Cinco artistas catalanes o de izquierdas que rechazaron el referéndum ilegal y callan ante la amnistía
Joan Manuel Serrat, Eduardo Mendoza, Isabel Coixet, Rosa Montero o Miguel Ríos son algunos de los muchos que se ponen de lado o guardan hoy el silencio que no guardaron hace 6 años
Antes de posicionarse inequívocamente al lado de Pedro Sánchez, quien para ser «rey» no dudó en ser primero (y lo que te rondaré, morena) lacayo de los máximos y únicos totalitarios de España (y con ello hará sirvientes de una caterva de políticos tiránicos a los españoles), Joan Manuel Serrat se puso públicamente de frente al referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, por el que posteriormente fueron juzgados y condenados sus responsables, también posteriormente indultados por Sánchez, y ahora en vísperas, de prosperar la sicalíptica amnistía, de ser amnistiados (perdonados, olvidadas sus fechorías e incluso repuestos de supuestos abusos del Estado por el «lawfare», ese concepto jurídico-woke que más bien es una «Law Fair»: la «feria de la ley»).
Una posibilidad, la de la amnistía (de la que en 1977 se benefició el propio cantante) contra la que Serrat no se ha manifestado y no solo eso, sino que tácitamente la ha apoyado en sus sucesivas presencias y apoyos públicos a Sánchez, en contradicción con lo expresado categóricamente hace 6 años.
¿Qué es lo que le ha hecho cambiar al antaño magnífico autor de las míticas versiones musicales de Machado? Igual habría que preguntarle a Eduardo Mendoza, Premio Cervantes, autor de frases como «el separatismo catalán es absurdo» o «el referéndum es un «proceso descarriado», quien, si bien no camina al lado de Sánchez allí donde se le requiere, no ha tenido a bien pronunciar una sola frase sobre las tropelías, las ya consumadas y las que están en ciernes, a pesar de proceder de los lodos de los polvos a los que se opuso.
«Me la 'refanfinfla'»
La cineasta Isabel Coixet dijo que no creía «que un referéndum sea la práctica más democrática del mundo» o que «no veía contradicción entre ser español y catalán». A ella sí le han preguntado por la investidura de la vergüenza y se ha salido por la tangente, dejando rastro de ruido a su paso: «Me la 'refanfinfla'. He desconectado de toda la política catalana por supervivencia. De repente, la llave de todo la tiene un pirado que vive en Waterloo. ¡Guau! Me han pasado tantas cosas que prefiero mantenerme al margen. Y cuando crees que ha pasado todo vienen los coletazos...», le dijo a la pregunta de El Mundo.
La «desconexión», el preferir mantenerse «al margen»... Habrá que consolarse con que por lo menos piensa que Puigdemont es un «pirado», además de un prófugo de la justicia que dentro de muy poco puede regresar a España libre de toda culpa y responsabilidad y además con bastón de mando como para que a alguien esto se la «refanfinfle», aunque Isabel, no faltaría más, como Serrat o Mendoza, es libre de decir lo que le parezca, como todos los delincuentes y chantajistas del Estado español y de los españoles, al contrario que, por ejemplo, Santiago Abascal, quien no puede llamar ni siquiera «golpe de Estado» a la barbaridad, reconvenido por la nueva presidente del Congreso.
El silencio cómplice
El manifiesto contra el referéndum ilegal por la independencia de Cataluña del 1-O de 2017 lo firmaron mayormente figuras destacadas de izquierda de la cultura como Rosa Montero, una de las que apoyó la derogación de la amnistía de 1977 propuesta por el PSOE hace dos años para que se juzgaran solo los crímenes del fascismo. Nada se ha oído, ni se espera, sobre la oposición a lo que ocurre en 2023, el silencio cómplice como el de Miguel Ríos, otro «abajofirmante» de aquel manifiesto al que se ha podido ver recientemente junto al presidente y antes de las elecciones apoyándole visiblemente para impedir el acceso al poder de la «ultraderecha», cuya verdadera cara se dispone ahora a dirigir el destino de España.