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Amos Oz en 2017

Amos Oz, el gran escritor judío que creía en un Estado israelí, otro palestino y en destruir a Hamás

Varias veces candidato al Nobel, nacido en Jerusalén en la época en que todavía era un mandato británico, vivió en un kibutz durante 30 años

El adolescente rebelde Amos se hizo de izquierdas para oponerse a su padre, un intelectual conservador. Por ello se fue a vivir a un kibutz donde permaneció 30 años, el mismo lugar donde los terroristas de Hamás asesinaron el lunes a 200 personas, entre ellas 40 recién nacidos decapitados. El asentamiento socialista donde se hizo agricultor era el otro lugar del mundo donde epatar a su padre.

De marcharse a un asentamiento por idealismo juvenil, como cuando Tennysson se fue a luchar con el general Torrijos contra Fernando VII, Oz pasó a criticarlo, ya convertido en escritor famoso, para defender la creación de dos Estados, el israelí y el palestino, como solución al conflicto.

Objetivo Hamás

Pero no se había convertido en un «progresista» defensor de la «causa palestina», sino que, gracias a su experiencia (participó en las Guerra de los Seis Días y en la del Yom Kippur), a su cultura y a su patriotismo, se situó en el centro de la tormenta y apuntó al fanatismo como principal obstáculo para defender la paz, de la que se había convertido en bandera tras fundar en los 70 el movimiento «Paz Ahora».

Los fanáticos israelíes le llamaron traidor y a los fanáticos palestinos no les convencía nada que no fuera la desaparición de Israel. Situado en medio del campo de batalla, como israelí fue un duro crítico de las acciones militares de su país.

Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos. No hay otra opción

En 2017 dijo: «No hay otra solución porque los palestinos no se van a ir, no tienen adónde. Los judíos israelíes tampoco nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos ser una gran y alegre familia porque no somos una familia. Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción».

Esto que se pudo entender como una claudicación incomprensible para los extremistas guardaba matices fundamentales que alcanzaban a toda la esencia del problema. Amos Oz ponía a Hamás en su mirilla sin zarandajas, que son las que se pueden ver con horror en políticos y sociedades como la española, donde el partido de Yolanda Díaz se niega a calificar al grupo como terroristas a pesar del espanto de su última acción.

La gente de Gaza tarde o temprano hará con Hamás lo que la gente de Rumanía hizo con Ceaucescu

Amos Oz, el pacifista israelí de izquierdas (que no creía que el peor mal del mundo fuera la guerra sino la agresión, y sí creía que la única manera de repeler la agresión era, «desgraciadamente», por la fuerza), señalado por unos y por otros, decía a las claras que «no hay forma humana de evitar víctimas civiles entre los palestinos mientras que el vecino ponga a su niño sobre sus piernas mientras ametralla la casa del prójimo», verdades incómodas para los vergonzosos hamasistas que se creen propalestinos.

Oz decía que esa era la estrategia de Hamás: «Es por eso que Israel solo puede salir perdiendo. Cuantas más víctimas israelíes haya, mejor para Hamás. Y cuantas más víctimas palestinas haya, también será mejor para Hamás». El escritor creía que tras la separación del territorio en dos Estados, incluida Jerusalén en dos partes, la gente de Gaza tarde o temprano haría con Hamás «lo que la gente de Rumanía hizo con Ceaucescu».

'Judío, vete a Palestina', y nos fuimos a Palestina, y ahora el mundo nos grita: 'Judío, sal de Palestina'

«No sé cuánto tiempo llevará, pero está destinado a pasar, simplemente porque la gente de Gaza se sentirá celosa de la libertad y prosperidad de sus hermanos de Cisjordania en el estado de Palestina». El autor de Una Historia de Amor y Oscuridad, la autobiografía reveladora donde escribió: «Allí, en el mundo, todas las paredes estaban cubiertas de frases difamatorias, 'Judío, vete a Palestina', y nos fuimos a Palestina, y ahora el mundo nos grita: 'Judío, sal de Palestina'».

En Oz está toda la historia del Estado de Israel, en primera persona no solo literaria sino literal, y del conflicto con Palestina, tantas veces reducida precisamente a conceptos fanáticos, a confusiones fanáticas, a reacciones fanáticas cuyo antídoto está en Oz, un sabio de la cuestión, un protagonista, un pensador, un escritor del asunto (escribió Mi Michael por las noches, sentado en el baño de su apartamento de dos pequeñas habitaciones mientras su mujer e hijas dormían) y de tantos otros:

Lucha por la vida y la libertad

«No soy un pacifista en el sentido sentimental de la palabra. (...) Nunca lucharía (prefiero ir a prisión) por más territorios. Nunca lucharía por un dormitorio de más para la nación. Nunca lucharía por lugares sagrados o por vistas a los santos lugares. Nunca lucharía por supuestos intereses nacionales. Pero lucharía y lucho como un demonio por la vida y la libertad. Por nada más». Amos Oz, tantas veces candidato al Nobel de Literatura, muerto en Tel-Aviv a los 79 años en 2018, confesó que su sueño para el futuro era que Israel (un error ha hecho escribir como un hallazgo «Isreal») construyera «asentamientos en los campos de la literatura, el arte, la música y la arquitectura».