La escritora Irene Vallejo se posiciona contra la censura y la «falsa corrección política»
La escritora española ha cerrado el Festival Puerto de Ideas, en Valparaíso (Chile), donde se ha opuesto a edulcorar las obras pasadas, y en particular los
cuentos infantiles, en nombre de «una falsa corrección política» que nos roba la posibilidad de aprender del pasado
«Me parece importante que defendamos la posibilidad de que todas las ideas tengan su espacio». Así de clara y contundente se ha mostrado la escritora española Irene Vallejo en su ponencia en el Festival Puerto de Ideas. Invitada a Valparaíso, en Chile, para clausurar la presente edición de este congreso literario, la española ha defendido la necesidad de introducir a los niños a la lectura a la edad más temprana posible y se ha opuesto a edulcorar las obras pasadas, y en particular los cuentos infantiles, en nombre de «una falsa corrección política» que nos roba la posibilidad de aprender del pasado.
En el cierre de la edición del festival, la escritora ha hecho referencia al acceso a los libros que actualmente tiene la sociedad, así como a la amenaza que representa para el fomento a la lectura la censura de ciertos temas en bibliotecas públicas en Estados Unidos y el mundo.
«Hemos pasado de un larguísimo período de siglos en los que la lectura estaba limitada a clases más favorecidas. Entonces era una cuestión de clase, si pertenecías a un determinado ambiente no tenías acceso, era un privilegio y no te correspondía», señaló antes de afirmar que la censura de los libros y las brechas de acceso de los mismo evidencia «que la lectura y los libros siempre han estado perseguidos», además de reivindicar la total vigencia de los clásicos, libros que nos ayudan a conformar nuestra existencia.
En este contexto, la autora zaragozana insistió en que la raza humana es el único ser vivo que puede conocer su pasado, y eso le permite construir su futuro, y desarrolló su teoría de que los libros, desde la propia palabra, texto, está vinculado al mundo del textil, al hilo, a la vestimenta, o a la rueca, recordando a Ariadne.
Igualmente destacó su vinculación con la feminidad, desde el hecho de que el primer libro firmado del mundo pertenece a una mujer, como al significado de la expresión «lengua materna», que demuestra que la transmisión de la educación, la comunicación y el lenguaje siempre fue de la mano de las madres. Por eso, instó a todos los padres y madres del mundo a leer cuentos a sus hijos (como hacían los suyos) y a que no los mutilen en nombre de «una falsa protección» que, en realidad, es una forma de debilitarlos.
La filóloga expuso que parece obvio que socialmente hay motivos para apoyar y fomentar la lectura. «Creo que es importante abordarla, razonarla y argumentarla. Hay que decir que el libro es muy peligroso, que son portadores de ideas muy nocivas, y que algunos libros han sido best sellers pero han fomentado el odio, el racismo», dijo.
«Pero me parece importante que defendamos la posibilidad de que todas las ideas tengan su espacio, y esto alude a la madurez de cada uno de nosotros de juzgar, de pensar, de confrontar, de acudir a distintos libros, y ver la historia desde distintos puntos de vista», señaló.
Al término de la conferencia, que tuvo lugar en el centro cultural levantado en la antigua cárcel de Valparaíso, la escritora pasó más de dos horas firmando ejemplares de su conocida obra a los cientos de asistentes.
La propia Vallejo inauguró el pasado viernes el festival, un fin de semana que ha llenado de literatura, cine, ciencia, filosofía, cine, música, lectura, reflexión, fotografía y debate esta ciudad asomada al Pacífico por la que han desfilado creadores como el cineasta chileno Sebastián Leila, la filósofa argentina Florencia Abadi, la escritora española Mar Benegas, la dibujante coreana Keum Suk Gendry-Kim y la documentalista chilena Valeria Sarmiento.
Sarmiento estrenó la noche del sábado su documental Huellas, una obra que reflexiona sobre la dictadura desde la teoría de que los impactos emocionales, buenos y malos, y los momentos de estrés sufridos, dejan impactos en el ADN de las personas que después se transmiten a sus hijos e hijas a través de la genética.