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La escritora Estrella Fernández-Martos

Entrevista

Estrella Fernández-Martos: «Hay mucha fealdad urbanística promovida, pero no todo lo moderno es feo»

¿Es «normativa» la belleza? ¿Tiene algo que ver con lo natural y lo justo? Según Fernández-Martos, todo está relacionado. Por eso dice: «La Belleza es una vara de medir la validez de la tradición» y «No hacer el bien es colaborar con el avance del mal».

Cordobesa y pintora, y mujer de ímpetu que intenta hablar a borbotones, sacando ideas, réplicas, risas y pullas. Pero se ordena, va a paso a paso, y luego salta la mata donde se agazapa el interlocutor. En El Debate de Hoy colaboró con una serie de artículos en cuyos títulos siempre aparecía la palabra «belleza», porque la encuentra en todas partes. En lo pequeño más que en lo grande. En las arrugas de una abuela y en los pañales sucios de un bebé. En la tradición y en la creatividad.

Por eso ha escrito un libro sobre el tema: De la belleza (Cajón de Sastre). Un libro en que comparte más que reflexiones: también muchos pasajes de literatura –pequeños relatos– con que suele comenzar cada capítulo. Un libro en que se habla de sexualidad, de neolengua, de ecologismo, huella de carbono, ruido, urbanismo… Un libro en que advierte de que la belleza consiste en ponernos guapos para los demás, no como Narciso. Un libro que asegura que la pérdida del canon es la pérdida de referentes. Un libro que enlaza lo bello, lo bueno y lo justo. Cada adjetivo parece servir para definir a los otros dos.

–Belleza. Hoy algunos gobiernos se quejan y nos dicen que es «normativa», y es algo que pretenden cambiar. ¿Qué responde usted?

–La Belleza no se regula por decreto. Esa belleza «no normativa» que proclaman y promocionan no es hermosa, generalmente. Sólo algunos se acercan a la belleza ideal, y los demás tratamos de mejorarnos como podemos: cuidando nuestro cuerpo, nuestra psique, mente y alma. Este afán de ser mejores nace de nuestra natural aspiración a ser más hermosos, pues, como seres humanos, todos tendemos a la Belleza.

Las élites cuentan con dejar el planeta a sus hijos, el mismo planeta que les prohíben a otros

–En Países Bajos un hombre acaba de ganar un concurso de belleza femenino. ¿El libro responde a este tipo de cuestiones?

–No sé si responde a estas cuestiones en su totalidad, pero, desde luego, las señala y comenta con honestidad. La transexualidad es tema grave para el que la padece, ante todo, para su entorno cercano y toda la sociedad. Pero que sea un trastorno cierto en un porcentaje mínimo y que estemos dispuestos a tratar a cada uno con toda la atención que requiere, no se corresponde con la imposición legislativa vigente y la manipulación que se está llevando a cabo, con terribles e irreversibles efectos en jóvenes y menores. Esta imposición ataca a la Belleza en dos vertientes principales: la esencia del ser humano y a la Verdad misma, presentando como cierto lo que no es. En el caso concreto que usted menciona, ese señor ni siquiera era el más guapo entre las candidatas.

'De la Belleza' (Cajón de Sastre) e Estrella Fernández-Martos

–¿La belleza está de verdad en el interior, o también en el exterior? ¿Qué diferencia hay entre «interior y exterior»?

–La Belleza está en ambos sitios, no tengo duda. Es cierto que la belleza exterior que no bebe de una fuente interior es fría, se marchita. De algún modo, nos atrae en un primer momento, pero no nos acoge, acabamos por abandonarla porque no nos es suficiente, no nos sacia. Si no hay raíz interior de bondad, se muere. Sigue siendo armónicamente hermosa pero no nos seduce, no nos transmite vida. Una belleza interior siempre se manifiesta en el exterior, aunque sea toscamente. Puede que sea menos placentera a priori, pero mucho más acogedora. Estas bellezas rústicas nos resultan chocantes al principio, sin embargo, sobreviven en el tiempo y nos conquistan con más fuerza que aquellas beldades meramente aparentes. La Belleza que nutre interior y exterior es la que nos conquista y nos gusta toda la vida porque está libre de la esclavitud del tiempo.

Se está promoviendo la deshumanización del entorno urbano

–Usted defiende la tradición. Belleza y tradición. ¿Están relacionadas?

–Sí, absolutamente. No es una relación de exclusividad, pues también hay bellezas nuevas. Pero la raíz de la tradición que ha superado el paso de los siglos y nos sigue conduciendo al Bien es, sin duda, hermosa. No olvido tampoco que el mal también tiene sus años. Sus frutos perniciosos nos ayudan a localizar esas raíces torcidas y erradicarlas. La Belleza es una vara de medir la validez de la tradición. Hay creencias erróneas que deberíamos depurar porque, en ocasiones, nos han dado interpretación en lugar de tradición. No hay que tener miedo a plantearse aquello en que creemos creer. Entre muchas otras cosas, podemos descubrir que la tradición es, efectivamente, hermosa.

–¿La belleza está en lo natural? ¿Qué significa «natural»? Naturaleza, naturaleza humana, ley natural.

–Sí, la belleza está en lo natural, en lo esencialmente cierto. Lo que hay que tener claro, y a menudo olvidamos, es que la naturaleza no es naif. En ocasiones es durísima y feroz. Pero también hermosa. Pretender vivir como si el dolor no formara parte de la vida del Hombre, es antinatural. Y absurdo. Aunque no hay belleza en el dolor, no podemos apartarlo como si fuera el brócoli en la guarnición de un plato. Son los alrededores del dolor los que nos proporcionan las herramientas para acogerlo y tratarlo.

La belleza está en lo natural, pero la naturaleza no es naif; en ocasiones es durísima y feroz

Lo natural es aquello que, en este punto de la evolución, nos permite llegar a la siguiente generación, sea cual sea la especie de la que estemos hablando. Cada ser tiene su desarrollo personal y desarrollo como especie. Las excepciones son excepciones, y como miembros de nuestro pueblo–sociedad, las acogemos. Pero no por ello afirmamos que las excepciones sean lo natural o predominante de la especie. La Ley Natural nos abre paso instintivamente en momentos de zozobra como los que estamos viviendo, por ejemplo. Muchas veces podemos no saber cómo expresar ni cauterizar lo que nos chirría del momento actual, pero que nos chirría, está clarísimo. Esas alarmas internas, esas guías instintivas forman parte de esa Ley Natural que, como individuos, tenemos impresa en nuestra esencia.

–Sin embargo, hoy nos dicen los gobiernos y las empresas que, para salvar el planeta y el «medio ambiente», hay que acabar con el ser humano, que es el que sobra: nada de agricultura, ni ganadería, ni libertad para desplazamientos. De eso se habla en este libro.

–En cuanto les dejas hablar unos minutos más sobre el asunto, acaban hablando de la realidad que no lanzan en sus grandes mensajes. El último ejemplo es Kamala Harris en una rueda de prensa hace pocas fechas, y en la que afirmaba que toda esa reducción de recursos, población incluida, les haría dejar a sus hijos un planeta más libre de contaminación. Las élites cuentan con dejar el planeta a sus hijos, el mismo planeta que les prohíben a otros. A los hijos de los otros directamente los matan o impiden su concepción.

Recomendaría la educación en casa, al menos durante los primeros años. Quizá en pequeños grupos de gente afín

–¿Qué ha cambiado durante el último medio siglo en lo que se refiere a belleza, naturaleza, ser humano?

–El cambio ha sido la ruptura con la naturaleza del Hombre y la naturaleza misma. No hablo de un movimiento artístico u otro, hablo de la promoción de lo antinatural, lo que nos acaba, literalmente, nos pone fin como especie por sí misma, y como especie que aspira a lo hermoso que es más grande que nosotros. Ese interés está promocionado por las élites que ansían vivir más anchos y con más control sobre los demás. No lo digo yo, lo dicen ellos mismos.

La escritora Estrella Fernández-Martos

–¿Hay alguien que podría haber dicho y hecho mucho durante este tiempo y ha optado, nunca mejor dicho, por confundirse con el paisaje?

–Sí, claro. Hay muchas personas e instituciones que podrían haber alzado la voz en defensa y proclamación de la Verdad y la Belleza, del mismo modo que algún político podría haber alzado la voz aquel marzo de 2020 para preservar a la población de los posibles riesgos de aquella manifestación o aquel mitin, y ninguno levantó la voz. Ninguno usó su micrófono para hacer lo que debía, a pesar de que le costara su carrera. Igual pasa en otras instituciones, colegios, prensa, universidades, algunas autoridades eclesiales, comités de ética… Hay tantos que pueden hacer tanto bien y renuncian a hacerlo. Lo triste es que ese no hacer el bien supone hacer el mal y colaborar con él. A muchos les gusta decir que en política no hay espacios vacíos; si la derecha calla y no lo rellena, lo rellena la izquierda. Todo esto se encuentra ya en la lucha entre el bien y el mal. Si no haces el bien, el mal se expande como el aceite en el mar. No basta, pues, con no hacer el bien, con no señalarse; eso es eliminar la frontera del mal, cederle terreno. No hacer el bien es colaborar con el avance del mal. No usar los micrófonos profesionales o personales para el bien, la belleza y la verdad, es cedérselos al mal. Es cierto que hay excepciones individuales y de pequeños grupos, no lo podemos olvidar nunca. Pero, institucionalmente, da la sensación de que están lejos de cumplir con su responsabilidad.

Hay creencias erróneas que deberíamos depurar porque, en ocasiones, nos han dado interpretación en lugar de tradición

–¿Es cierto que toda arquitectura y todo arte moderno es feo?

–No. Hay mucha fealdad hoy en día, y fealdad urbanística promovida. Pero no todo lo moderno es feo, que alguna excepción siempre hay. Hoy se trabaja con unas texturas que son acogedoras, aunque no sean del gusto de todo el mundo. Lo que sí es cierto es que se está promoviendo la deshumanización del entorno urbano que favorece el aislamiento de las personas.

–¿Cómo aconseja formar a los niños?

–Si pudiera elegir y recomendar sin límites, o con límites de mínimo garantizado, si no puede acceder a algún colegio pequeño, independiente, que no pertenezca a grandes cadenas o asociaciones, recomendaría la educación en casa, al menos durante los primeros años. Quizá en pequeños grupos de gente afín, pero, en casa. Creo que es el futuro a corto plazo. Los primeros años son básicos en la formación de la identidad del ser humano y son los años en que se les ha de proporcionar las herramientas para que gestionen su vida de adulto. El mayor servicio que podemos dar a nuestros pequeños pasa por formarles con nociones de transcendencia, preservarlos de la hipersexualización infantil y de los contenidos ideologizados dirigidos a la constante confrontación con la Naturaleza y las demás personas, además de proveerles de las lógicas herramientas intelectuales y de supervivencia de acuerdo a su maduración. Creo que este sería el traje básico en cuanto a educación en este momento especial de crisis. La socialización también hay que proveerla, supone parte de la formación de los niños, no se trata de suprimirla. Y, en todo caso, les formaría en responsabilidad. Es la única manera de que los niños de hoy lleguen a ser libres mañana; aprendiendo a asumir las responsabilidades de sus actos. Mi remedio va mucho por ahí, por la responsabilidad, la libertad individual y la virtud. Huyo del colectivismo en beneficio de la sociedad. Abogo por una vuelta a la humanidad plena de la persona: cuerpo, psique, mente y alma. Hago de la Belleza la guía en este recorrido en pos de la grandeza a la que aspiramos y de lo que verdaderamente somos: amados, libres, honestos y grandes.