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El catedrático y exdiputado Francisco José Contreras

Francisco José Contreras: «Twitter me bloqueó la cuenta por tuitear: ‘Un hombre no puede estar embarazado’»

Coloquio sobre «totalitarismo woke» en el Colegio Mayor San Pablo con Francisco José Contreras y Hermann Tertsch. Según Mayor Oreja, «el problema entre los problemas es que se está construyendo una sociedad que es la antítesis de la antropología cristiana»

El editor Álex del Rosal ha contado con Jaime Mayor Oreja y el eurodiputado Hermann Tertsch para acompañar a Francisco José Contreras, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla —y diputado nacional durante la anterior legislatura—, en un coloquio acerca de su libro Contra el totalitarismo blando, celebrado en el Colegio Mayor San Pablo (adscrito a la Universidad CEU San Pablo). Según Del Rosal, este libro aporta «las claves de lo que nos está pasando», cuyas consecuencias afectan también a quienes «por pereza y somnolencia» no están interesados. Además de elogiar la labor parlamentaria de Contreras, también ha tenido palabras para Mayor Oreja, «el mejor ministro del Interior de España durante la democracia», y cuya tarea al frente de NEOS, de la mano de María San Gil, le parece esencial.

Avance de la «ingeniería social"

Durante su intervención, Mayor Oreja ha definido a Contreras como un «pensador», y ha asegurado que la raíz de la actual crisis de civilización estriba en la «falta de referentes y falta de fe». Uno de sus puntos ha sido la reivindicación del «sentido de trascendencia». Y añade: «el problema entre los problemas es que se está construyendo una sociedad que es la antítesis de la antropología cristiana», dejando en un plano secundario las tribulaciones sobre formación de gobierno.

Portada de 'Contra el totalitarismo blando' (Libros Libres)

Habla Mayor Oreja del avance de la «ingeniería social y la cancelación», que «va a más, sigue ganando», pues «cada día es más difícil discrepar». Por otro lado, Mayor entiende que fuera de Occidente se detecta nuestra «debilidad y decadencia», y lo hila a las dos guerras que captan más la atención en Europa: Ucrania y Palestina. Entiende que este proceso de decadencia se halla muy avanzado en España, y opina que, en parte, responde a una anomalía que consiste en que la política española ha estado determinada por la violencia. El terrorismo influyó en la deriva del reconocimiento constitucional de las identidades nacionalistas, y también en otros aspectos: desde la política energética (caso Lemóniz) hasta el cambio de gobierno operado en marzo de 2004. Y, en la actualidad, la violencia del golpismo condiciona la configuración del Ejecutivo.

En su turno, Tertsch ha instado a «librar batalla para que nuestros nietos conozcan la civilización cristiana», síntesis de «Atenas, Roma y Jerusalén». Asegura que «la gente no es consciente del inmenso privilegio que supone vivir en esta parte del mundo». A continuación, ha lamentado el silenciado éxodo de 150.000 cristianos armenios, expulsados por Azerbaiyán de Nagorno-Karabaj. «Hace un mes que ha sucedido, y nadie se ha enterado», dice. Por otro lado, ha criticado el funcionamiento de la Unión Europea —califica el Pacto Verde Europeo como «un gigantesco plan quinquenal» a cincuenta años vista y que implica una «injerencia del Estado en todos los aspectos de la vida humana»—, y de determinados gobiernos, antes de indicar la relevancia que, en la deriva cultural, han tenido personajes como Antonio Gramsci y los integrantes de la Escuela de Fráncfort. Dentro del alto grado de mentalidad progresista que él detecta, cree que hoy a Adenauer lo tildarían de «facha».

Por su parte, el profesor Contreras ha comentado que, en su juventud, era de izquierdas y que durante muchos años su periódico de referencia fue El País. Tras afirmar que la historia reciente de España «descarriló en marzo de 2004», ha desgranado el concepto de totalitarismo, para distinguir entre «blando» y «brutal». El totalitarismo brutal es el propio de la China comunista —que practica el «genocidio y la tortura»—, de la Gestapo y del Gulag. Y el «blando» se define por erigirse en una suerte de religión obligatoria de Estado. En su opinión, la sociedad china se parece hoy a la descrita por Orwell en 1984, sobre todo debido al inmenso número de pantallas y cámaras de vigilancia. Por el contrario, el totalitarismo «blando» occidental se asemeja a Un mundo feliz, según el relato de Aldous Huxley.

Jaime Mayor Oreja

Para describir este mundo, ha hablado sobre el «adoctrinamiento» que llevan a cabo tanto el Estado como otros actores sociales: medios de comunicación, productoras de ficción, escuela y universidades, junto con las «superempresas» —las «Big Tech», que adolecen de «sesgo ideológico». Pone un caso que le ha afectado directamente, pues por tuitear: «Un hombre no puede estar embarazado» Twitter le bloqueó su cuenta en esta red social. En este contexto, cita a Marx: «Los capitalistas nos venderán la soga con que los ahorcaremos»; desde su punto de vista, no tiene sentido que importantes empresarios, como Bill Gates, abracen la misma causa «woke» que los condena por ser «varones, blancos, heterosexuales».

Según Contreras, el totalitarismo blando no se cobra vidas, pero sí que es capaz de destruir la carrera laboral de cualquiera, empezando por los psiquiatras que se oponen al cambio de sexo en menores de edad, y continuando por destacados empleados de Google, Jordan Peterson —a quien el gobierno canadiense pretende someter a un proceso de «reeducación»— o J. K. Rowling. Señala que esta atmósfera genera efectos perniciosos, pues la política de «cuotas» aplicada a la contratación puede impedir la meritocracia y trocarla por una «diversocracia», e incluso alimentar el conflicto social, al remarcar diferencias y «discriminación positiva» entre blancos y negros, por ejemplo. En este punto, dice que el sueño de Martin Luther King de que nadie sea juzgado por su piel, sino por su carácter, «está más lejos que nunca». Critica, por tanto, la falta de «diversidad de pensamiento», y los talleres formativos de ciertas empresas —como Coca-Cola— para animar a sus empleados a ser «menos blancos», es decir, «menos seguros de sí mismos, menos arrogantes». Sin embargo, «el sexo y el color de piel que tiene uno es el resultado de una lotería genética; no es lo que me define como persona», insiste Contreras.

Contreras afirma que el wokismo incita a las personas en Occidente a «despreciar y odiar su propia cultura y civilización». En este sentido, además de criticar a aquellos que aplauden a Putin, habla sobre el llamado «Proyecto 1619», impulsado por The New York Times y que consiste en postular que no es 1776 el año fundacional de Estados Unidos —el año que señala los ideales americanos de libertad y de «búsqueda de la felicidad»—, sino una fecha muy anterior; precisamente 1619, pues en aquel año arribó el primer barco esclavista a las costas de las Trece Colonias. Por tanto, la identidad americana sería el esclavismo, lacra por la que debe seguir pidiendo perdón. Por el contrario, las demás civilizaciones que hoy existe en el mundo «no se odian, sino que se están reafirmando». Al concluir, Contreras alude al dato de «suicidio demográfico»: «en España hay tres millones menos de personas entre veinte y cuarenta años de edad que hace veinte años»; asegura que ninguna guerra ha tenido efectos tan devastadores.