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Aitor Esteban, Adolfo Suárez, Winston Churchill y Gabriel RufiánPaula Andrade

Aitor Esteban, Rufián o Yolanda Díaz frente a cinco auténticos oradores de la historia

En el primer día del debate de investidura el presidente elogió la capacidad parlamentaria del portavoz de ERC, después de que este le amenazara

En 2017, el ya añoso portavoz del PNV en el Congreso de los diputados, Aitor Esteban, fue galardonado con el premio Emilio Castelar al mejor orador. En tiempos pasados rivalizó, incluso puede que adquiriera tal condición pública porque era el único, un poco copiándole, que podía alcanzar el tono del que sin duda era el mejor, puede que por ser el único, el que quedaba de los parlamentarios de otra época: Mariano Rajoy.

Ido Rajoy, expulsado precisamente por Aitor Esteban, apuñalado como César por Bruto, el político vasco se quedó en solitario con el título «oficial» de tribuno destacado sobre todos los demás, si es que se puede decir que los demás puedan ser considerados tribunos. A pesar de ello el Castelar tenía que ir a parar a alguien (pudiendo quedar desierto) y fue a caer, entre otros, en el mismísimo Íñigo Errejón, el «Gandhi» expodemita. Ver para creer.

En el posiblemente peor debate en la Cámara Baja de su historia, el presidente investido (como entonces y entre otros por Aitor Esteban), Pedro Sánchez, destacó la oratoria de Gabriel Rufián. Otro despropósito más que añadir a la colección en todos los aspectos de las dos últimas legislaturas (la tercera, sin cambios, se avecina). ¿Irá a parar el próximo premio Emilio Castelar al rapero parlamentario Rufián?

Aitor Esteban y Gabriel Rufián en el CongresoGTRES

Todo es posible en esta nueva España que se está formando, en realidad que se lleva formando desde hace casi 20 años, donde los oradores están como todo y como dijo Belmonte: «Degenerando». Una España donde Aitor Esteban, como mucho uno de los menos malos en el exponer de los diputados españoles, es elegido y tenido por el mejor, y donde el presidente del Gobierno elogia la capacidad parlamentaria de un agitador independentista no puede ser más que una degeneración.

Una pesadilla verbal que alcanza quizá sus límites en la verborrea inconexa (y proetarra) de Oskar Matute (ahora además disponible en euskera , como el catalán que tuvo que aprender de adulto el portavoz de ERC) y en el azúcar vertido y la pedantería ininteligible de Yolanda Díaz que tristemente contrastan (degenerando, por supuesto) con la capacidad de algunos de los oradores más brillantes y famosos de la historia:

Abraham Lincoln

Uno de los grandes discursos de la historia es el que dio el expresidente estadounidense (que fue asesinado) en Gettysburgh. Como tal es considerado a pesar de su brevedad y de sus principios férreos, que calaron y no engañaron. Que no mentían: «Ahora estamos envueltos en una gran guerra civil (...) Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la faz de la Tierra». Palabras que resuenan por su profundidad contra la vacuidad de las diatribas del presente.

Winston Churchill

Dicen que la suma de todos los discursos del antiguo mandatario británico, una de las figuras clave de la historia, alcanzan los 4 millones de palabras. Otro líder en tiempos de guerra cuya oralidad no natural, sino trabajada, mantuvo alta la moral y la esperanza de sus compatriotas en tiempos difíciles al modo similar en que aún hoy estremece el discurso de San Crispín de Shakespeare, puesto en la boca de Enrique V.

Martin Luther King

Casi todo el mundo ha visto esas imágenes grabadas en Washington, ante un auditorio de negros y blancos en completa armonía, del que, además de la mirada concentrada y viva, del gesto audaz, se recuerdan tres palabras: «I have a dream». El día que King fue asesinado todo Estados Unidos sintió que el sueño, poderoso en las palabras, se había acabado.

Emilio Castelar

Precisamente por su elocuencia en el hablar, el premio en el Congreso al mejor orador (que ganó Aitor Esteban en 2017, a falta de que lo haga Rufián quizá como otra condición para que los españoles antiespañoles permitan la gobernanza sanchista) tiene su nombre. Castelar es reconocido como el gran orador español que también fue un gran prosista. Menéndez Pelayo dijo: «En cada discurso del señor Castelar se recorre (dos o tres veces), la universal historia humana...», del mismo modo que en cada discurso de Esteban, Rufián o Díaz se recorren (una y otra vez) el mismo lugar (o concepto) común: la «ultraderecha».

Adolfo Suárez

Los discursos del primer presidente español de la democracia fueron notables, además de por sí mismos, porque colocaron un listón que durante algún tiempo se mantuvo hasta su precipitación al vacío presente. Baste recordar, como contrapeso de la actualidad, como envidia de la palabrería y de la iniquidad políticas en ascenso, aquellas frases de 1976 para la aprobación de la Ley para la Reforma Política que trajo la Transición y el mayor período de prosperidad de la Historia de España que ahora se resquebraja con los pactos por la amnistía de la vergüenza: «El futuro no está escrito, porque solo el pueblo puede escribirlo. Para ello tiene la palabra». La palabra rota de Sánchez, también por boca de Suárez: «Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro».