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Fernando Bonete Vizcaino
Fernando Bonete Vizcaino
Anecdotario de escritores

El Napoleón escritor

El emperador francés fue autor, antes de cumplir los 36 años, de unos sesenta ensayos, novelas cortas, piezas filosóficas, crónicas, tratados, panfletos y cartas públicas

Actualizada 07:42

Estudio de Napoleón

Estudio de Napoleón

Se dice de quien lee mucho que tiene más opciones de ser escritor –mera cuestión probabilística–. Nada se dice, en todo caso, de la calidad de la escritura alimentada por la lectura –se puede ser un gran lector y un escritor mediocre–.

Napoleón fue un gran lector, precoz, aficionado a la historia y las biografías desde niño. Su madre contó que apenas jugaba con sus amigos, incluso se saltaba comidas para seguir leyendo, práctica a la que dio continuidad durante su formación escolar, evitando salir al patio, y militar, saltándose algunas comidas para invertir el dinero en libros –o enviárselo a su madre y saldar las múltiples deudas que le dejó su padre en herencia–.

Rousseau y un 'Gran Capitán'

Napoleón afirmó haber leído La nueva Eloísa de Rousseau a los 9 años, y dijo sobre la lectura de las grandes campañas: «Es la única forma de convertirse en un gran capitán». Sobre esta prefiguración, dígase que solo en su infancia y primera juventud, Napoleón ya había leído más y mejor que la grandísima mayoría de nuestros políticos en toda su vida. Asunto aparte es el uso que hizo de su conocimiento literario e inteligencia matemática.

El gusto por la lectura se vio acompañado con rapidez por el de la escritura, faceta del corso que casi nadie conoce, y que constituye toda una anécdota en sí misma: Napoleón fue autor, antes de cumplir los 36 años, de unos sesenta ensayos, novelas cortas, piezas filosóficas, crónicas, tratados, panfletos y cartas públicas. Su epistolario personal no puede tenerse en cuenta en la ecuación –por privado–, pero la cantidad de total de cartas que escribió, 33.000, dan fe de su desmedida necesidad de comunicarse por escrito.

Sus narraciones son un trasunto de los acontecimientos de su vida política y una arquetípica representación del espíritu romántico y revolucionario de su tiempo

Los temas y el estilo de sus narraciones son un trasunto de los acontecimientos de su vida política y una arquetípica representación del espíritu romántico y revolucionario de su tiempo. Henchida de patriotismo corso, de dramatismo desaforado y folclorismo, así como de conjuras, amores, crímenes y derrocamientos, su ficción es, como mucho, menor. No le fue mejor en el ensayo: como parte del dictamen del Premio de la Academia de Lyon al que se presentó y no ganó, uno de los jueces sentenció de su propuesta que era «demasiado poco interesante, desordenado, inconexo y mal escrito como para mantener la atención del lector».

Sí fue brillante en la redacción de informes militares; su precisión y tono pedagógico no tenían parangón. Y sus cartas públicas y escritos periodísticos son ejemplo excelso del arte de la oratoria. No en vano Gustave Lanson le dedicó tres páginas en su Historia de la literatura francesa. Con todo, Napoleón fue un escritor frustrado.

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