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Bradley Cooper caracterizado como Leonard Bernstein en la película 'Maestro', y una imagen del director de orquestaNetflix

De la 'jewface' a la histórica 'blackface' o el 'fat suit': ¿es legítima la transformación de los actores o perjudica la representación?

El caso de Bradley Cooper en su papel de Leonard Bernstein ha traído de nuevo a la palestra un importante debate en la industria cinematográfica: la representación de minorías frente a la importancia del «parecido con el original»

Cuando Brendan Fraser interpretó a su personaje en The Whale, lo hizo ayudado por pliegues de grasa protésica fotorrealista. El movimiento que reclama dejar de patologizar la gordura se preguntaba entonces por qué, en lugar de añadir kilos de prótesis a un hombre de peso medio, no se contrataba, en su lugar, a una persona gorda para interpretar, precisamente, a una persona gorda.

Aquellas películas, como Shallow Hal, Norbit o El profesor chiflado, pasaron de nuevo ante los ojos de una generación que ha normalizado la humillación de los cuerpos no normativos. Pero Brendan Fraser consiguió hacerlo humano, mostrar el dolor escondido bajo las capas de grasa (aunque fuera falsa). «Mientras las personas gordas estén representadas por la mitad de un títere, nunca podrás ver a ese personaje como completamente humano», dijo entonces el actor y comediante Guy Branum. Porque si ya es difícil la inclusión de personajes gordos en las narrativas habituales, las pocas oportunidades se reducen cuando se utilizan los conocidos como fat suits.

Brendan Fraser con las prótesis que utilizó para interpretar 'The Whale'

Este es sólo el último fenómeno de una industria, la cinematográfica, que ha tenido siempre problemas con la representación. Hay una contradicción flotando en el aire que nadie parece querer nombrar (como dice Messiez, «nombrar es imposible», porque dejamos fuera precisamente lo que queremos expresar): si lo importante es la fidelidad al personaje, ¿por qué no contratar a personajes que encarnen a la perfección al personaje que quieren interpretar? ¿Tenía sentido fichar a Ana de Armas por su parecido físico con Marilyn Monroe pero no lo tiene contar con un personaje gordo para interpretar a La Ballena? Lo mismo ha pasado en los últimos años con la actuación de Sarah Paulson como Linda Tripp en American Crime Story: Impeachment o con Emma Thompson como Miss Trunchbull en la película de Netflix Matilda the Musical.

La «nariz judía» de Bradley Cooper

La última polémica ha venido de la mano del biopic de Leonard Bernstein que prepara Steven Spielberg. Bradley Cooper ha tenido que hacer frente a fuertes críticas por jewface, es decir, por la representación estereotípica de los rasgos judíos debido a las prótesis faciales que ha empleado para el papel.

Bernstein, hijo de inmigrantes judeo-ucranianos en Estados Unidos, fue un director de orquesta y compositor de gran talento, conocido sobre todo por escribir la música de West Side Story, componer tres sinfonías y convertirse en director musical de la Filarmónica de Nueva York. Bradley Cooper, que dirige, coescribe y protagoniza Maestro, no es judío, y se le puede ver en el tráiler con una prominente nariz postiza junto a Carey Mulligan, que interpreta a la esposa de Bernstein, Felicia Montealegre.

Muchas voces se han alzado en contra de este casting. La actriz y activista británica Tracy-Ann Obermann ha criticado a Bradley Cooper en las redes sociales: «Si [Cooper] tiene que llevar una prótesis en la nariz, entonces eso es, para mí y para muchos otros, el equivalente al 'blackface' o al 'yellowface'... si Bradley Cooper no puede interpretar el papel solo con el poder o la actuación, entonces no le deis el papel: conseguid un actor judío».

Obermann añadió, haciendo referencia a la actuación de Cooper en el escenario en 2014 como John Merrick en The Elephant Man: «Bradley Cooper logró interpretar al HOMBRE ELEFANTE sin una sola prótesis, por lo que debería ser capaz de lograr interpretar a un judío sin una».

Bradley Cooper en la obra «The Elephant Man,» dirigida por Scott Ellis, en el Booth Theater de Broadway

Mientras en aspectos tan claros como el color de la piel no parece haber duda (aunque a menudo se trata de imitar una etnia con otra, reduciendo al personaje al color de su piel y perpetuando estereotipos), con la representación de ciertos aspectos, considerados prejuicios estereotípicos, se genera debate. ¿Tienen todos los judíos la nariz grande, o se trata de la imagen que nos ha llegado de, entre otras, la propaganda nazi? ¿Son los asiáticos todos iguales, o es la reducida mirada occidental? ¿Los hombres homosexuales hablan de forma histriónica y exagerada o se trata de una caricatura?

A pesar de la controversia que ha despertado la «exagerada nariz» de Bradley Cooper, en un comunicado publicado en las redes sociales, los hijos de Bernstein, Jamie, Alexander y Nina, han defendido al actor: «Nos rompe el corazón ver cualquier tergiversación o malentendido de sus esfuerzos. Bradley eligió usar maquillaje para amplificar su parecido, y estamos perfectamente de acuerdo con ello. También estamos seguros de que a nuestro padre también le habría parecido bien».

La controversia se suma a las objeciones a la elección de Cillian Murphy como el físico nuclear J. Robert Oppenheimer –de nuevo, un actor no judío que interpreta a una figura judía notable– en la película biográfica dirigida por Christopher Nolan. ¿Era más importante el parecido físico del actor con el físico nuclear que la representación de la comunidad judía? ¿Es la británica Helen Mirren la mejor para interpretar a la primera ministra israelí, Golda Meir?

El irlandés Cillian Murphy da vida al físico nuclear judío Oppenheimer

El problema de la representación

Los elementos típicos de la «cara de judío» incluyen el acento yiddish y el uso de prótesis faciales para imitar rasgos judíos estereotipados, de ahí que el término «jewface» derive del término análogo «blackface» y «yellowface», empleado con la comunidad asiática. Pero recientemente, el término también se ha utilizado para describir la desigualdad en el reparto de intérpretes judíos como personajes judíos. Pero que parece importante señalar aquí es que Bradley Cooper tiene ya de por sí una nariz más grande de la que tenía el verdadero Leonard Bernstein.

La polémica está conectada con una más amplia sobre la autenticidad en el casting de Hollywood, que abarca una variedad de identidades subrepresentadas. Desde hace años se reclama que dramas gay de prestigio, como Brokeback Mountain y Milk, protagonizados por actores heterosexuales, no escogieran a actores homosexuales para promover su inclusión.

La elección del español Javier Bardem como el cubano Desi Arnaz en la película Being the Ricardos también provocó una reacción violenta por fusionar la identidad europea española e iberoamericana (algo a lo que están tristemente acostumbrados al otro lado del Atlántico). También a Scarlett Johansson le cayó una bronca pública y notoria por aceptar el papel de un hombre trans en la película Rub and Tug, pero ella defendió que, como actriz, se le debería permitir «interpretar a cualquier persona, árbol o animal». Sin embargo, acabó renunciando al papel, que será interpretado por un actor trans en lo que se ha convertido en una serie.

El problema está fundamentalmente en delimitar el marco de acción de la corrección política. Porque seguimos sin dudar de la problemática de la blackface, pero si el verdadero problema es que los actores no pueden entender lo que se siente ser parte de un grupo demográfico o tener una orientación sexual fuera de los límites de su propia experiencia, entonces ninguno de estos actores debería ser capaz de interpretar a alguien diferente a ellos. En otras palabras, nunca se debería permitir que nadie interpretara un papel, jamás, que no fuera el suyo propio.

En el otro lado del argumento se encuentra otra reciente polémica: el actor Kit Connor, quien protagoniza la serie coming-of-age Heartstopper, fue acusado de «queerbaiting» (la incorporación de personajes aparentemente homosexuales o de relaciones entre personas del mismo sexo en una película como medio de atraer al público gay y bisexual, manteniendo al mismo tiempo la ambigüedad sobre la sexualidad de los personajes). El acoso hizo que se declarara bisexual en un amargo tuit que decía: «Felicidades por obligar a un joven de 18 años a salir del armario».

El actor Kit Connor (derecha) en la serie 'Heartstopper'Netflix

Lo cierto es que cada grupo marginado que lucha por una representación decente está generando una conversación relacionada pero distinta, arraigada en décadas de ausencia o distorsión sistémica, con muchos matices.