Los habitantes de Brujas apuntan a revolución por hartazgo de la masificación turística
La ciudad belga es la segunda ciudad más visitada del mundo, junto a Venecia y la isla de Rodas (la primera es Dubrovnik) en su relación entre el número de visitantes y de habitantes
Se lleva diciendo años que Venecia no resiste más el ritmo incesante y la cantidad exagerada de visitantes que recibe día tras día. Los propios turistas (y sus propios habitantes, la mayoría desesperados) denuncian la ya famosa y triste masificación de tan delicado y bello lugar cuyas autoridades, de momento, no han tomado ninguna medida al respecto, a pesar de la amenaza reciente de la UNESCO de ponerla en su lista de Patrimonio mundial en peligro.
Otra Venecia, llamada «la del norte», Brujas, sí que ha tomado una decisión para cambiar la perjudicial invasión de viajeros. Los brujenses consideran que ya no cabe un turista más y aseguran haber cruzado una línea roja. Un paso que quieren revertir mirándose en el espejo de Venecia, la ciudad a la que no quieren parecerse pese a los beneficios económicos del turismo, que en Brujas tiene su agobiante apogeo en verano. El gobierno, sin embargo no considera que se haya llegado tan lejos.
Las autoridades niegan la masificación
«Con frecuencia Brujas es considerada destino turístico de masas, pero no es el caso. Es una idea falsa hablar de ciudad superpoblada», asegura la portavoz de Turismo, Ann Plovie, al contrario de lo que piensan los ciudadanos en un hartazgo creciente ante el que el gobierno mira para otro lado, seguramente también reflejándose en el espejo de sus homónimos italianos, que solo tienen en cuenta los ingresos en perjuicio del bienestar patrimonial y humano.
«No podemos negar que hay muchos turistas, pero hay que venir en periodos distintos, verán la diferencia», ha indicado otra responsable de Turismo en Brujas en una declaración como mínimo impropia de un gobernante, que además niega clasificaciones como la de Holidu, un sitio líder mundial en búsqueda de alojamiento, que pone a Brujas como la segunda ciudad del mundo, junto a Venecia y la isla de Rodas, después de Dubrovnik, más visitada comparando el número de turistas con el número de habitantes.
La ceguera voluntaria de unas autoridades que pone en verdadero peligro la conservación de los tesoros patrimoniales de la humanidad. Un debate crucial que ningún estamento del mundo no solamente no ha planteado (al contrario que con el clima, una cuestión con la que guarda grandes similitudes), sino que ha negado, como se ve en Brujas y en la inacción de Venecia a pesar del deterioro constatable que viven cada día, en este caso los venecianos y los brujenses. Unos habitantes que empiezan a apuntar a revolución.