El Debate de las Ideas
Tolkien, Wagner y los anillos del poder
Son muchos los que consideran que el paralelismo más llamativo con el anillo de poder de Tolkien es el anillo mágico
¿Robó Bilbo Bolsón el Anillo Único a Gollum? Los fans de Tolkien siguen debatiendo esta cuestión. Pero hay una pregunta incluso más interesante: ¿Robó el autor J.R.R. Tolkien el anillo al compositor Richard Wagner?
Son muchos los que consideran que el paralelismo más llamativo con el anillo de poder de Tolkien es el anillo mágico que está en el centro del magistral ciclo de ópera del siglo XIX de Wagner, El Anillo de los Nibelungos.
Dado que tanto Tolkien como Wagner se vieron influidos por las sagas nórdicas y el poema épico escrito en alto alemán Nibelungenlied, cabría suponer que Tolkien sentía predilección por el Ciclo del Anillo de Wagner… pero nos equivocaríamos. Al parecer, Tolkien detestaba el Ciclo del Anillo, tanto que restó importancia a las evidentes similitudes entre éste y su obra, llegando a escribir en una carta, recogida por Humphrey Carpenter en The Letters of J.R.R. Tolkien: «Ambos anillos eran redondos, y ahí se acaba el parecido».
Sin embargo, el parecido persiste. Edward R. Haymes resumió hábilmente los puntos de coincidencia en un discurso pronunciado ante la Wagner Society de Nueva York:
«Me gustaría empezar contando una pequeña historia. Una criatura codiciosa y más pequeña que los humanos encuentra un tesoro en las profundidades de un río. Lo lleva a su refugio subterráneo, donde lo conserva hasta que se lo roba un visitante del mundo superior. Jura odio eterno al ladrón. El tesoro es, por supuesto, un anillo de gran poder. El anillo ejerce extrañas influencias sobre sus propietarios, incluida la capacidad de desaparecer. El anillo se convierte en el objeto de una lucha fatal entre amigos íntimos o hermanos, de hecho parece traer siempre el peligro o la muerte a sus propietarios. Un héroe entra en la refriega armado con una espada que había sido rota y luego forjada de nuevo. Varias razas de seres humanoides intentan hacerse con el control del anillo mediante la magia y el heroísmo, hasta que finalmente es devuelto, a costa de grandes sacrificios, a su origen, donde es purificado por el fuego. El último que lo intenta perece junto con el anillo. ¿Es éste el relato del ciclo en cuatro partes de Richard Wagner El Anillo de los Nibelungos o es un resumen de la epopeya en prosa de Tolkien El Señor de los Anillos? En realidad es ambas cosas».
Haymes, como él mismo reconoce, ha expuesto hábilmente las cosas para magnificar las similitudes y restar importancia a las diferencias. Por ejemplo, quien encuentra el anillo de Wagner es un enano en lugar de un hobbit, y es un enano quien forja realmente el anillo, mientras que Gollum se limita a encontrar el anillo que el malvado Sauron forjó hace mucho tiempo. Haymes tampoco menciona otras fuentes antiguas, medievales y modernas que pueden haber influido en Tolkien (así como en Wagner en el caso de los precedentes premodernos).
De Platón a Frodo
Estos precedentes incluyen el anillo de invisibilidad utilizado con fines malignos en La República de Platón, el anillo de invisibilidad del romance artúrico medieval de Chrétien de Troyes «El Caballero del León», y varios anillos mágicos que conceden protección o invulnerabilidad en varios romances medievales (por ejemplo, los anillos de Sir Perceval de Gales, Sir Eglamour de Artois, La Morte d'Arthur, y el anillo ofrecido al héroe de Sir Gawain y el Caballero Verde, que éste rechaza).
Además de estos, un par de novelas de principios del siglo XX también pueden haber influido en el «anillo para gobernarlos a todos». Entre ellas se encuentran El castillo encantado (1907), de la autora inglesa Edith Nesbit, en la que aparece un anillo mágico que posee cualquier propiedad mágica que su dueño declare que tiene (y que vuelve invisibles a los personajes), y la novela de 1931 Muchas dimensiones, del amigo de Tolkien y compañero inkling Charles Williams.
En el centro de la novela de Charles Williams hay una piedra mágica que otorga poderes extraordinarios, poderes que tienden a corromper y quedar fuera de control, amenazando al mundo. Otro elemento de la novela que anticipa El Señor de los Anillos es la propuesta de arrojar el peligroso objeto al océano, una idea que en ambas novelas se rechaza por no ofrecer una solución permanente.
Está claro, por tanto, que Tolkien tenía una variada mina de fuentes para el Anillo de Poder que ocupa un lugar central en El Señor de los Anillos, algunas fuentes más antiguas que Wagner y otras mucho más cercanas a Tolkien. La cuestión interesante no es si el Ciclo del Anillo de Wagner ejerció alguna influencia sobre Tolkien. Es casi seguro que sí, al menos a un nivel inconsciente. La línea de investigación más interesante es por qué a Tolkien no le gustaba el Ciclo del Anillo de Wagner y en qué aspectos significativos diferían sus planteamientos. La respuesta a la segunda pregunta puede responder también a la primera, ya que las principales diferencias tienen que ver con las dos cosas que con más probabilidad hacen que una persona se meta en problemas en una fiesta: la religión y la política.
Tolkien contra Wagner
Wagner oscilaba entre el ateísmo y el panteísmo, una visión encarnada en la anciana y sabia diosa de la Tierra de su ciclo de óperas. En el ciclo, esta se opone a los demás dioses condenados a perecer para dar paso a una era sin religión, o al menos a una era libre de todo excepto de la religión de la naturaleza.
Haymes sugiere que en Wagner los personajes buenos están en su plenitud cuando siguen a la naturaleza, mientras que en Tolkien los personajes heroicos están a menudo en su plenitud cuando ejercen su voluntad contra el anillo y contra la inclinación a hacer lo fácil o natural. En realidad es un poco más complejo, ya que algunos de los personajes de Wagner se resisten a conservar el anillo, un personaje bueno de Tolkien se equivoca al ignorar lo que podríamos considerar su instinto, y el desprecio de Sauron y Saruman por el mundo natural contrasta negativamente con el aprecio por la naturaleza y el mundo natural personificado en los buenos elfos y hobbits.
En cualquier caso, el contraste que sugiere Haymes es esclarecedor: el Wagner panteísta del «persigue tu felicidad»" frente al Tolkien católico que valora grandemente la humildad, la disciplina moral y la moralidad trascendente, y una sospecha bien fundada respecto de los impulsos humanos caídos.
El anillo del poder corrompe absolutamente
En El Hobbit de Tolkien, el anillo de invisibilidad que el héroe hobbit Bilbo Bolsón encuentra en las cuevas es inicialmente un instrumento para elevar al burgués Sr. Bolsón a la categoría de maestro ladrón. En El Señor de los Anillos, se convierte en mucho más: un anillo de extraordinario poder que Tolkien emplea para explorar temas como la dominación, el engaño y la muerte. Todo esto suena bastante wagneriano.
Pero el anillo de Tolkien también se utiliza para lanzar una advertencia contra cualquier gran plan político que dependa de un poder ilimitado para conseguir resultados. La novela trata de muchas otras cosas, por supuesto, pero no es exagerado decir que la tentación que supone el anillo expresa el tema político central de la novela, que, como dijo Lord Acton, «el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente». Tan peligroso consideran los sabios líderes de los pueblos libres de la Tierra Media este anillo de poder que deciden arriesgarlo todo en una táctica desesperada para destruir el anillo en lugar de utilizarlo contra su enemigo, el malvado Sauron. Todo esto suena a todo menos wagneriano. Wagner, después de todo, fue venerado por los nazis por una razón.
El sexo y un hobbit soltero
Un ensayo de Alex Ross en The New Yorker subraya otras diferencias entre Tolkien y Wagner. Ross acusa a Tolkien de descartar «la propiedad más significativa» del anillo de Wagner, «que solo puede ser forjado por alguien que ha renunciado al amor». A continuación caracteriza la novela de Tolkien como sexualmente opaca y sugiere que el tratamiento de la fascinación del anillo está psicológicamente empobrecido:
Es el pequeño anillo el que despierta la lujuria en los hombres y en los hobbits. ¿Y qué es lo que, honestamente, buscan en él? ¿Acaso envidian el estilo de vida ostentoso de Sauron en lo alto de Barad-dûr? Tolkien silencia la parte de romance de las historias medievales y nos sitúa en el territorio de la autoabnegación, de T. S. Eliot y su modernismo anglicano. El anillo es una pesadilla interminable a la que la gente se siente atraída sin ninguna razón obvia. Genera deseo pero no da satisfacción.
Sin duda, al católico Tolkien le habría sorprendido saber que el paisaje psicológico de autoabnegación y deseo autodestructivo e irracional es una característica exclusiva de la literatura anglicano-modernista. Me vienen a la mente como contraejemplos el ruso ortodoxo Fiódor Dostoyevski y El Infierno del poeta católico italiano Dante Alighieri. Pero lo más chocante es que Ross considera que el deseo de poder por el mismo poder es desconcertante y carece de interés, y prefiere que Wagner utilice el anillo «para arrojar luz sobre diversas relaciones intensas, confusas y demasiado humanas». Lo que se infiere es que el atractivo del poder por el propio poder es algo ajeno a la experiencia humana, o al menos relativamente insignificante.
Alex Ross prefiere el tema de Wagner: «Alberich forja el anillo solo después de que las doncellas del Rin rechacen sus insinuaciones. Wotan se obsesiona con él como consecuencia de su matrimonio sin amor; se entierra en su trabajo». Ah, así que el pecado de Tolkien es que El Señor de los Anillos no es una telenovela centrada en las vidas amorosas cruzadas de hombres, elfos, enanos, hobbits, magos, orcos, ents y demás. No es que la ración común de las telenovelas vespertinas con carga sexual no pueda ser también la fuente de un gran arte. Puede serlo. Pero, ¿es esta realmente el único enfoque del gran arte? Los que tienen una visión idólatra de la sexualidad humana pueden pensar que sí, pero es una perspectiva empobrecida que Tolkien no compartía.
Más allá de Wagner
Ross pasa a un resumen y glosa del desenlace del Ciclo del Anillo: «El aparato del mismo mito, la creencia en poderes superiores e inferiores, jerarquías y órdenes, se desmorona con los muros del Valhalla. Quizá lo que más enfureció a Tolkien fue que Wagner escribiera una ópera mítica de dieciséis horas y luego, al final, hiciera saltar por los aires los cimientos del mito».
Es cierto que la incoherencia estética de semejante proyecto puede haber molestado a Tolkien, no porque Wagner «volara los cimientos del mito», sino porque la sublimidad de Wagner fuera una sublimidad falsa, vacía de trascendencia. Tolkien, a través de la fe en el Dios trascendente, comprendió la fuente de la verdadera sublimidad. También comprendió la fuente de la sed de poder por el poder: el deseo de hacer de uno mismo un dios en lugar de Dios.