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Enrique García-Máiquez, tras recoger el I Premio de Ensayo 'Sapientia Cordis' de CEU EdicionesEvelio Jiménez

Enrique García-Máiquez: «Este tiempo de España es un tiempo en el que muchos ven con extrañeza la cantidad de traidores que hay»

Entrega del I Premio de Ensayo Sapientia Cordis, de CEU Ediciones. «Existe una comunidad muy viva, muy talentosa, muy divertida, muy creativa, de pensamiento conservador», dice el galardonado

Enrique García-Máiquez, colaborador de El Debate, ha recibido de manos de Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, el premio como ganador de la I edición del certamen de Ensayo Sapientia Cordis, organizado por CEU Ediciones.

También han participado en esta entrega Javier Aranguren, profesor en la Universidad Francisco de Vitoria, y Eduardo Segura, docente en la Universidad de Granada, a quienes les ha cabido el reconocimiento de sendos accésits por los respectivos ensayos de Figurantes y de Mitokalía o la belleza relatada. Junto a Bullón de Mendoza han intervenido Ana Rodríguez Agüero, directora de CEU Ediciones, y Regina Plañiol, directora corporativa de Presidencia de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU.

Regina Plañiol, directora corporativa de Presidencia de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU; Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACdP, y Ana Rodríguez Agüero, directora de CEU EdicionesEvelio Jiménez

Rodríguez Agüero –que ha dedicado unas palabras para Pablo Velasco (hoy decano de Humanidades y Ciencias de la Comunicación en la Universidad CEU San Pablo), como impulsor de la iniciativa– ha destacado que, para esta primera edición, se han presentado doscientos ensayos, de los cuales diez resultaron finalistas y fueron evaluados por un jurado que integraban Gabriel Albiac, Luis Alberto de Cuenca, Mónica López Barahona, Gregorio Luri y María San Gil. Asimismo, ha señalado que las obras finalistas se caracterizan por su «madurez y raigambre en la tradición occidental», de modo que no sólo tienen «raíces, sino también alas», porque constituyen «propuestas».

Del ensayo de Aranguren, asegura Rodríguez Agüero que «rezuma vida, es totalmente unitario» y responde a una concepción de la filosofía como un pensamiento en torno a lo cotidiano. Acerca del texto de Eduardo Segura, comenta Rodríguez que es una «reflexión sobre el mito» a partir de una serie de autores a caballo entre los siglos XIX y XX, como J. H. Newman y, sobre todo, Tolkien, a quien este profesor ha consagrado 35 años de estudio. La publicación en libro de estos ensayos queda prevista para el segundo trimestre de 2024 en CEU Ediciones. Por su parte, Bullón de Mendoza ha resaltado la libertad de que ha dispuesto el jurado a la hora de conceder el premio.

La obra del primer galardonado se titula Ejecutoria (una hidalguía del espíritu), y, para Enrique García-Máiquez, el tema no puede ser de mayor actualidad, pues ha recogido su diploma precisamente al mismo tiempo que se produce la sesión de investidura de Pedro Sánchez, según ha querido subrayar. Frente a Pedro Sánchez, este profesor y poeta afincado en El Puerto de Santa María ha querido reclamar la importancia del «honor y la palabra dada», sin que ello suponga perder de vista la importancia del humor.

Eduardo Segura, docente en la Universidad de Granada y accésit del I Premio de Ensayo Sapientia Cordis, de CEU EdicionesEvelio Jiménez

–¿Qué cuentas en este ensayo sobre la hidalguía?

–El libro se acoge a la tradición socrática del cuidado del alma, de la nobleza de espíritu, pero añade dos o tres novedades. La primera es que intenta tomarse en serio la metáfora aristocrática, porque entiendo que existe una caballería del espíritu, y por eso incluye referencias a las obras de Ramón Llull y san Bernardo. La segunda veta sería que me lo tomo con humor, aprendiendo la lección de don Quijote: yo quiero ser caballero, y, si el peaje de mi caballería es que la gente se ría, pues fenomenal, porque mato dos pájaros de un tiro; ellos se ríen y yo soy caballero.

Mi libro hace una apuesta por la hidalguía española

Se trata de quitarle solemnidad por un extremo y meterle seriedad por otro. Y la tercera pata sería un ejercicio de mucha españolía, de una defensa de la figura del hidalgo, quizá de alguna manera contrapuesta al gentleman. El gentleman es alguien muy exquisito con las formas. El hidalgo puede permitirse el lujo de ser pobre. Son los dos grandes modelos humanos. Y mi libro hace una apuesta por esta hidalguía española. Lo propio del gentleman es la flema, que tiene un punto de indiferencia estoica. Y lo propio del del hidalgo es el sosiego, el desprendimiento ascético.

–O sea, que poca «pompa y circunstancia».

–Sí, sí. Aunque siempre, como buen gaditano, con cierto respeto. La anglofilia es ponernos un poco por debajo. Y a los ingleses hay que mirarlos de igual a igual, como los contrincantes de un partido de rugby. Ya en el tercer tiempo nos tomaremos unas copas de jerez.

–¿Sigue hoy siendo importante el honor?

–Empecemos anotando que yo no quería escribir este libro [se ríe], pero Miguel Arrufat, de la UNIR, me pidió un artículo, y a raíz de ese artículo empiezan a solicitarme más artículos, conferencias, charlas, hasta que al final me doy cuenta de que hay una especie de sed de este tema.

A los ingleses hay que mirarlos de igual a igual, como los contrincantes de un partido de rugby

La demanda ha ido por delante de la oferta, y este premio ha sido el empujón definitivo para poner en orden mis ideas. El primer capítulo del libro se titula Menesterosos de nobleza, porque en la sociedad hay una pobreza que no se ve, una pobreza de dignidad, del gusto de ser consciente del valor que tiene ser fiel a unos principios.

–¿Hablamos de ser fiel a la palabra dada?

–Algo muy propio de la cultura posmoderna es reírse del honor. Ha habido una risa continua. Aquí encaja esa frase casi profética de C.S. Lewis: «nos reímos del honor, y luego nos extrañamos de ver traidores entre nosotros». Quizá hoy este tiempo de España es un tiempo en el que muchos ven con extrañeza la cantidad de traidores que hay. Por eso, un libro como este, que enaltece el honor y que mantiene la sonrisa, se me antoja especialmente oportuno.

–¿La palabra dada es el empecinamiento?

– Hay que ser aristotélico y buscar el justo medio, pero digamos que ahora, justamente ahora, es bastante fácil ver que en aquel viejo «sostenella y no enmendalla» del Cid había quizá más nobleza que en esto de «son opiniones y cambio de opinión cada mañana». Hay un capítulo en que doy la definición de nobleza de espíritu: el noble de espíritu es alguien que se empeña en su propia nobleza y en ser fiel a ese destino que está escrito en nuestro nombre. En tu caso, empeñarte en ser un José María Sánchez Galera que se ha creído que es José María Sánchez Galera; y en el mío, empeñarme en ser un Enrique García-Máiquez que se ha creído que es Enrique García-Máiquez.

Javier Aranguren, profesor en la Universidad Francisco de Vitoria, accésit del I Premio de Ensayo Sapientia Cordis, de CEU EdicionesEvelio Jiménez

–¿Y eso tiene que ver con nuestra responsabilidad hacia los demás o con un exceso de consideración hacia uno mismo?

–En el honor es importante el humor, reírse de uno mismo, y me parece que esa es la gran salvación de la caballería que hace don Quijote. Pero, por otra parte, consiste en que lo mejor que puedo dar a los demás es lo mejor de mí mismo, mi mejor yo. Es el empeño en la propia excelencia. Hablamos de excelencia, no de perfeccionismo.

–Estuviste a punto de no poder entregar este manuscrito.

–La escritura de este libro ha sido una galopada; yo tenía la impresión de ir a galope tendido. Como en los versos de Jorge Manrique: «No mirando a nuestro daño, corremos a rienda suelta sin parar». Hubo un momento en que pensaba que no llegaba. Además, el verano en El Puerto es muy complicado socialmente, y he tenido que hacer trampas y mandar a mi mujer sola a varias cenas.

–Parece que ahora hay una nueva generación en España de pensamiento más o menos conservador, que concuerda con estas ideas. ¿Te consideras una especie de padrino de esta generación?

–El otro día estaba hablando con uno de estos jóvenes, Julio Llorente, y le pedí un consejo, y él me paró y me dijo: «Enrique, que tengo 26 años», porque yo lo veía como un igual.

No me considero un maestro, sino maestro y discípulo alternativamente

Sí, tienes razón, existe una comunidad muy viva, muy talentosa, muy divertida, muy creativa, de pensamiento conservador, algunos más jóvenes que yo, y otros mayores. Nunca como ahora ha habido un debate tan rico, tan vivo. Soy optimista, esa comunidad existe, y lo propio del talante conservador es eso mismo, un concepto de comunidad. Y vernos maestros y discípulos unos de otros. No me considero un maestro, sino maestro y discípulo alternativamente.