Aristóteles desterrado
El primer destierro de Aristóteles ha demostrado ser con el tiempo uno de los más felices acontecimientos para el devenir del pensamiento occidental
Sócrates, Platón y Aristóteles. El dream team de la filosofía ateniense tiene un foráneo entre sus filas. Aristóteles no nació ni murió en Atenas, y no gozó de la ciudadanía ateniense. Sí vivió en Atenas, aunque marchó de allí en dos ocasiones, partidas siempre jalonadas por las más fúnebres circunstancias: primero la muerte de su maestro Platón (347 a. C.); después la de un discípulo, Alejandro Magno (323 a. C.).
Los motivos de la primera salida de Atenas –como se verá después, decisiva– son todo especulaciones, pero siendo esto un anecdotario, cabe presentar y dar pábulo a las tres más probables. Muerto Platón, había que elegir nuevo director para la Academia ateniense. Los candidatos, por su preparación y prestigio intelectual eran tres: Aristóteles, Jenócrates y Espeusipo. Este último, a la sazón sobrino de Platón, fue elegido para sucederle.
¿Fue descartado Aristóteles por su disenso ante el platonismo? Nunca lo sabremos a ciencia cierta; quizá no, dado que también Espeusipo, como buen sobrino, negaba la teoría de las ideas de su tío. ¿Marchó Aristóteles decepcionado ante la elección? Nunca lo sabremos a ciencia cierta; quizá no, dado que un macedonio sin ciudadanía ateniense tenía por norma muy difícil ostentar dicha posición. ¿Marchó ante la perspectiva de las complicaciones que traería para un macedonio rodeado de atenienses la guerra en marcha entre ambas facciones? –un año antes de la muerte de Platón, Filipo II de Macedonia saqueó Olinto–. Tampoco lo sabremos a ciencia cierta.
Sea como fuere, el destierro de Aristóteles fue decisivo para la historia de las ideas y la configuración del pensamiento occidental. Tras su paso por Assos y Mitilene, donde sumó discípulos procedentes de la escuela platónica –entre ellos Teofrasto, su futuro sucesor intelectual y tutor de su hija Pitias y su hijo Nicómaco– es invitado a la corte de los macedonios para convertirse en el tutor de Alejandro Magno. El discípulo no hizo caso alguno de los ideales políticos del maestro, y lo demostró fundando un vasto imperio y revolucionando la administración tradicional griega, pero el maestro obtuvo a cambio la notoriedad suficiente para volver triunfante a Atenas y fundar su propio centro de estudios, el Liceo.
De esta escuela proceden la obra y tratados más importantes de Aristóteles, un legado que, acompañado de los comentarios de Averroes, impactaría más de doce siglos después con gran fuerza en el Occidente cristiano, volviendo a confrontar los conceptos platónicos y neoplatónicos adoptados por san Agustín con el nuevo y recién traducido pensamiento aristotélico que alcanzó su cúspide en la obra de santo Tomás de Aquino. Nunca un destierro nos alegró tanto.