Entrevista con César Antonio Molina
«La mentira va a ser algo habitual en nuestras vidas, porque la ignorancia es un poder político»
Según el intelectual que fue ministro de Cultura, «el ser humano padece una orfandad, tiene la sensación de que no se va a favor de él, sino en contra él». En su nuevo ensayo, César Antonio Molina advierte de que «el totalitarismo se va disfrazando en cada momento con diferentes trajes»
Es gallego de La Coruña (1952). Ha sido profesor en la Universidad Complutense de Madrid, y en la Carlos III. Ha sido ministro de Cultura, diputado y director del Instituto Cervantes. Ha trabajado o colaborado en medios como Diario 16, El País o La Vanguardia.
Autor de más de medio centenar de obras –sin contar con traducciones–, la más reciente de las cuales se titula ¿Qué hacemos con los humanos?, y en la que nos habla de un mundo que se está incoando y donde sobra el ser humano tal y como hasta la fecha se había conocido. Es César Antonio Molina. Y asegura que «este mundo tecnológico está actuando casi de la misma manera que los antiguos totalitarismos».
–¿Hasta qué punto este libro continúa la senda de los dos anteriores?
–Se trata de una trilogía que acaba con este libro: está compuesta por el primer libro, La caza de los intelectuales; el segundo, ¡Qué bello será vivir sin cultura!; y el tercero, ¿Qué hacemos con los humanos?; el eje central es el ser individual. A lo largo de la historia el poder ha tratado de ocultar, de relegar al individuo por sus ideas, o bien masificarlo. Es lo que le pasó a Séneca, a Cicerón, a Sócrates. En España, tenemos los casos de Jovellanos o de Larra, entre otros. Es algo que, sobre todo, se refleja en los totalitarismos: el fascismo, el nazismo, el estalinismo, la China de Mao. Las democracias han sido siempre una defensa de la libertad individual, pero hoy vemos cómo las democracias están volviendo a ser amenazadas por la autocracia, que es una vuelta al poder «dictatorial», aunque no tan agresivo, en principio. Porque el totalitarismo se va disfrazando en cada momento con diferentes trajes. Hoy en nuestro gobierno lo tenemos muy claro; alguna señora de este gobierno va vestida con marcas de moda, pero en el fondo piensa exactamente igual que sus antecesores. Además, se da el surgimiento de un totalitarismo tecnológico. Las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, los algoritmos, el metaverso… todo este mundo tecnológico está actuando casi de la misma manera que los antiguos totalitarismos.
–¿En qué sentido?
– Porque está controlando al individuo. Porque sus aparatos vigilan, controlan, analizan sus gustos. Lo tratan como un cliente en vez de un ciudadano libre. Están llegando incluso a la esencia existencial del ser humano. En la actualidad, en vez de celebrar la victoria absoluta y total de la democracia liberal parlamentaria, volvemos a estar en peligro.
Mark Zuckerberg, en el año 2010, proclamó que la privacidad había muerto, que ya no era un derecho
–Se ha referido usted al reciclaje de los totalitarismos. En novelas distópicas como 1984 se habla de un totalitarismo que opera alterando por completo la cultura; en Un mundo feliz, aparece un modelo híbrido que incluye la ingeniería genética. Ahora se da un paso mayor mediante la pretensión de una transformación que afecte de pleno a la ontología del ser humano.
–Sí, porque ahora estamos en un tiempo en el que todas estas empresas, y todos los dueños de estas empresas y todos los teóricos de estas empresas, sin recato alguno, nos lo están diciendo. Mark Zuckerberg, en el año 2010, proclamó que la privacidad había muerto, que ya no era un derecho. Y que nos olvidáramos de la privacidad.
–En Doctor Zhivago se dice lo mismo: «La vida privada ha muerto en Rusia; la revolución ha acabado con ella».
–Exacto. La privacidad es nuestra libertad, nuestra capacidad de pensar, de meditar, de expresarnos, de crear, de vivir como individuos socializados sin perder nuestra capacidad. Además, ahora se nos dice que la evolución ha acabado y que comenzamos una coevolución. Los seres humanos ya no pueden evolucionar y ahora se trata de coevolucionar con las máquinas, al unísono con ellas. Porque nosotros ya dependemos de las máquinas, dependemos de los móviles, los ordenadores y un montón de aparatos. Pero esa coevolución va a ser todavía mayor, porque va a ser mediante implantes. Con ordenadores que se pueden conectar con nuestra mente. Incluso llegan a decir que, en un futuro no muy lejano, esa podría ser una manera de alcanzar la inmortalidad. Según ellos, la muerte no se produce, si nuestra mente se transfiere a un aparato que contenga todo nuestro pensamiento. Esto no es ciencia ficción. Todo esto se afirma desde la ciencia, desde la ingeniería, desde estamentos de investigación, digamos, científica.
–Uno de los nombres que aparece en el libro es el de Harari. ¿Cabe considerarlo el profeta de esta pseudorreligión que es el transhumanismo? ¿Hay en el fondo una especie de cansancio de ser humano?
–Cansancio del ser humano sobre sí mismo… [se queda pensativo] Puede ser. Puede ser. Porque son muchos siglos, mucha lucha. Pero hoy tiene más sentido. Precisamente porque hoy gran parte de la humanidad se siente indefensa ante todo lo que está pasando, muy indefensa porque se la está obligando a hacer cosas que están por encima de su capacidad. Porque esta tecnología no es fácil de manejar. Cada vez es más sofisticada, cada vez es más complicada. En el fondo, no la manejamos. Según una encuesta en Estados Unidos, esta década van a desaparecer más de mil profesiones. Eso es tremendo. Esa desaparición significa que con ella se van unos conocimientos, unas costumbres, tradiciones, maneras de ser, maneras de actuar. El ser humano padece una orfandad, tiene la sensación de que no se va a favor de él, sino en contra él.
–Da la impresión de que vamos hacia una sociedad con mayores desigualdades y con un eclipse casi absoluto de las Humanidades en la enseñanza, y una mengua de la actitud humanística.
– Lo que se puede producir, aunque esta palabra es muy rimbombante, es una especie de genocidio existencial. En mi libro hablo fundamentalmente del aspecto existencial. El ser humano se rige por llegar a un mundo desconocido y sin saber por qué, ni para qué. Y al día siguiente desaparecer, también sin saber por qué, ni para qué, ni adónde. Pero entre ese proceso inicial y ese proceso final, el ser humano se inventó la cultura, se inventó la civilización. Se inventó las religiones. Se inventó a Dios. Porque yo creo que Dios es una invención del ser humano debido a esa necesidad de tener un referente. Se inventó el amor, se inventó la creación artística, se inventó todos los motivos por los cuales el ser humano sigue viviendo y manteniéndose en el mundo con ánimo, con ilusión y con esperanza. Se inventó la felicidad. Creó una célula fundamental, que es la familia. Y así nos hemos ido arreglando a lo largo del tiempo. Pero ahora vienen todas estas tecnologías, y ponen en duda todo eso. Ponen en duda temas fundamentales de la existencia. Como el amor. Se puede crear un hombre o una mujer con los cuales compartir una supuesta vida imaginaria.
–Ahora empiezan a aparecer los novios y novias virtuales. Y se va camino del novio cyborg. Al final, ¿la tecnología nos va a conducir a la soledad?
–Nos va a pasar lo que sucede en Her, esa película cuyo protagonista se conforma con una voz que le habla con enamoramiento, con afecto, con complicidad. Y se conforma, aunque no la vea. Pero cuál es su decepción, cuando se da cuenta de que esa voz habla a miles y miles de personas igual que a él, que él no es el único. Entonces se viene abajo esa ficción. Vivir en la ficción es no vivir. No sé si en el futuro alguien pensará que es mejor vivir con un objeto en vez de con una persona normal y corriente; a lo mejor habrá máquinas conectadas con el individuo que den más placer que la relación física, que supriman la soledad, que la felicidad sea total. A día de hoy, eso me parece terrorífico. No sé dentro de veinte, cincuenta o cien años, porque yo sólo puedo juzgar desde hoy, desde lo que yo he vivido, desde lo que he aprendido a lo largo del tiempo. Aparte, ¿cómo se va a seleccionar a esa gente? Vamos a volver a un sistema totalitario, donde la selección se hace a base de crear grupos de gentes afectas a la causa. Igual que en esa novela, Walden Dos, de Skinner, quien, en alguno de sus libros, dijo que el ser humano no tiene arreglo, porque el mal sigue existiendo, sigue siendo un lobo para sí mismo y para los demás. En Walden Dos Skinner se imagina una especie de Edén, de Paraíso adonde llegan personas a las cuales, a sabiendas, en la entrada se les extirpa de la cabeza todas esas partículas que se consideran malignas; entre ellas, el libre albedrío. Por eso, allí todo resulta pacífico y los hijos son de la comuna, como decía una de nuestras ministras; los hijos no son de sus padres, ni de la familia.
–Hay un pasaje en su libro que coincide con algo que hace poco nos comentaba Jorge Freire. Durante la pandemia nos dijeron que había un comité de sabios, pero en realidad no había nadie en aquel supuesto «comité de sabios». ¿Es una metáfora de lo que está sucediendo?
–Nos han engañado muchas veces, y la mentira va a ser algo habitual en nuestras vidas. El Gobierno estaba tomando decisiones desde la ignorancia. Y no me refiero solo a España. Nos han estado gobernando ignorantes, porque la ignorancia también es un poder político. Siempre ha sido un poder político.