquier estrato social y de cualquier carácter.
–Hablando de Trinidad, es un personaje poco estereotípico. ¿Ha querido introducir también esta rotura de esquemas y de roles masculinos y femeninos?
–Este es un gran tema. Vivimos un tiempo de grandes avances y de grandes retrocesos al mismo tiempo. ¿Qué es lo masculino? ¿Qué es lo femenino? Yo no lo sé, de verdad que no lo sé, pero creo que un personaje tiene que ser completo. Trinidad tiene rasgos que podríamos definir como masculinos, porque también es una persona que tiene cierta violencia, y al mismo tiempo es una mujer muy femenina. Pero igual que no creo que haya una literatura femenina (y me pasa con la serie Los Futbolísimos, que todo el mundo piensa que es para niños), no creo que haya «cosas de hombres» y «cosas de mujeres»; ahí ya nos hemos vuelto completamente locos.
–Como escritor ¿qué le aporta la novela negra? Isabel Allende relata que no le gusta escribir «con un mensaje»; sin embargo, usted menciona la denuncia social...
–La palabra «mensaje» es horrible; estoy de acuerdo con Isabel Allende que si uno en su novela trata de lanzar un mensaje, lo único que va a hacer es equivocarse. Pero sí que creo, sin embargo, en la denuncia social. Ese fue uno de los principales avances o cambios que hizo la novela negra con respecto a la novela policiaca tradicional. Eso, y que los personajes no son buenos y malos absolutos.
La denuncia social fue uno de los principales avances de la novela negra con respecto a la novela policiaca tradicional
–¿En quién se fija, a quién lee, quién le inspira?
–De los clásicos, muchísimos, pero en la universidad, la primera escritora de novela negra que me impactó fue Patricia Highsmith, a quien leo y releo una y otra vez. La de Mr. Ripley es una de las construcciones de la historia de la literatura más apasionantes que se han hecho.
–Con esta novela ha ganado el Premio Fernando Lara. ¿Es una confirmación de que este es el camino?
–Es muy bienvenido, una felicidad absoluta. Además, en el jurado hay escritores a quienes leo y admiro muchísimo. Pero yo creo que los premios no hay que tomárselos demasiado en serio, ni significan que escribes mejor o peor, sino que a un grupo de personas les ha gustado. Lo bonito es que te da visibilidad y llegas a más lectores.
No hay ninguna película o serie de televisión de la historia, jamás, que haya mejorado una buena novela
–¿Es de esos escritores que prefiere el intercambio directo con sus lectores?
–Sí, pero además los lectores demandan cada vez más un contacto directo con los escritores. A través de las ferias, de los encuentros, pero también de las redes sociales, recibo muchísimos mensajes, tanto buenos como males como regulares. Y lo agradezco. Evidentemente mi ego agradece más lo positivo, pero pero aprendo de todo.
–Y cuando se adaptan sus obras a la pequeña o gran pantalla el feedback debe de alcanzar otras cotas...
–Sí, el mundo audiovisual, que conozco bien porque he escrito y dirigido películas, es otra cosa, y tiene una interacción muy directa y quizá más grande que el mundo literario. Para mí una novela llega mucho más lejos en todos los sentidos. No hay ninguna película o serie de televisión de la historia, jamás, que haya mejorado una buena novela. Sí que hay muchas que han mejorado una mala novela, pero una buena novela... ni siquiera El Padrino.