Sonsoles Ónega: «No quiero ir de víctima, pero escribir es más difícil para una mujer trabajadora con hijos»
La escritora y presentadora de televisión habla con detalle de Las hijas de la criada, la novela ambientada en Galicia y la industria conservera que le ha valido el Premio Planeta, y de sus próximos retos
Una humildad contenida, casi grave. Sonsoles Ónega refrena el entusiasmo cuando agradece el Premio Planeta, ese con el que lleva soñando desde que con 18 años comenzara a escribir. Estamos en Barcelona y la resaca por los galardones literarios más importantes de España, dotados con un millón de euros, afecta a los premiados, pero también a los periodistas. Y la ganadora de este año es ambas cosas.
«Ha sido una novela difícil, escrita en medio de muchos avatares, en camerinos de dos televisiones distintas, en fines de semana y veranos sin mis hijos, y aunque lo he hecho con mucha pasión y dedicación, compaginar vida familiar y carrera profesional es duro», dice la que es también presentadora de uno de los espacios principales de Antena 3 tras alzarse con su novela Las hijas de la criada con el LXXII Premio Planeta de Novela 2023.
Ahondaba la periodista en su reivindicación feminista, presente también en su novela: «No quiero victimizarme ni ir de víctima, porque lo hago con gusto: no podría vivir sin escribir. Pero creo que las escritoras mujeres sufrimos más, que tener hijos y trabajar a la vez es durísimo, compaginar dos trabajos es durísimo. Por eso creo que escribir es más difícil para una mujer trabajadora con hijos».
La hija del también periodista Fernando Ónega, que siempre le recomendó que no se hiciera demasiadas ilusiones con los premios «porque mañana se los darán a otro», explica con pasión el origen de la historia que la ha llevado a alzarse con el ansiado galardón. «Mi novela recoge tres generaciones de una familia gallega que abarca prácticamente un siglo entero. Estas mujeres hicieron de una lata un imperio, que es lo que hizo la industria del mar en Galicia durante muchísimos años», revelaba con cierto orgullo.
En su larga investigación, que la ha mantenido alejada de su familia, ha descubierto lo rica que era la pesca en esta zona de la geografía española: «Se pescaba de todo, desde sardinas hasta ballenas, y la pesca hizo ricas a muchas familias, hasta que por muchas razones que no vienen al caso dejaron de pescarse ballenas», afirmaba sin aludir directamente al problema de la crueldad animal y la práctica extinción de las ballenas en el norte.
«Este libro hace justicia a las gallegas que se dejaron las manos»
«La conservera fue una industria que no ha sido justa con las mujeres, que se dejaron las manos limpiando pescado y cerrando latas. Esta novela hace justicia con todas ellas», afirma la flamante ganadora. Este premio supone un nuevo hito en la saga de personajes televisivos que triunfan en el mundo literario. También lo supone para la saga Ónega: Sonsoles, estrella de las tardes de Antena 3 (Atresmedia, una empresa del Grupo Planeta), es hija del célebre periodista Fernando Ónega y hermana de la también periodista Cristina Ónega.
Pero la historia no se centra únicamente en Galicia. La familia Valdés emigra al Caribe, donde continúa amasando una fortuna gracias a un ingenio azucarero en la Cuba oriental, y la tercera generación regresa a tierras gallegas. «Vuelvo, siempre vuelvo a la Galicia de mi infancia, que siempre es abrigo, y en este caso es también abrigo literario. Aunque esa Galicia mágica no la he descubierto yo», continúa Ónega, que a sus 45 años lleva toda la vida presumiendo de sus raíces: su padre es originario de Pol (Lugo) y durante años fue colaborador de las páginas de opinión La Voz de Galicia, y la periodista ya había abordado el tema de la emigración gallega en su primera novela, Calle Habana, esquina Obispo, publicada en 2004.
«Es también una historia de amor y desamor. Todo comienza cuando dos mujeres, criada y señora, embarazadas del mismo hombre, el señor de la casa, dan a luz la misma noche y la criada decide vengarse intercambiando los bebés», desarrolla la escritora, que considera que el arranque de una novela debe siempre dejar al lector sin respiración. Pero el motor para ella, y lo repite en varias ocasiones, es las vidas posibles, los infinitos caminos que se abren ante una persona dependiendo de su estatus, de su condición y, sobre todo, de sus circunstancias. «Es una búsqueda de la verdad tras lo sucedido en febrero de 1900 en el pazo (ficticio) de Espírito Santo: los personajes buscan la verdad de sus vidas y el desenlace de la novela revela si consiguen esclarecer la verdad o no».
Destaca la madrileña que a pesar de haberse inspirado en la historia real de las mujeres que sacaron adelante la industria del mar, no se ha inspirado en ninguna familia concreta: la familia Valdés, así como el pazo, es ficticio, si bien se centró en la zona de Pontevedra. «¿Es verosímil? Sí. ¿Es real? No», ataja, contundente, después de insistir en que su tiempo es limitado y por eso escribir le lleva más tiempo que a muchos otros. «Este año he tenido retos profesionales y llevo todo el día preguntándome qué habría pasado si no lo hubiera hecho, si no me hubiera atrevido a seguir escribiendo y me hubiera centrado en la televisión, que se lleva por lo menos el 80 % de mi tiempo. Pero ahora estoy contenta de no haber hecho ese paréntesis».
Otro aspecto «verosímil» que la periodista se inventa es que ubica una escuela dentro de la fábrica, donde las mujeres aprendía a leer, escribir y contar. «Es un capricho literario que me concedo, y sólo con eso, con una educación básica, esas mujeres conquistaron el mundo. De hecho es uno de los personajes, Clara, quien quiere incorporar la pesca de la ballena a la industria, porque se da cuenta de todo el potencial de un animal del que se aprovecha absolutamente todo».
«Sin lectores no hay literatura»
La lectura es gasolina para el escritor, repite la periodista, que se confiesa una amante de la literatura y reconoce la evolución que ha sufrido también en su escritura. «No escribo como escribía hace 18 o 20 años, porque he ido depurando mi estilo. Para mí lo más importante es encontrar la propia voz, una voz que reconozca el lector. Siempre pienso que voy a hacer algo distinto en la próxima novela, pero luego me doy cuenta de que no: quiero ser reconocible para el lector», confiesa antes de reconocer que este mismo verano empezó a escribir ya su próximo libro, que «ya tiene título».
«Mi primera novela ganó un premio pequeñito y le tengo mucho cariño. Pero hay muchas novelas sin fortuna que ya han sido descatalogadas, y me encantaría que Planeta las publicara». Sonsoles Ónega le tira la caña a su empresa, que este año ha hecho una inversión considerable en ella; inversión que de momento parece ser rentable, una carga que ella lleva a sus espaldas: «Entiendo la enorme responsabilidad de defender esta novela con toda mi pasión y que esté a la altura de un premio Planeta, pero eso lo van a decir los lectores. Sin lectores no hay literatura. Así que no hablo sólo de ilusión, sino también de responsabilidad».
Un caso real: las niñas de Logroño
«¿Dónde está la línea entre la ficción y la realidad? Todo lo que sucede en esta novela sucedió más o menos así, aunque las vivencias son ficcionadas», continúa la ganadora. «Me interesa muchísimo la vida como ingrediente literario. Las mejores historias están en la realidad y las que nos encontramos en los programas y magazines de televisión son susceptibles de convertirse en una novela», asegura antes de relatar el suceso real que la inspiró para arrancar Las hijas de la criada.
En septiembre de 2021, una joven de 18 años denunciaba daños morales tras haber descubierto que había sido intercambiada al nacer. «Yo conté esa noticia en el programa Ya es mediodía, pero las niñas nunca quisieron hablar. Así que ese suceso disparó mi imaginación». De nuevo surge la pregunta por la verosimilitud: «Me importa que los acontecimientos que retrata la novela sean rigurosos, porque soy periodista, pero busco la verosimilitud. No hay cálculo a la hora de ponerme escribir, no he escogido la novela histórica porque atraviese una luna de miel editorial y piense que va a triunfar. Me gusta más personalmente que literariamente, porque me gusta bucear en la historia como si fuera el paisaje de mis personajes. Me construye como escritora y como persona», reconoce, situando la verdad por encima de asuntos como el destino o incluso los vaivenes emocionales de sus personajes.
«No consta que hace un siglo hubiera patronas en las fábricas, pero estoy segura de que las hubo. Es absolutamente verosímil decir que las hubo, aunque no hayan quedado registradas. Por eso digo que esta novela es un reconocimiento a la mujer en la industria gallega: porque la mano de la mujer estuvo siempre ahí, seguro».
En esta novela de unas 400 páginas que verá la luz el 8 de noviembre Sonsoles Ónega emplea un narrador omnisciente, esa tercera persona que lo ve todo, maneja los personajes y está presente en toda la novela dirigiendo al lector. «Siempre tengo la tentación de pasar a la primera persona, pero no lo hago probablemente porque no me identifico con una sola voz», desvela antes de relatar que se trata de una «novela río, cronológicamente muy precisa desde que arranca en febrero de 1900 hasta fin de siglo».
Se trata de una novela de personajes principales muy marcados y secundarios muy potentes que permiten entonar otras voces que de otra manera se perderían. Pero Sonsoles Ónega lo tiene claro: ella no escribe ni para ganar premios ni pensando en que sus novelas se adapten algún día al cine o al formato serie, muy al alza. «Lo que me mueve es la necesidad de escribir. Ha sido un libro muy exigente y difícil, y estoy abierta en canal para mejorar. Soy obsesiva, he sufrido (aunque no vaya de víctima) y creo que me ha costado más que cualquier otra cosa que haya hecho, así que después de tanto esfuerzo, decidí presentarme al premio en secreto. Así, si no lo ganaba, me ahorraba la vergüenza... y no defraudaría a nadie».