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La madre Teresa de Calcuta a su llegada a la capital española en 1986EFE

El Debate de las Ideas

Madre Teresa: culpable de empeñarse en ser cristiana

Hace casi tres décadas arremetió contra ella Christopher Hitchens, que llegó a publicar un libro para denostar la persona y su obra

Esta semana un opinador supuestamente provocador (pero que siempre sigue las consignas de quienes detentan hoy en día la hegemonía cultural) ha cargado contra la Madre Teresa de Calcuta desde las ondas de una cadena de radio conformista. Nada nuevo bajo el sol.

Hace casi tres décadas también arremetió contra ella nada menos que Christopher Hitchens, que llegó a publicar un libro para denostar la persona y su obra. Hitchens se encontró con la réplica del prestigioso sinólogo y crítico literario Simon Leys. Las diferentes réplicas y contrarréplicas en torno al juicio de Hitchens sobre la Madre Teresa fueron recogidas por Leys en un artículo titulado Un imperio de fealdad que se publicó en The Australian Review of Books en marzo de 1997 y que se encuentra recogido en el libro Breviario de saberes inútiles. Ensayos sobre sabiduría en China y literatura occidental editado en España por Acantilado.

Las reflexiones de Simon Leys, de las que aquí reproducimos unos fragmentos, siguen muy vigentes y superan la polémica del momento para abordar la cuestión nuclear de la radical incomprensión con que el Mundo observa a los cristianos:

“Vivimos en una época de hipérboles. Ahora los fontaneros se llaman ingenieros de saneamiento, los camareros se han convertido en dispensadores de comida y bebida, los barberos se dedican al estilismo creativo, los basureros se han convertido en funcionarios de eliminación de residuos sólidos… y a la pequeña muestra de residuo sólido de Christopher Hitchens (The Missionary Position: Mother Theresa in theory and practice, Londres y Nueva York, Verso, 1995) se le llama libro.

En este último caso el empleo del eufemismo logró un resultado importante: el objeto en cuestión logró verse dignificado a través de reseñas con todas las de la ley en revistas y periódicos, por lo demás respetables; de hecho, fue así como yo me vi expuesto a él por primera vez. The New York Review of Books publicó un informe bastante minucioso, serio y considerado de su contenido, otorgándole el honor de figurar en su número del 11 de julio de 1996. El artículo en cuestión me impulsó a enviar la siguiente carta a esa respetada publicación literaria, que la publicó cumplidamente el 19 de septiembre:

"Aporrear a una monja anciana con una etiqueta obscena no parece una acción, particularmente valerosa ni elegante. Además, parece que los ataques contra la Madre Teresa se deben todos a un solo delito suyo: el de que se empeña en ser cristiana, en el sentido más literal de la palabra, lo cual constituye (siempre ha sido así y seguirá siéndolo) una empresa sumamente impropia e inaceptable en este mundo.

Consideremos, concretamente sus pecados:

1. La Madre Teresa acepta en ocasiones la hospitalidad de granujas, millonarios y delincuentes. Pero es difícil ver por qué, como cristiana, debería ser más selectiva a ese respecto que su Maestro, cuyas malas compañías eran notorias y escandalizaron a todos los Hitchens de su tiempo.

2. En vez de proporcionar servicios eficaces e higiénicos a los indigentes, enfermos y agonizantes, se limita a ofrecerles sus cuidados y su amor. Cuando me encuentre en el lecho de muerte, creo que preferiría tener a una de sus hermanas a mi lado, más que a un asistente social moderno.

3. Bautiza en secreto a los moribundos. El acto material del bautismo consiste en derramar unas gotas de agua en la cabeza de una persona mientras se susurran una docena de sencillas palabras rituales. O bien crees en el efecto espiritual de este gesto (y entonces deberías desearlo ardientemente), o bien no crees en él, y el gesto es tan inocente y tan inocuo como apartar una mosca con un gesto de la mano. Si un caníbal que diese la casualidad de que se tuviese en alta estima te regalase su posesión más preciada (un diente de cocodrilo mágico que te protegería siempre), ¿rechazarías con indignación el obsequio como algo primitivo y supersticioso, o lo aceptarías agradecido como una generosa muestra de afecto y de interés sinceros?

A Jesús le escupieron, pero no los periodistas, pues no los había en la época. Es hoy privilegio de la Madre Teresa experimentar esta particular puesta al día del problema de su Maestro."

Tras diversos intercambios, Simon Leys concluye:

«El señor Hitchens continúa acusando a la Madre Teresa de no hacer lo que ella jamás se propuso hacer en realidad, y le parece escandaloso que haga precisamente lo que ella prometió hacer desde el principio. Y sin embargo, ella había expuesto su propósito con cegadora claridad: “Nosotras no podemos hacer grandes cosas, sólo cosas pequeñas con mucho amor».

El problema es que él da por sentado que la Madre Teresa debería ser una especie de filántropa, cuyo objetivo en la vida fuese proporcionar a los necesitados ayuda financiera, servicios sociales, eficaces y cuidados médicos modernos.

La Madre Teresa no es filántropa. Es cristiana. Filántropo es la persona que siente afecto por los antropoides, un cristiano es una persona que ama a Cristo. No, esta última definición es aún demasiado audaz (de acuerdo con ella yo correría un gran peligro de ser considerado abismalmente tibio); la mejor definición probablemente sea la que proporcionó hace mil novecientos años un observador sereno, un burócrata escéptico, un funcionario del servicio colonial que informaba a sus superiores de Roma sobre las más recientes payasadas de unos problemáticos nativos, judíos bajo su administración: esas gentes se estaban peleando por «un difunto llamado Jesús, que Pablo declara que está vivo».

Esa extraña creencia de que un difunto llamado Jesús aún está vivo debería regir todos los actos y todos los pensamientos de un cristiano. Es la auténtica clave para comprender la vocación de la Madre Teresa”.