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Varias personas caminan sobre la nieve en Jerusalén cubierta de nieve en enero de 2022AFP

El Debate de las Ideas

Un fuego de invierno para los desgraciados

En Palestina la nieve es una rareza, pero el invierno es una realidad

Cuando Jerusalén había pasado dos o tres días semienterrada en la nieve, le señalé a un amigo que yo estaba preparado para justificar, de allí en adelante, todas las postales de Navidad. Las postales que espolvorean Belén con nieve son generalmente miradas por los entendidos meramente como vulgares mentiras. En el mejor de los casos las consideran ficciones populares, como la que hace hablar a los pastores del pesebre viviente en un rústico dialecto de Somerset. En el sentido más profundo, por supuesto, esta tradición democrática es más real que la mayor parte de la historia. Pero aun en el sentido más crudo y concreto, la tradición de la nieve de diciembre no es tan falsa como se ha insinuado. No es una mera ilusión localista de los ingleses representar al Santo Niño en una tormenta de nieve, como sería para los londinenses imaginárselo en la neblina. Puede haber nieve en Jerusalén, y debe haber nieve en Belén, y cuando penetramos en la idea detrás de la imagen, la encontramos no sólo posible sino también probable. En Palestina, o por lo menos en la zona montañosa de Palestina, los hombres tienen el mismo sentimiento hacia las estaciones que los del Occidente o el Norte. La nieve es una rareza, pero el invierno es una realidad. Ya sea que lo miremos como el propósito divino de un misterio, o el propósito humano de un mito, la razón de ubicar esa fiesta en invierno sería la misma en Belén que en Balham. Cualquiera que piense en el Santo Niño naciendo en diciembre, entenderá por ello exactamente lo que nosotros entendemos; que Cristo no es meramente un sol de verano para los afortunados, sino un fuego de invierno para los desgraciados.

  • G.K. Chesterton. La nueva Jerusalén (editado en español por Ediciones More)