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Carmen Mola: «El problema de Cuba no es su pasado colonial, sino la revolución de Fidel»

Los escritores Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero vuelven al thriller histórico con El infierno, una novela de época con su acostumbrada dosis de violencia que recorre el Madrid revolucionario La Habana colonial

Hoy llega a las librerías el quinto libro del trío de escritores que firma con el pseudónimo de Carmen Mola, El infierno, el segundo publicado con Planeta y que nada tiene que ver con los casos policiales de la inspectora Elena Blanco.

Los guionistas Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, vuelven al thriller histórico que tantas alegrías les dio con La Bestia, premio Planeta incluido, y se trasladan de nuevo al Madrid del siglo XIX para asistir al levantamiento del ejército, a las órdenes del general Prim, contra la Reina Isabel II. Un acontecimiento que lleva a sus protagonistas, Leonor y Mauro –protagonistas también de un amor folletinesco–, a huir a la Cuba colonial, un país repleto de contrastes en el que la esclavitud era uno de los principales motores económicos.

El relato de Mola también anima al lector a adentrarse en La Habana más cultural y teatral, pues su protagonista es una suripanta, una mujer que actuaba como corista en las tablas de la capital española. Leonor, enamorada de un joven estudiante de medicina gallego que acabará siendo esclavo en Cuba, huye a la isla como la esposa de conveniencia de un rico empresario del azúcar. Las pasiones, los amores, las novelas y el teatro son el oropel que envuelve un retrato político: el de una sociedad, tanto la metropolitana como la colonial, totalmente estratificada.

'Infierno', de Carmen Mola

–Una historia de amor y otra de depravación, la España revolucionaria, la Cuba esclavista, el teatro de variedades… ¿Cuántos temas hay en esta novela?

–En una novela tiene que haber muchos temas porque hay que enganchar a la gente. Es necesario ir de un lado a otro, ser ágiles e ir mezclando no sólo temas, sino también géneros: el folletín decimonónico, la novela de fantasía, la novela de terror, el thriller que ya caracteriza a Carmen Mola y algo de novela histórica.

–Sin embargo, y a pesar de que hay una historia de amor atravesando la novela, se titula El infierno. ¿De qué es metáfora este infierno?

–Nos pasa como con La Bestia, que es un título ambivalente con una aplicación literal, porque hay un manuscrito hallado que se llama El infierno y que describe las atrocidades que se cometían en un ingenio de Cuba y que es lo que vertebra el relato. Obviamente, el título alude al infierno de la esclavitud, de la explotación de personas para sacar adelante los negocios del azúcar en la isla. Lo más pasmoso es que esto lo ha estado haciendo España hasta 1886. Ese es el infierno literal. Como escritores, lo que nos gusta es que dentro de la novela haya capas que el lector pueda ir extrayendo si así lo desea, y se van narrando otros infiernos que pueden habitar dentro de cualquier ser humano, de cualquier vida.

–Hay quien ve un paralelismo con Los Miserables, sobre todo por la historia de amor y la persecución de un policía obsesionado, y otros atisban lo macabro de Tarantino, aunque la violencia explícita es marca de la casa. ¿Qué inspiraciones le veis vosotros?

–Desde luego hay una inspiración en el folletín, del que bebe también Los Miserables. Creo que eso también tiene mucho que ver con nuestra experiencia previa en el mundo del guion, porque esa estructura narrativa del folletín se usa mucho en las series de televisión, que son las herederas directas del folletín decimonónico, y eso está también en la novela. Pero aparte de todo eso, Galdós es la gran inspiración, algo inevitable cada vez que miramos hacia el siglo XIX. También hay una serie de referencias que tienen más que ver con el manuscrito hallado que va apareciendo a lo largo de la novela, que es la literatura fantástica y de terror del siglo XIX. Citamos a muchos autores, pero uno importante es Philarète Chasles y su relato El ojo sin párpado, que tiene ese tono que tiene el manuscrito a lo largo de la novela.

España mantuvo la esclavitud en Cuba hasta el año 1886

–Después de La Bestia, ¿os habéis sentido cómodos en la novela de época? Conlleva más estudio y documentación, especialmente el siglo XIX, el gran «olvidado» para los españoles...

–Siempre que vas a escribir una novela que está en otra época, ya le llames novela histórica o como quieras llamarle, tienes que documentarte. Nosotros ya teníamos la experiencia de La bestia, que era también siglo XIX, y sabíamos dónde buscar: nos habíamos leído exhaustivamente a Pérez Galdós, tanto las novelas como los Episodios Nacionales, y pasamos a buscar literatura sobre La Habana en el XIX. Visitamos Cuba, pero ha cambiado tanto... Es una ciudad radicalmente distinta, aunque aún se pueden ver esos edificios, esos palacios que debían ser maravillosos y ahora están en ruinas. Encontramos libros de viajeros que visitaban la isla, y además de interesante fue un proceso muy divertido. Es una de las partes del trabajo que más se agradece: el ir encontrando caminos de conexión entre la actualidad y la época de la que estás hablando. Porque cuando uno escribe una novela histórica lo que quiere es terminar hablando de la actualidad, aunque lo esconda en 150 años.

–El retrato de Cuba es también un retrato político. ¿Deberíamos mirar a Cuba con algo más que nostalgia?

–No creo que nosotros tengamos nada que decir ahora sobre cómo está Cuba en estos momentos. La responsabilidad de la metrópoli que fue en su día España ha quedado más que diluida en el tiempo; el problema de cómo está Cuba ahora tiene más que ver con su pasado reciente, con la Revolución Cubana y Fidel, que con el pasado colonial. La pregunta de la responsabilidad moral de España en su papel de potencia esclavista, que es lo que en esos años fue, no la tiene que reclamar un escritor. En realidad, un escritor se limita a reflejar episodios o contar historias; en este caso, reflejamos un episodio histórico que quizá estaba un pelín silenciado o bien olvidado. No sabemos por qué, si por una especie de sentimiento de culpa o por pura ignorancia, porque quienes construyen relatos ignoran quizá lo que allí pasaba o no lo tienen presente. Es una parte de la historia por la que se ha pasado de puntillas.

La pregunta de la responsabilidad moral de España en su papel de potencia esclavista no la tiene que reclamar un escritor

–¿Hay más ignorancia o más vergüenza? ¿Creéis la teoría de que además de una leyenda negra, hay una leyenda blanca española?

–Es complicado. Cuando uno mira hacia atrás nada es blanco o negro. La leyenda negra de España existe, y la Inquisición existió también, aunque probablemente fue mucho más feroz fuera de España que en nuestro propio país. Todo tiene su claroscuro y la esclavitud en Cuba también. Hubo una parte buena, con movimientos abolicionistas que procedían de España: hubo muchos españoles que promovieron el fin de la esclavitud, así como la sociedad criolla cubana. Sin embargo, la vinculación de la esclavitud con la reina y con gente con mucho dinero (que tras la independencia de Cuba hizo grandes fortunas en España) es la parte oscura. Cuando decimos que España fue la última nación europea en abolir la esclavitud, la gente se sorprende porque es un dato que no tenemos en la cabeza.

Los escritores Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, que escriben bajo el pseudónimo de Carmen Mola, posan en el Mirador del Cristo de La Habana (Cuba)Editorial Planeta/Javier Ocaña

–‘Esclavitud’ es una palabra muy importante en El infierno. ¿Cuál diríais que es la esclavitud del siglo XXI?

–La trata de mujeres es una traslación directa de la trata de personas, de la esclavitud que nosotros contamos en nuestra novela. Pero también hay esclavitud en los inmigrantes que vienen a trabajar bajo condiciones pésimas: hay una explotación laboral tremenda, también en los niños que están haciendo camisetas de Zara en la India. Y si nos ponemos más sutiles, cualquier forma de explotación laboral del mundo capitalista es una manera contemporánea aceptada, digamos legal, de esclavitud.

–Al inicio de la cuarta parte, descubrimos que ese «perro» de pesadilla que atraviesa la novela no es más que una ilusión. «No hay dios, no hay santos, ni ángeles ni demonios, ni monstruos ni sirenas. Solo nuestra necesidad de encontrar un porqué a la vida. Al dolor. A la muerte. El único demonio es el hombre», escribís.

–Ese es el punto de vista de un personaje de la novela; nosotros tenemos un poco más de confianza en el ser humano. No mucha, pero un poquito más. Lo que sí recorre toda la novela es un juego entre realidad y ficción. Es algo que está todo el rato jugando dentro de la novela, a través del teatro, de la literatura, de los ritos, de las religiones... Hay una serie de elementos en los que los personajes culpan a elementos que son casi fantásticos. Sin desvelar el final, hay un personaje a través del que te das cuenta de que, después de excluir todas las posibilidades, las cosas realmente atroces que pasan en el mundo son obra del ser humano. No podemos echar balones fuera: el hombre es el que crea la esclavitud, la tortura, las diferencias sociales, el sufrimiento.

Después de excluir todas las posibilidades, las cosas realmente atroces que pasan en el mundo son obra del ser humano

–¿Este giro hacia la novela social ha sido inconsciente o intencionado?

–Vamos evolucionando conscientemente. Las primeras novelas son más «trama, trama, trama». Desde La bestia se vuelve más social la novela; ahí hablábamos mucho de la desigualdad social. Ahora nos situamos de nuevo en el siglo XIX. en un momento de revolución en España y consideramos la Cuba colonial casi como un espejo, porque allí también hay un runrún revolucionario que va removiendo todo en la isla de forma paralela a lo que sucede en España. En ambos lugares la gran injusticia, la gran lacra que se expone (se expone más que se denuncia), es la esclavitud, la desigualdad social, el hambre, la segmentación brutal que hay entre los que tienen mucho y los que no tienen nada. El escritor, aunque no haga novela de tesis, ya en la elección de sus temas apunta claro.

–¿Qué es lo próximo? ¿Cerraréis el siglo XIX?

–No estamos muy seguros. Estamos trabajando en una historia que ahora mismo no se sitúa en el siglo XIX, pero es verdad que es un mundo en el que hemos estado muy a gusto, tanto en La bestia como en El infierno, y que empezamos pensando en un «tríptico». Ahora depende de cómo vayan surgiendo las cosas, de cómo funcione esta novela con los lectores, de si gusta o no gusta... Pero esta mezcla de géneros que hacemos con las novelas históricas lo disfrutamos mucho, así que seguro que nos apetecerá volver.