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René Girard

El Debate de las Ideas

Breve semblanza de René Girard

Recibió múltiples reconocimientos, entre otros, la medalla de Isabel la Católica y doctorados honoris causa que extendieron su obra por el mundo académico de diferentes países

René Girard es un filósofo francés, nacido en Aviñón en 1923 y fallecido en 2015. Desde 1947 enseñó en los Estados Unidos en diferentes universidades, hasta recalar en la cátedra de la Universidad de Stanford, en California.

Sus inicios fueron en la crítica literaria gracias a la cual hizo su primer descubrimiento: el deseo mimético. En las grandes obras de la literatura se repetían de manera contumaz una cadena de triángulos del deseo que siempre acaban en conflicto y que constituían la base de la trama novelística. El protagonista veía en el modelo, mediador, amigo o competidor, un rival, en tanto que los dos parecían confluir en el mismo objeto de deseo. Ahondando en estos triángulos advirtió que son temas repetitivos, somo si Dostoievski, Shakespeare o Cervantes estuvieran investigando las complejas relaciones humanas más que cualquier otra cosa. En este contexto publica un magnífico libro, Mentira romántica, verdad novelesca que ahonda en el análisis del deseo mimético. Descubre en las grandes obras literarias la violencia que se suscita cuando dos personas se disputan el mismo objeto de deseo. Este pasa a un segundo plano focalizándose en la rivalidad violenta.

Iluminadas por las pautas antropológicas de la teoría mimética se aplicó a la lectura de la mitología, las investigaciones etnológicas sobre los diferentes ritos de las diversas culturas hasta llegar a aplicar el esquema encontrado a la historia. Primero sin saberlo, luego buscado y encontrado a lo largo de su investigación, advierte en el Evangelio la clave hermenéutica. Experimenta un acercamiento al cristianismo en 1959 cuando un nebus en la frente, en potencia maligno, le pone ante la terrible tesitura de una muerte prematura. No tanto por miedo a la muerte, sino por el descubrimiento inapelable de la fragilidad de la existencia, empieza a pensar en el sentido de la vida. La confluencia de estas preguntas con sus investigaciones en aquel momento le llevó a plantearse la respuesta cristiana a la que nunca se había expuesto por la educación ilustrada que recibió de su padre, director del Museo de Aviñón, y que, sin embargo, sí había contemplado en su madre.

A mediados de los setenta publica La violencia y lo sagrado, que pronto se convirtió en un hito de la antropología; un bestseller que relacionaba la teoría mimética y el mecanismo recién descubierto del chivo expiatorio con lo sagrado, y que desarrolló en su libro posterior con el mismo nombre. Este mecanismo será el centro de sus subsiguientes investigaciones versadas sobre la singularidad del cristianismo, que supuso un salto cualitativo en la reflexión cultural y en la exégesis neotestamentaria aplicada a la historia del antisemitismo y de los ritos planetarios de expiación.

Sin menoscabo de la profundidad de un fino analista, filósofo casi sin querer, su punto de partida se encuentra en una reacción contra el racionalismo que, según él, ignora la naturaleza de lo religioso y su papel fundador en toda sociedad. En efecto, no hay grupo humano sin una cohesión inconsciente de sus miembros (unanimidad contra las víctimas expiatorias) derivada de ciertos acontecimientos de violencia mimética inevitables, perdidos en el olvido del tiempo y que expresan los mitos y todas las formas de lo sagrado. Esta dimensión de la violencia sagrada es negada y está ausente de la comprensión que los hombres tienen de sí mismos y de la sociedad que los reúne. El Evangelio ha sido despreciado por los círculos intelectuales como saber acerca de esta violencia, pero para Girard contienen todas las claves de esa autocomprensión. Este el punto sobre el que converge esta nueva antropología, que pretende fundar de manera ambiciosa el «equivalente etnológico del origen de las especies», como nuevo Darwin de la cultura, como dijeron de él Jean Michel Serres cuando recibió el reconocimiento de «inmortal» de la Academia de las ciencias de la República francesa, o Jean Marie Domenach, rector de la Sorbona. Es pretencioso querer revelar «las cosas ocultas desde la fundación del mundo», pero es lo que parece deducirse de su obra así titulada citando el pasaje de san Mateo.

En este libro Girard, traducido por la editorial Sígueme, en dos ediciones separadas por varias décadas de distancia, nos presenta una lectura «no sacrificial» de los Evangelios, reconstituyendo su estatuto científico para pensar de nuevo al hombre, y liberando a la fe cristiana de toda contaminación sacrificial. La persona de Cristo, víctima por excelencia mostrada tal cual es, nos permite comprender por qué él trasciende esta violencia eterna que hubiera podido confundirse como la condición y destino de la humanidad. Cristo inaugura un camino, sin marcha atrás, de revelación de los mecanismos del comportamiento humano que están directamente relacionados con la enseñanza de los Evangelios. Girard convierte así su pesquisa antropológica en una nueva apologética cristiana sin complejos: la revelación puso en marcha la evidencia de que las víctimas sobre las que la humanidad basa sus espurios órdenes sociales son inocentes, objeto de la ira de una comunidad en crisis con rivalidades internas irreparables, si no es sobre las espaldas de esos inocentes.

Recibió múltiples reconocimientos, entre otros, la medalla de Isabel la Católica y doctorados honoris causa que extendieron su obra por el mundo académico de diferentes países. Sus obras están traducidas a numerosas lenguas y su vigencia es incuestionable en la fenomenología de lo religioso, la psicología mimética, la sociología de las masas, la exégesis bíblica y en la filosofía política. Su último libro Acabar a Clausewitz, que acaba de ser traducido por el grupo de investigación UFV sobre Violencia y sociedad, escrito y publicado en 2007, se ha convertido en un libro profético, en torno a los acontecimientos apocalípticos en ciernes.