Miguel Hernández se despide de su hijo
La última obra del poeta y escritor la realizó en la cárcel de Alicante: cuatro cuentos que escribió en papel higiénico de 12 x 19 cm para su hijo Manolillo
Miguel Hernández escribió su última obra entre junio y octubre de 1941. La escribió en la cárcel de Alicante, en cuya enfermería murió de tuberculosis el 28 de marzo de 1942. Fueron cuatro cuentos para su hijo Manuel Miguel –Manolillo– no tan famosos, por ocultos hasta finales de los ochenta, como aquellas Nanas de la cebolla que compone en 1939 estando preso en Madrid, cuando su mujer le cuenta que se alimenta a base de esta hortaliza, pero que entroncan con esta, por la cadencia repetitiva y la musicalidad que invitan al sueño.
Una copia con dos de estos cuentos, El potro obscuro y El conejillo, ilustrada por el maestro Eusebio Oca, compañero de presidio del propio Hernández, fue cosida a hilo –así se convertía en libro–, y se la pudo entregar a Manolillo en una visita al penal a través de las rejas, él mismo o casi él mismo –sujetado por dos hombres, no se podía mantener ya en pie–. El título del libro: Dos cuentos para Manolillo (para cuando sepa leer). Cuando supo leer lloró, y las lágrimas se pueden ver hasta en los facsímiles.
En una carta del poeta a su mujer, Josefina Manresa: «Si hace mal día no vengas, que el médico me ha dicho ayer que debiera esperar dos o tres días. Pero yo quiero ver a mi hijo y a mi hija y dar al primero un caballo y un libro con dos cuentos que le he traducido del inglés». Son cuentos que hablan de cautiverio y libertad, y su principal estudioso, José Carlos Rovira, ha visto en la «traducción» un subterfugio para salvar la censura; apoyaría esta interpretación Enrique García-Máiquez –si el censor pregunta o pide pruebas, reconoce su desconocimiento– y Concepción Torres –solo vincula a la traducción dos de los cuatro cuentos, los que había de entregarle a su hijo y serían revisados de antemano–. Otros sí han encontrado indicios de traducción –el poeta aprendía inglés y francés en la cárcel– en los cuentos de los hermanos Grimm y Beatrix Potter, pero serían coincidencias muy lejanas.
Sea como fuere, los cuatro cuentos de Alicante los escribió en papel higiénico de 12 x 19 cm, los cosió y los acompañó de dibujos –se le atribuyen cuando no hay prueba alguna que lo niegue–. Dibujos, poemas, cuentos, canciones, pequeños juguetes de madera artesanales, la obra que nace con espontaneidad de lo que dispone el hombre es lo único que un padre puede regalar entonces a sus hijos.
Si los cuentos hablan de cautiverio y libertad, el acto de escribirlos habla de resistencia y amor, y como en el Cancionero y romancero de ausencias que escribió al mismo tiempo, Miguel Hernández se despide de su hijo y de los españoles como esposo y padre.