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Gabriel Rufián en la sesión de investiduraGTRES

Rufián, Bizarrap y las vulgares referencias culturales de los políticos

El diputado independentista le espetó a Feijóo desde la tribuna que solo le faltaba hacer una canción con el famoso DJ

El filósofo esloveno Slavoj Zizek escribió sobre La Insoportable Levedad de la Vulgaridad, en relación a los políticos. Habló de la vulgaridad de Trump, que escondía, sin embargo un programa moderado, una verdad en la que nadie repara, por supuesto sus rivales (que lo niegan) y tampoco el protagonista por mero cálculo electoral en ambas posiciones.

Zizek habló de la moralidad en Hegel, de las costumbres, de las reglas no escritas de la vida social, de la ética que conforman unas reglas que se están «desintegrando», o directamente que ya se han desintegrado: la impunidad de lo que antaño era impronunciable, que curiosamente coincide con el auge de la corrección política.

El lenguaje vulgar

Esta paradoja que remite a la falsedad de los argumentos y de las posturas, remite también a la zafiedad de quienes los esgrimen y las toman, respectivamente. Zizek aseguraba que el lenguaje vulgar era una prerrogativa casi exclusiva de la derecha radical y que a la izquierda le correspondía defender el decoro y las buenas costumbres públicas, pero se equivocó en la adjudicación, al menos en España.

El último caso es el de Gabriel Rufián, el diputado que dijo que se iba a volver a Cataluña en 18 meses desde que llegó a Madrid, no debió encontrar nada mejor (lo cual no es de extrañar viendo el desempeño) y acabó quedándose para el miércoles, durante la sesión de investidura de Feijóo, espetarle al candidato desde la tribuna que solo le faltaba hacer una canción con Bizarrap.

Felipe González y el utopismo

Son las referencias culturales de la televisión, la prensa amarilla, el tuit y el TikTok las que usa un político como Rufián, protagonista de otros hitos intelectuales. Y no es el único. En el Senado romano se citaba a los filósofos griegos y, por no ir tan lejos, los políticos de la Transición, los de la nueva democracia española, Alfonso Guerra dijo en 1985 que Montesquieu había muerto, lo que, independientemente del sentido, al menos supera a Bizarrap.

Felipe González hablaba en sus tiempos de marxismo y de socialismo, del «método dialéctico» o del utopismo. Y a Azaña, yéndose más atrás (también podría irse al final de la Restauración), no le importaba «que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo que habla» y quizá ese sea el quid, no que estos políticos como Rufián o como Puente, no sepan hablar, sino que no sepan de qué hablan y además no sepan cómo expresar que no saben de lo que hablan como para mencionar, acodado en la tribuna como en el bar, a Bizarrap. No a Bach o a Mozart, los Beatles o los Rolling , ni siquiera a Sabina, un suponer, en el Parlamento, no: a Bizarrap.