
El escritor H.G. Wells en su juventud
H.G. Wells, el autor fantástico que imaginó internet un siglo antes
La Máquina del Tiempo fue su primera novela y su primer éxito y marcó el inicio de cuatro años febriles en los que escribió sus obras más famosas
Herbert George Wells se partió una pierna de niño y se entretuvo leyendo los libros que su padre le traía de la biblioteca. En esa convalecencia germinó el impulso literario del niño de Bromley por el que estallaría La Guerra de los Mundos. Pero su alistamiento temprano no supuso su rápida puesta en acción . La pobreza y la incapacidad para trabajar de su padre debido a un accidente le obligó a ponerse a trabajar en distintos oficios, pero la mirada del escritor fabuloso ya estaba echada.
El hambre fue un buen combustible para la imaginación del soñador que estudió biología gracias a una beca en Londres, donde empezó a mostrar sus tendencias narradoras en la revista escolar. El hambre, los problemas financieros y la abundancia de mujeres fueron habituales en su vida. Se casó con su prima y acabó escapándose con una antigua alumna. La Máquina del Tiempo fue su primera novela y su primer éxito y marcó el inicio de cuatro años febriles en los que escribió sus obras más famosas como El Hombre Invisible, La Guerra de los Mundos o La Isla del Doctor Moreau.
'World Brain'
En estas y en otras historias, como en Historias del Espacio y del Tiempo, prefiguró imágenes icónicas para siempre como la de los marcianos. En sus disquisiciones íntimas, que explotaron en cuentos de ciencia ficción, también prefiguró con brillantez la llegada de avances impensables como una suerte de internet en su libro World Brain, donde habló de un Cerebro Mundial que pudiera soportar un día todo el volumen del conocimiento humano. Esa idea del progreso inventivo Wellsiano provenía de un alma con ideales socialistas en el ínterin del XIX al XX, un empuje que acabó desplazando la ciencia ficción por la novela social y la sátira que había empezado a introducir también en sus libros primeros, pero que había restado credibilidad a sus famosas «visiones».

H.G. Wells en 1920