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Fotograma de la película 'Barbie'

'Barbie', la película que quiso ser completamente 'woke', pero no lo consiguió

El filme parece una búsqueda constante del paraíso feminista, convencido de encontrarse, con final «infeliz»

Greta Gerwig, la directora de Barbie, una de las nuevas figuras poderosas (imagínese ahora que lleva recaudados más de 1.000 millones de dólares) fue una de los cineastas, entre actores y directores, que cancelaron a Woody Allen porque su exmujer, Mia Farrow, le acusó públicamente de abusar de su hija. A Greta le bastó con la denuncia de una parte, se supone que convencida por las apariciones televisivas y las declaraciones sensacionalistas en los periódicos, para creer esa versión. Nunca preguntó a su hasta entonces admirado Allen, ante quien consta una fotografía extraordinaria haciéndole una reverencia con la mano en el corazón. De la inclinación al odio irracional, al veto salvaje solo media a veces una denuncia, sin importar si es verdadera o falsa.

Rayos y truenos rosas

Gerwig venía haciendo un ejercicio de equilibrismo desde su debut en solitario con Lady Bird. Una obra lograda en buena medida, pero que anunciaba lo que vendría después con sus Mujercitas, una película que causó sensación casi unánime por muchas razones, como el vestuario y la fotografía o las interpretaciones, pero en la que, bajo toda esa capa de atrezo admirable, durante el metraje, casi se podía ver la cara de Greta saliendo de entre los pliegues de faldas decimonónicas como un apuntador diciéndole a Jo, en contra de lo que le dijo siempre a esta su madre, cómo debería ser y actuar.

Para ser una adaptación de una obra clásica, el espíritu de Gerwig (con fijaciones tan llamativas como Thimotee Chalamet, otro de los que renegaron del viejo Woody sin preguntarle antes) se nota demasiado. O simplemente se nota, lo cual no tiene por qué ser malo hasta que lo es, y no se dice aquí que lo sea, sino que podría serlo. Más en un producto como Barbie, la película llamada a volcar sin zarandajas todo el espíritu Gerwigiano, que amenazaba rayos y truenos rosas, un apocalipsis woke como para no recuperarse nunca más.

El paraíso feminista que no podía estar de ningún modo, porque ningún paraíso, al menos en la tierra, existe

Pero he aquí que Barbie, además de un prodigio estético y de su brillantez mayormente extendida (hay que verla varias veces para captar todos los árboles y plantas de esta selva amazónica conceptual) o de las interpretaciones de Margot Robbie y Ryan Gosling, quiso precisamente recorrer ese bosque flúor abriéndose paso con un machete con la seguridad de encontrar al final un claro donde estaba el paraíso feminista que no podía estar de ningún modo, porque ningún paraíso, al menos en la tierra, existe.

Parodia humana

Lo que Gerwig sí parece que encontró en el mundo de plástico de Barbie (y Ken) fue la realidad no del feminismo, sino la del género humano, y además, a fuerza de cortar maleza, entre sueños reivindicativos de la opresión femenina, del patriarcado y demás definiciones subjetivas y nominales de la historia, después de lo que parece una parodia no buscada, sobre todo en lo relativo a los Kens, es decir una parodia tan parodia como la de las Barbies, una parodia humana y no feminista, lo que ambos acaban diciendo, lo que la omnipresente, al menos en Mujercitas (aquí era más difícil entre tanto plástico), Greta acaba diciendo es «yo soy yo y mi circunstancia» a la manera orteguiana, quizás como si le hubiera salido mal la intención en el viaje, pero en él hubiese alcanzado, en vez del objetivo, el más inesperado equilibrio.