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El Ponte Vecchio en Florencia, con la parte del Corredor Vasariano donde han aparecido las pintadas a la derecha

¿Es la descontrolada masificación del turismo la causa del vandalismo creciente de monumentos?

El último caso es el del Corredor Vasariano de Florencia, de 1565, que el pasado miércoles amaneció pintarrajeado

Cualquiera diría que durante este verano se ha manifestado la ignorancia y la desconsideración de generaciones enteras contra los monumentos milenarios del mundo. Lo que no había sucedido antes, o solo contadas veces como reivindicaciones políticas o ideológicas de activistas, ahora ha empezado a pasar como un pasatiempo «divertido» traspasando todas las normas, más incluso que las leyes, morales o educacionales. Una pareja grabó sus nombres en el Coliseo de Roma como se graba un corazón en la corteza de un árbol, lo que no resulta nada cursi, sino aterrador.

¿Se están convirtiendo los turistas que recorren el mundo en las nuevas hordas salvajes, bárbaros que destruyen el patrimonio ajeno (en realidad nada ajeno) a su paso? El Panteón de Agripa, probablemente el edificio más maravilloso de la tierra, también apareció con un demencial grafiti azul que, más que probablemente, no fue obra de ningún loco a pesar de que decía: «Aliens Exist». Da la impresión de que el turismo descontrolado, más allá de estropearlo todo, ahora se dispone a destruirlo.

Imagen del Coliseo de Roma

Casi no se puede imaginar la belleza de una Venecia vacía sino fuera por Mann y Visconti o una Roma silenciosa sino fuera por los paseos al amanecer de vuelta a casa del Jep Gambardella de Sorrentino. Ha habido otros salvajismos en el tiempo. Cercanos y lejanos. Los romanos que llegaron al Antiguo Egipto pintaban inscripciones en latín en los edificios faraónicos. También en sus propias ciudades, como se puede ver en Pompeya. La última tropelía amaneció el pasado miércoles en Florencia. El Corredor Vasariano, obra de Vasari, construido por deseo de los Medici en 1565 para que los príncipes pudieran ir desde el Palacio Pitti hasta el Palacio Vecchio sin mezclarse con el pueblo, fue pintarrajeado a su paso por el Ponte Vecchio.

«Esta mañana nos hemos despertado con este vergonzoso acto de vandalismo. Utilizaremos todas las cámaras y herramientas disponibles para identificar a estos individuos despreciables y castigarlos adecuadamente», dijo el alcalde florentino, Darío Nardella. Unas palabras que reflejan la indignación por un fenómeno creciente que ya despierta la ira ante la atroz grosería y fealdad del pavoroso individuo que confesó, tras su detención, que no sabía que el Coliseo era tan antiguo. La peligrosísima mezcla de masificación e incultura que también amenaza al mundo tal y como se le conoce.