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Noelle Mering, autora de El dogma woke (Rialp)

Entrevista a la autora de El dogma woke

Noelle Mering: «El woke es como una secta que busca controlar al hombre»

La autora de El dogma woke (Rialp) habla sobre el auge de este movimiento radical y los peligros que conlleva: «Los ingenieros sociales necesitan que la gente crea que la naturaleza humana puede ser rediseñada»

La autora Noelle Mering vive en el sur de California con su marido y sus seis hijos. Colabora en bastantes medios de comunicación de Estados Unidos (National Review, The Federalist, Catholic World Report…) con artículos sobre tendencias culturales, sociales, religiosas, y forma parte del Centro de Políticas Públicas y Ética, con sede en la ciudad de Washington.

Además, edita la web Theology of Home. Rialp acaba de publicar en España su libro El dogma woke, traducción del original Awake, Not Woke: A Christian Response to the Cult of Progressive Ideology (2021). En sus páginas, aparecen anécdotas impactantes, otras que despiertan una sonrisa, pasajes que invitan a pararse a pensar y, sobre todo, un tono agudo y nítido como el que demuestra en esta entrevista.

'El dogma woke' (Rialp), de Noelle Mering

–¿Cómo definiría usted «woke»?

–Ser «woke» consiste en ver el mundo a través del prisma de la conciencia crítica. Es decir, ver cada institución e interacción mediante un prisma de poder y opresión. Además, ser «woke» consiste en ver el orden moral como un constructo social que pretende reprimirnos.

–¿Es la ideología «woke» algo parecido a una religión secular… o una secta?

–Sí, es una religión de tipo secta que busca controlar al hombre, irónicamente, haciéndole creer primero que es un dios. Promete la liberación limitándole el mundo a sí mismo. Es una especie de gnosticismo que niega el significado del cuerpo, rechaza la razón, la naturaleza humana y, en última instancia, a Dios.

Lo ‘woke’ consiste en ver cada institución e interacción mediante un prisma de poder y opresión

–En Estados Unidos, la palabra «woke» (despertado) a veces se relaciona con una especie de renacimiento religioso o recuperación de la fe, por ejemplo, en las iglesias protestantes. ¿O significa «abrir los ojos» y denunciar lo lleno de injusticias que está este mundo (blanco, heterosexual, cristiano, patriarcal)?

–En un principio, esta palabra se usaba para poner alerta a la gente acerca de la injusticia racial. Más recientemente, la ha cooptado un movimiento ideológico para señalar una especie de experiencia religiosa mediante la cual uno accede a cierto tipo de «conocimiento» o conciencia. Una vez que estás iniciado en el movimiento «woke», debes convertirte en activista y propagar la ideología.

–Según su libro, las raíces de lo «woke» estaban en Europa (Escuela de Fráncfort), pero se expandió a través de las universidades y el mundo del espectáculo estadounidenses, y actualmente se importa al Viejo Continente. ¿Puede usted explicarlo?

–Varios pensadores marxistas procuraron sembrar la revolución en Occidente ensanchando la causa de la revolución más allá de la esfera de la economía. Aquellas figuras de Fráncfort estaban también muy influidas por Freud y pretendían unir la liberación sexual con la revolución, de ahí la revolución sexual. La identidad, más que la clase social, se convirtió en el campo de batalla. Cuando la revolución por vía violenta generó demasiadas tensiones en los años 60, el movimiento se dirigió de manera agresiva hacia las instituciones que accionaban las palancas del poder en la cultura: el mundo del Derecho, las escuelas de magisterio, el entorno académico, las iglesias, el arte y la cultura pop. Observaron atinadamente que este secuestro institucional tendría una enorme influencia en la psicología de Occidente y alzaría las conciencias de millones a través de una «larga marcha».

Lo ‘woke’ es una especie de gnosticismo que niega el significado del cuerpo, rechaza la razón y, en última instancia, a Dios

–¿Existe algún «espacio seguro» en un mundo «woke»? ¿Hay algo realmente privado o familiar, o es todo simplemente político, como asegura la ideología «woke»?

–El movimiento «woke» pretende no dejar libre de ideología ningún espacio, incluso la vida interior de cada persona. Se pretende que sea totalizador. El objetivo es que nos corrijamos interiormente incluso cuando tengamos un pensamiento que vaya en contra de la ideología. Esto resulta evidente en el transgenerismo; todo el mundo sabe que un hombre que se hace pasar por mujer es, en realidad, un hombre. Sin embargo, una vez que eres «woke» [una vez que despiertas], debes corregirte y mentirte en tu fuero interno, para poder vivir con la mentira que estás proclamando de puertas afuera.

–Disney, TikTok, redes sociales, empresas de moda… ¿Cómo acometen estas organizaciones una agenda «woke»?

–Componen una vieja guardia que quiere seguir siendo relevante frente a la nueva guardia, que está más plenamente adoctrinada. Las grandes empresas contratan a personas que proceden de las grandes universidades, de modo que sus empleados tienden a ser híper «woke». Pero también existe el factor ASG (impacto Ambiental, Social, Gobernanza; ESG en inglés), que sirve como una forma de incentivar a las empresas a ser «woke» incluso aunque pierdan clientes.

Una vez que eres «woke», debes corregirte y mentirte para poder vivir con la mentira que estás proclamando

–¿Cuál es el impacto en los niños del enfoque LGTB («perspectiva de género») y el despertar sexual en los más pequeños, a través de las actividades escolares sobre la «diversidad sexual», o la inclusión de personajes LGTB en películas, series o dibujos animados?

–Resulta enormemente confuso para los niños. Se supone que hay que protegerlos de la sexualidad adulta, pero, por el contrario, se los señala como si necesitaran estar expuestos a ella. Esto conduce a una temprana desconfianza y alejamiento de los padres, conforme van sospechando de sus valores. El origen de la educación sexual en las escuelas provino del marxista húngaro György Lukács, quien sabía que exponer a los niños a ideas e imágenes sexuales desde edades tempranas los alentaría a ser sexualmente activos mucho antes que de otra manera. Lo cual también divide a las familias, ya que los niños se van volviendo más rebeldes y desarrollan todo tipo de adicciones y vicios que los apartan de la protección de sus padres.

–Usted advierte sobre el declive de la moral sexual social y del modelo de familia, como una etapa irremisible en el final de una civilización. ¿Podría desarrollar este concepto?

–No hay forma de regresar a una sociedad sana sin una vida familiar sana. Es en la familia donde las personas encuentran pertenencia, significado, propósito, humanidad, autoexamen, protección y amor. Una vez privada, en gran medida, de estas necesidades humanas básicas, la humanidad se halla en crisis. Las personas buscan esos bienes que deberían haber encontrado en la tribu familiar, pero a menudo los encuentran en el tribalismo identitario. Este tipo de tribalismo no está ligado mediante el amor, sino mediante la complicidad: debes adoptar una mentira, adoptar una vida inmoral, adoptar una actitud feroz contra tus enemigos políticos. Esto conduce a una sociedad de personas incapaces de examinarse a sí mismas y, por lo tanto, incapaces de gobernarse a sí mismas o vivir en armonía unos con otros.

El movimiento «woke» pretende no dejar libre de ideología ningún espacio

–¿A qué se debe esa insistencia en el sexo, la familia, los padres, el género?

–La fe y la familia son el objetivo, porque constituyen las mayores fuerzas contra el totalitarismo y son las grandes defensoras de las verdades de la naturaleza humana que aportan estabilidad. Los ingenieros sociales necesitan que la gente crea que la naturaleza humana puede ser rediseñada. Por tanto, cada miembro de la familia se redefine en su opuesto: los hombres se vuelven blandos —emasculados, nada dispuestos a renunciar a su placer en aras de la virtud—, las mujeres se vuelven duras —insensibles, a fin de proteger su naturaleza vulnerable, que no puede soportar el trauma de la revolución sexual sin soportar muchas heridas—, y los niños quedan desprotegidos. De hecho, la inocencia de un niño es una afrenta a la revolución y, según los «woke», hay que corromperla. La inocencia apunta a una norma, a una medida, a la idea de que existe un orden objetivo de las cosas y un bien objetivo.

–Otra cuestión que se trata en el libro. ¿Por qué el sacerdote ha de ser un varón? ¿Por qué se supone que han de ser niños varones los monaguillos?

–Los sacerdotes deben ser hombres porque son alter Christus. Son padres, padres de verdad. El movimiento para permitir que las mujeres accedan al sacerdocio surge de la idea de que hombres y mujeres son intercambiables: que no existe un significado familiar distintivo entre el padre y la madre. Reduce la paternidad a un rol administrativo. Los monaguillos tienen que ser niños varones, porque eso les permite empezar a verse a sí mismos como futuros padres, y esa es una experiencia muy poderosa. Si los monaguillos son niños varones y niñas, eso da a entender que se trata solo de una cosa de chiquillos, y menoscaba la experiencia de tipo reverencial que es espiritualmente enriquecedora y ayuda a madurar.