Los alguacilillos: ¿quiénes son y cuál es su función en una corrida de toros?
Conservan su original carácter de autoridad en el ruedo, pero de forma simbólica como parte de la liturgia de la tauromaquia
Quizá el más profano taurino se haya preguntado quienes son esos dos jinetes vestidos de negro que aparecen en la plaza antes de que empiece el festejo con esos sombreros con plumas. Es posible que el no tan profano los haya visto siempre y nunca se haya preguntado cuál es su función y significado, pues ya no aparecen más, una vez empezada la corrida, al menos notoriamente, si no hay triunfo.
Con jubón y golilla
Se llaman los alguacilillos y en su vestimenta, negra, como ya se ha dicho, se incluye una capa o jubón y la golilla, la parte blanca que va rodeando el cuello. Un enhiesto penacho de plumas (de color rojo y gualda en Madrid y rojo y blanco en Sevilla) adorna su sombrero. En las pantorrillas polainas y en los pies botas de cuero. Cuando aparecen en el ruedo, avanzan hacia la presidencia de la plaza, a quien piden permiso (destocándose y con una leve inclinación de cabeza) para que empiece el espectáculo.
Después de esto recorren, observantes, cada uno en un sentido, la plaza de regreso a la puerta de cuadrillas (si se trata de una novillada acuden al galope a los toreros por el medio del ruedo) donde, al llegar, da comienzo el paseíllo que dirigen. Es la demostración de autoridad, de la que son los representantes, en el foso. Buscan a los toreros, vigilan y entregan al torilero la llave de la puerta de toriles (por dónde salen los toros). Después su función es más discreta, pero los alguacilillos permanecen tras el burladero hasta el término de la corrida, y son la voz del presidente en el ruedo. También son los encargados de entregar los trofeos al matador tras la muerte del toro.
Antaño objeto de mofa en los tendidos
Su origen está en las antiguas plazas públicas, donde se celebraban antaño los festejos taurinos, lugar que despejaban de público por seguridad. Es la misma acción que realizan actualmente, pero con la teatralidad y el simbolismo que da color y significado a la Fiesta. Su función de vigilancia la realizan hoy delegados de callejón que pertenecen al cuerpo de policía, destacándose así su carácter figurativo. Un papel real, el de «comisario» o más bien el de sereno o árbitro: una autoridad que tradicionalmente era objeto de burla por el público y que hoy es parte solemne y estética de la ceremonia.