El torero gitano fue (es) el genio que dijo que no era «un torero artista, sino un torero de arte, que es distinto». Si no hubo banderillas como las de Esplá, no hubo unas verónicas como las del jerezano, quien, cuando tuvo que regresar muy mermado físicamente debido a problemas económicos, aún sabía dibujarlas, clavado en el ruedo, ante el delirio de los tendidos por «la musica callada del toreo», la «música juanramoniana, sinestesia hermosa y espiritual» que dijo José Bergamín.