«En Cuba no te matan, pero no te dejan vivir»
El grupo disidente Forma Foco presenta en Madrid el libro Cuba totalitaria. Como señala un participante, el castrismo aguanta gracias a la complicidad de las elites intelectuales y de los periodistas extranjeros para quienes «vivir en Cuba es un chollo»
El distrito de Moncloa en Madrid, si bien da nombre a un conocido palacio gubernamental, es, básicamente, una ciudad universitaria. Colegios mayores, un buen número de instalaciones de la Universidad CEU San Pablo y de muchas más universidades, clínicas y hospitales, y también el campus filial de un centro académico estadounidense fundado por los jesuitas en Missouri en 1818: la Saint Louis University, presente en la capital española desde 1967.
Esa identidad plural ha permitido dar cabida a un evento organizado por un grupo de disidentes cubanos residentes en España y que se hacen llamar Forma Foco. Son artistas; Julio Llopiz–Casal, que ha ejercido de presentador del acto, luce un pelo alborotado y repleto de rizos que recuerda a Iván Helguera, y lleva cinturón y cordones de los zapatos verde fosforescente, a juego con las letras de la camiseta reivindicativa que luce. Una camiseta de homenaje a un colectivo de artistas visuales que anduvo activo en Cuba a finales de los años 80, cuando la Perestroika y las grietas del Muro de Berlín nos hicieron creer que el castrismo encaraba sus días postreros. Aquel colectivo se denominaba «Arte y Derecho» (Art–De).
Además de mostrar una edición de medio centenar de estas camisetas «Arte y Derecho», Forma Foco –con acento y calidez caribeños, pero integrados en una Europa donde no tienen que hablar bajito, porque aquí nadie los vigila, nadie los espía, ya no hay una Stasi ocupada en La vida de los otros– convoca el acto para algo de más talla: presenta el libro Cuba Totalitaria (Hypermedia, 2022), una antología de textos de quince autores, así como fotos de obras de una treintena de artistas –«artistas multimedia», dice Llopiz–Casal–.
Se trata de un libro caleidoscópico que recorre posturas y géneros literarios diversos, a fin de expresar cómo la maquinaria del estado comunista logra cortar o agostar los brotes de libertad. A cargo de esta edición se encuentran Henry Eric Hernández y Lester Álvarez Meno –integrante de Forma Foco–, ambos participantes en movimientos como el que se organizó contra el Decreto 349 de la dictadura, o el llamado «grupo 27N». Hernández es también artista visual, luce gafas plásticas purpúreas –recuerda a Bono, el cantante de U2–, bigote y perilla de mosquetero, aretes en las orejas, anillos en los pulgares, y sombrero. Doctor por la Universidad Complutense, indaga en los «intersticios del poder y su ejercicio en la sociedad cubana», según Llopiz–Casal.
Un silencio impuesto por la dictadura
Henry Eric Hernández señala que la idea inicial del libro Cuba Totalitaria nace hace cuatro años. La violencia política en Cuba –que «lo atraviesa todo»– y el papel de las galerías de arte componen su trama principal. El texto de Hernández se titula «El amigo totalitario», y versa sobre esas personas que, al llegar a la elite, «dejan abandonados y estigmatizados a sus amigos». Comenta que del colectivo «Arte y Derecho» (Art–De) no se habla hace mucho en Cuba, porque el gobierno ha logrado que casi nadie sepa que existió. El silenciamiento es una técnica habitual, parte del paisaje y el carácter que el castrismo ha impreso en el país. En su opinión, la actitud de las elites, que no condenan el régimen ni expresan ansias de acabar con la represión, explican que el horizonte de la libertad se halle «muy lejos».
En la presentación también intervienen Laura Tedesco, profesora de Ciencias Políticas en Saint Louis University, y Bertrand De la Grange, que fue reportero de Le Monde en Cuba a finales de los años 80 y comienzos de los 90, y hoy, entre otros menesteres –ha colaborado, por ejemplo, en El País y The Objective–, se encarga de 14ymedio, el periódico digital fundado por Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar.
Según la profesora Tedesco, el libro «cuenta historias y muestra fotos para dejar claro qué es lo que ocurre en Cuba». La obra refleja distintas formas estéticas de jóvenes que se oponen al régimen mediante el arte. Pretende enfrentar su «originalidad creativa a la represión, la marginación y lo gris de Cuba». En su opinión, «cuando Cuba sea libre, este libre será básico para relatar lo que sucedió para que se pudiera llegará a la libertad». Es el legado de esta generación. La creatividad del libro pasa, como en otras demostraciones estéticas, por el uso de imágenes que, en principio, se empleaban como propaganda castrista, y para mezclar a Perón con Obama y con Fidel. Dice Tedesco que «la miseria material no termina, se siguen viendo colas inagotables día a día», para comprar lo más imprescindible; estos activistas logran transformar todo en ello en arte. Las autoridades del castrismo «no te matan, pero no te dejan vivir», sentencia Tedesco, que añade: «estos jóvenes artistas han encontrado la manera de vivir en mitad de ese desierto».
Por su parte, De la Grange destaca que el libro Cuba Totalitaria le ha recordado su época de hace una generación, como corresponsal de Le Monde en La Habana, y, sobre todo, a los integrantes de «Arte y Derecho» (Art–De) –a quienes conoció en persona–, algunos de los cuales tuvieron que pasar por la cárcel. Habla de la manera extravagante en la que funcionaba el régimen: denegaba visados a periodistas poco dóciles, pero facilitaba visados de turista, de modo que ese resquicio era el que se debía aprovechar.
«Vivir en Cuba en un chollo»
De la Grange –un francés nacido en Tánger en la época del protectorado internacional– denuncia la complicidad de la mayoría de periodistas europeos con el castrismo. Tanto entonces como hoy, la actitud del periodista medio es tibia, pues, para un reportero, «vivir en Cuba en un chollo», y el mejor modo de conservar esa cómoda vida es no provocarle problemas al gobierno de la isla. La autocensura, el «perfil bajo» y la disposición condescendiente o acomodaticia son rasgos que definen la manera en que se ejerce el periodismo en Cuba por parte de corresponsales extranjeros. Gracias a Bertrand De la Grange se conservan algunas de las entrevistas y materiales de archivo del grupo Art–De.
Lorena Gutiérrez Camejo es otra de las artistas que participan en el acto de presentación de Cuba Totalitaria. Según ella, se trata de «usar la belleza como estrategia para eludir la censura». En el libro aparecen algunas de sus piezas: montajes de materiales, metacrilatos, vinilos, jaulas de neón, cepos viejos dispuestos por el suelo, vitrinas con cuellos blancos de camisa… Un arte muy conceptual y de exposición en vivo.
Concluye la sesión con el visionado de una serie de películas, también bastante conceptuales e imaginativas, de factura aparentemente tosca pero ingeniosa, y con materiales que abarcan desde unos tiempos que parecen lejanos, grumosos y en blanco y negro, a otros más próximos por color y sonido, pero igual de irreales, vistos desde Europa. Sin duda, unos cortometrajes –y algún micrometraje– que el cubano celebra y entiende con plena sintonía. Son obras que, junto a otros, firma Ricardo Vega –miembro de Art–De, empezó a filmar desde pequeño, intuyendo que, a pesar de un origen que no implicaba disconformidad política, acabaría fuera de Cuba–, y se titulan: Opus Habana (me–moría del subdesarrollo) –imágenes de 1985, montaje de 2023–, El informe (1990) y Te quiero y te llevo al cine (1992).