Diez frases de Thackeray, el burlón rival de Dickens que murió en Nochebuena

Durante mucho tiempo es posible que muchos de los familiares y conocidos del genial William Makepeace Thackeray pensasen que era un caso perdido. Su madre fue objeto de corrosivas referencias en sus futuros libros. Su padre, un rico comerciante, murió cuando él un niño y su madre se casó con otro hombre. Los mejores internados fueron desde entonces sus hogares, un poco a lo Oliver Twist, sin pobreza, pero con desamparo. Se fue construyendo poco a poco un William listo y airado.

Aburrido de la vida académica, abandonó el Trinity College para viajar por Europa. Empezó la carrera de Derecho en Londres, pero la abandonó apenas un año después cuando recibió la cuantiosa herencia de su padre que gastó al adquirir un periódico que no fue bien. Fue el primero de una serie de «emprendimientos» sin rumbo que acabaron con su fortuna con un destino que estaba escrito, como escritos quedarían a partir de entonces sus columnas y artículos en distintas publicaciones. Se hizo famoso en su treintena por una serie de ensayos satíricos sobre la sociedad británica que publicó en la revista de inevitable nombre: The Punch.

Antes ya había publicado su primera novela sobre el pícaro Barry Lindon, que Stanley Kubrick convirtió en una película perfecta más de un siglo después. Sus artículos semanales en The Punch se convirtieron más tarde en el Libro de los esnobs, por el que a partir de entonces el término fue adoptado en el lenguaje habitual. No solo Barry Lindon era un pícaro. El verdadero pícaro era Thackeray y toda su obra estuvo rociada por esa esencia no exenta de belleza, de cultura y de estilo. Siempre estuvo a la sombra de Dickens, con el que se peleó cuando un protegido del autor de Grandes esperanzas, miembro como Thackeray del club Garrick, publicó duras críticas sobre él que provocaron un gran revuelo, no solo con Dickens, sino en el propio club.

Thackeray fue impopular por directo, mientras la sutileza de Dickens le convirtió en el preferido del dúo mal avenido. Todo el mundo conoce a Dickens y no todo el mundo (o casi nadie) conoce a Thackeray, a pesar de la inmortalidad de ambas obras, la de este último con una caducidad menor, que no una temporalidad menor. Solo más sacrificada por el tinte «columnístico», mordaz e inmediato frente al romanticismo y el humanismo de mayor alcance, más popular y menos elevado, también de mayor calado, del gran Dickens.