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Manuel Ruiz de Lara: «Me da mucha pena que se compare a esta clase política con la de la Transición»

El magistrado publica Patria Judicial, continuación de Patria Olvidada, novela de intriga y retrato de la realidad política y judicial española

Manuel Ruiz de Lara es magistrado especialista en la jurisdicción mercantil y titular del Juzgado Mercantil número 11 de Madrid, portavoz nacional de la Plataforma Cívica por la Independencia Judicial y escritor, autor de dos novelas, Patria Olvidada y ahora Patria Judicial, donde se reúnen su profesión, sus ideales y su afición literaria y romántica. Manual jurídico-político, un poco profecía y, sobre todo, novela de casi no ficción, a veces aterradora, otras reveladora y, desde todos los puntos de vista, sugestiva en un tiempo de enormes cambios sociales y políticos, donde el magistrado de la Audiencia Nacional Martín Zaragoza se enfrenta a dos gobiernos y a un juego de conspiraciones y traiciones nacionales e internacionales con protagonistas con nombres tan llamativos como el exmagistrado Grande Marlanda o el expresidente Sánchez Castellón.

–No podía esperar Amaia Valserrano un estreno semejante en la Audiencia Nacional. Ni el lector tampoco un estreno como el de la muerte del expresidente Sánchez Castellón.

–Sí, la novela tiene un inicio impactante. Hay que decir que parte de una novela anterior, pues Patria Judicial es la continuación de Patria Olvidada y la situación política del país en esa ficción. Es un gobierno de concentración nacional que preside Margarita Robles, porque se ha producido la dimisión del expresidente del Gobierno, Sánchez Castellón, que estuvo implicado en una especie de Watergate con escuchas de intervenciones telefónicas para atacar a la oposición. El presidente del Gobierno, Sánchez Castellón, va a declarar ante el Tribunal Supremo por esa causa y es cuando sufre un atentado terrorista. Un francotirador le dispara y muere. A partir de ahí se inicia la intriga que sostiene quien está detrás de ese atentado terrorista.

–Comienzan a aparecer personajes como Raúl Iglesias, Juan Carlos Monedas, Eloísa Beni, Grande Marlanda o María Delgado, además del expresidente Sánchez. Pero hay otros personajes que sí conservan su nombre real. ¿Por qué?

–Los que conservan su nombre real es porque son servidores públicos que yo creo que honran al Estado de Derecho y tratan de preservar el Estado de Derecho. En cuanto al resto de personajes, yo dejo al lector los paralelismos. Tienen como nota o común denominador que son personas que tratan de servirse de las instituciones para alcanzar el poder y convertir el Estado de Derecho y España en una pseudodemocracia con aparentes controles democráticos, pero donde el poder campa a sus anchas sin ningún tipo de vigilancia por parte del Poder Judicial y sin ningún tipo de fortaleza de las instituciones democráticas. Hay una similitud entre la situación actual de España y Argentina y la debilidad de determinadas instituciones en Argentina. Y una cierta advertencia tiene un propósito de denuncia pública de adónde nos puede llevar esa erosión continua de las instituciones del Poder Judicial el Tribunal Constitucional en España, siguiendo la senda de Argentina.

Cubierta de 'Patria Judicial'

–La trama sale de España y llega a Argentina y Rusia, se expande y se complica sobremanera a medida que se va leyendo. ¿Tenía una estructura previa planteada?

–La novela tiene distintas tramas que aparentemente al principio de la novela parecen desconectadas. Pero la novela tiende a unirlas en un punto. Cuando yo escribo la novela tiene un cierto aire también de Nostradamus, porque una de las cosas que se anuncian en ella es que en Argentina hay unas elecciones presidenciales donde el candidato inesperado es un Javier Milei que termina ganando esas elecciones presidenciales.

–¿Cómo surgió el impulso para empezar a escribir?

–Parte un poco de mi profesión, o sea, de las vivencias que he tenido dentro de la carrera judicial. Muchos de los episodios, tanto la primera novela como la segunda, los he vivido un poco de primera mano por contacto al estar en una asociación judicial. Yo quería, por medio de la ficción, acercar al ciudadano cómo funciona el Consejo General del Poder Judicial y la trascendencia que tiene que el Consejo sea elegido por políticos y no por jueces. Advertir del riesgo de erosionar el órgano de gobierno de la judicatura. La segunda motivación es romper con esa idea que puede tener el ciudadano de que los jueces son señores muy mayores, con la barba blanca y no, también son más, son personas como en cualquier otra profesión, que sufren, se alegran, se enamoran, se enamoran, tienen una relación, es personal entre ellos, a veces de bueno, de egos, de enfrentamiento, de amistad…

Una nota común en la novela es el expresidente del Gobierno Sánchez Castellón. Un hombre capaz de pactar con cualquiera

–Los ciudadanos vemos las noticias y a veces no sabemos por qué las cosas de repente toman un rumbo imprevisto. Las relaciones íntimas, personales, en las que también está el sexo, en determinados círculos, pueden cambiar el rumbo de un país perfectamente...

–Sí, efectivamente. La novela en este sentido tiene dos vertientes. Una narra relaciones sentimentales entre jueces y otra narra también episodios de algún tipo de extorsión o a nivel sexual, incluso con un diputado concreto que al lector le van a sonar. Hay un capítulo que se llama El tito Berni y que precisamente refleja un poco esas debilidades de algunos políticos, de algunas personas que sucumben ante determinadas necesidades, en este caso sexuales, y terminan prestándose a corromperse.

–Llama la atención, además del inicio del asesinato brutal de un expresidente del Gobierno, cómo describe a este expresidente del Gobierno.

–Sí, es una nota común en la novela el expresidente del Gobierno Sánchez Castellón. Un hombre efectivamente, sin principios, sin ideología. El único afán que tiene es mantener el poder y mantenerse en la situación de la anterior novela como presidente del Gobierno y ahora tratar de salvarse de la situación de imputación que tiene ante el Tribunal Supremo. Es un personaje sin ningún tipo de ideología, capaz de decir una cosa y al mismo tiempo la contraria. Es un hombre capaz de pactar con cualquiera. Un personaje con un ego infinito, con un narcisismo infinito que incluso no es consciente de que lo está haciendo mal.

El magistrado Manuel Ruiz de Lara en El Debate

–El mismo azul de la cubierta del libro remite a esa suerte de cielo dónde se mueven los personajes, pero donde no se mueve el común de los ciudadanos. Un mundo aparte.

–Sí, no hay un acceso. Es lo que a mí me preocupa de la situación política del país. Los ciudadanos no son conscientes de la trascendencia que tienen determinados movimientos que se producen en la cúpula judicial, donde comienza una cadena de favores y la corrupción política. Hay una ruptura entre el ciudadano de a pie y personajes que viven en una especie de círculo de altas esferas que consideran que pueden dominar absolutamente el Estado. También hay en la novela una parte de esperanza, donde se dice que una mayoría de la judicatura y de la Fiscalía lucha contra todo eso.

–¿Cómo es el ambiente en realidad en el ámbito judicial?

–Pues yo creo que la inmensa mayoría de la judicatura y de la Fiscalía defienden evidentemente de forma ferviente el Estado de Derecho y ejerce una función absolutamente independiente, desde jueces unipersonales hasta el Tribunal Supremo. Evidentemente, cada juez o magistrado puede tener su ideología, pero no se trasluce en las causas que llevan en el día a día. Y eso pese a las etiquetas que a veces nos otorgan de conservadores o progresistas. Pero sí es cierto que hay una minoría de jueces fiscales que están dispuestos a prestarse al juego político. La novela también refleja ese tipo de magistrado que, con tal de ascender en su trayectoria profesional o alcanzar el Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional, está dispuesto a prestarse a todo y a manchar la toga. El actual ministro del Interior fue vocal del Consejo General del Poder Judicial a propuesta del Partido Popular. Ahora es ministro con el Partido Socialista y desde luego ha hecho una ausencia absoluta de defensa de la independencia judicial.

En la novela se narra ese intento de dar órdenes por escrito ante una fiscal un poco indomable

–Pedro Sánchez hizo en televisión aquella pregunta retórico-cínica de quien nombra al Fiscal General del Estado. «Pues eso», se respondió. Una frase demoledora de la democracia…

–Es la concepción que él tiene de la democracia. No sólo dijo quien nombra al fiscal, es que además nombró Fiscal General a su ministra de Justicia. En la novela se narra también ese intento de dar órdenes por escrito ante una fiscal un poco indomable que se niega y les requiere que si quieren que varíe la acusación o que retire la acusación, se la presenten por escrito. Pero claro, esa dependencia jerárquica que tiene la Fiscalía cuando se elige a alguien que tiene una vinculación directa con el Gobierno, puede motivar ceses en las fiscalías jefes. Sectarios al fin y al cabo. Por cuestiones ideológicas. Su afinidad al margen del mérito y la capacidad. Y eso es terrible para el Estado de Derecho.

–Aparte de Martín Zaragoza, ¿cuál es el personaje que más le gusta y el que menos?

–El personaje que más me gusta es Julieta, una juez de enlace francesa que viene de París a Madrid y conoce a Martín Zaragoza y cambia totalmente su vida. Se enamora perdidamente de ella y cambia la vida de este magistrado purista, independiente y amante de la vida nocturna. El personaje que menos me gusta es Alicia Hierro. Añora a Martín Zaragoza, pero vive presa de un egoísmo infinito por el que va fraguando su fracaso a nivel personal y a nivel profesional, lo que le lleva al más oscuro de los abismos.

–¿Cómo le gustaría que le recordaran más, como juez o como escritor?

–Me gustaría que me recordasen sobre todo como alguien idealista que luchó por principios, que no le tembló la voz a la hora de denunciar determinadas cosas que tienen un coste y que no se doblegó ante otro tipo de tentaciones o ambiciones y nunca renunció al ideal que tenía con 23 años cuando empezó a opositar a judicatura.

Han conseguido efectivamente expulsar a la élite intelectual de la política. Ahora te llaman golpista por defender la Constitución

–Después de ver el actual nivel de los políticos, expuesto quizá como nunca en la sesión de investidura, resulta todavía más ficción pensar que se pueda producir un caso como el que se narra en Patria Judicial.

–A mí me da mucha pena que se comparen la clase política de ahora con la clase política de la Transición, sea de una tendencia ideológica u otra. Antes existía un respeto por las instituciones democráticas y un nivel de cualificación profesional y cualificación intelectual mucho mayor. El único mérito que le saco ahora a la clase política actual, aunque hay algunas excepciones, es la capacidad para maniobrar con las instituciones. En este sentido, al actual presidente del Gobierno yo no lo considero, desde luego, como intelectual o como alguien cualificado profesionalmente, pero si como alguien con capacidad para maquillar los ataques al Estado de Derecho.

–Es una paradoja alucinante el hecho de ser un profesional reconocido, de tener una trayectoria profesional larga e importante y que luego gente que apenas tiene experiencia en nada, ni académica ni profesional, le conviertan en un chiste.

–Han conseguido efectivamente expulsar a la élite intelectual, política, sea de una ideología o de otra de la vida política. Porque ahora a través de redes sociales cualquier declaración se comenta. Te llaman golpista por defender la Constitución. Todo el mundo es fascista, todo el mundo es casi del Régimen. En el caso de la violencia de género, por ejemplo, por supuesto que hay que combatirla, sin lugar a dudas. Pero eso no puede ser a costa de cargarte la presunción de inocencia de los hombres. Tiene que haber una valoración judicial porque nos estamos convirtiendo en un Estado autoritario donde no existe la presunción de inocencia. Eso sí es fascista y no los jueces a los que nos tachan como tales por tratar de preservar la presunción de inocencia.