Tres poemas de John Dos Passos, el gran novelista de izquierdas que fue ignorado cuando se hizo de derechas
Sus novelas Tres soldados, Manhattan Transfer y su trilogía estadounidense le convirtieron en una estrella total de la literatura estadounidense. Amigo y contemporáneo de Hemingway, con el que se enemistó, fue relegado en sus últimos años por su cambio de ideología
John Dos Passos escribió 42 novelas. Un número extraordinario que coincide con el de su Paralelo 42, novela de 1930, primera parte de su trilogía estadounidense, que narra los albores del XX. Norman Mailer dijo de ella que era la novela más grande que se había escrito en los últimos 100 años.
Y puede que Dos Passos, descendiente de portugueses de Madeira, fuera el escritor más grande de aquel tiempo y de otros, que por razones ajenas y contradictorias nunca aparece entre los mejores y señalados en la mayoría de las listas, como Thomas Wolfe. Ni siquiera entre los otros estadounidenses, como su amigo Hemingway, Scott Fitzgerald o Faulkner.
Como un niño noble del Renacimiento fue educado por un tutor particular durante su adolescencia para estudiar literatura y arte clásico mientras viajó por Inglaterra, Francia, Italia y Grecia. Se graduó en Harvard y se alistó voluntario como conductor de ambulancias en Francia durante la I Guerra.
Su periplo bélico acabó en París y en La Sorbona, justo antes de convertirse en un joven escritor de éxito. Socialista viajero, sus novelas Tres Soldados y Manhattan Transfer (usada inocultablemente por Cela como modelo de La Colmena) le convirtieron en una celebridad.
Antes de ir a la guerra civil, había pasado tiempo en la Unión Soviética estudiando su sistema político. Para cuando llegó a España junto a Hemingway, su romanticismo ideológico de izquierdas ya se había empezado a difuminar. Sus novelas Paralelo 42, 1919 y El Gran Dinero, la trilogía Estados Unidos, escritas entre 1930 y 1936, habían significado su consagración absoluta.
Pero también ese período, donde desgranó con ironía en artículos la teoría comunista significó un progresivo ocaso en la consideración del público, que terminó olvidándole hasta que le volvió a recordar varias décadas después. Sartre, en la línea de Mailer, dijo que era «el mayor escritor de nuestro tiempo».
tres poemas de John dos passos:
- El castillo de Denia
De las fuertes y viejas torres que los moros construyeron
sobre las ruinas de un campamento romano
ha brotado una exuberante espuma
de margaritas y alisos,
y surgen matas de trébol y hierba encubridora
de las grietas entre las piedras doradas,
convirtiendo en suave terciopelo las gastadas escaleras
y los caminos surcados donde rechinaban los talones
de los graves caballeros vestidos con cota de malla que persiguieron y mataron
a los moros de piel oscura,
y donde, sobre sedosas rodillas, sus hijos
se arrodillaban en noches de luna llena
y prometían inauditas hazañas para merecer la gracia de sus damas
Las viejas y fuertes torres están desmoronadas y tambaleantes
sentadas como ancianos que sonríen bajo el sol.
En torno trepan las risueñas flores
y abajo el mar escéptico se ríe suavemente
en la blanca espuma de la playa
y mece los navíos con velas ondeantes
que envían centellas blancas hacia el pueblo blanco en la orilla
En un muro donde la senda está acolchada con flores,
el cabrero moreno, gorra torcida, descansa tumbado
y, por encima de la mar que lo llama, silba
la melodía que la banda del pueblo entona a golpes;
bronce reluciente abajo en la plaza:
una melodía fanfarrona de pillo,
que camina encorvada, con la gorra de lado y el cigarro
inclinando descaradamente, por delante de las antiguas
torres desdentadas y con sonrisa impotente,
más allá de la mar perpetuamente joven
que bate palmas al ritmo con manos luminosas de cobalto
y se ríe por las playas doradas. - Muelle de la Tournelle
I
En la oscuridad el río gira
risas y ondas sin cesar,
se hincha para gorgotear bajo los arcos,
pasa junto a los aullidos de las barcazas.
En su prisa por alejarse
de los muros de piedra de la ciudad
que tiene lámparas que pesan los remolinos
abajo con brillo plateado serpenteante.
Mientras vuela me llama con ella
a través de los prados hasta el mar.
Cierro la puerta, abrocho los cerrojos,
sube las escaleras a mi habitación silenciosa;
pero a través de la ventana que se abre
vuelve su canción lanzadera,
girando amor y noche y locura,
locura de la primavera en el mar.
II
Las calles están llenas de lilas.
Lilas en los ojales de los niños,
lilas en la cintura de las mujeres;
con los brazos llenos de lilas, la gente los sigue a través de la noche húmeda.
Largos remolinos de fragancia.
Fragancia de jardines,
fragancia de setos donde han vagado
todo el día de mayo
donde los amantes se han tomado de la mano
y prodigó besos bermellones
bajo el presagio de las plumas oscilantes
de las lilas fúnebres.
Las calles están llenas de lilas.
Ese rastro de largos remolinos y remolinos de fragancia,
arabescos de fragancia,
como los arabescos que se forman y se desvanecen,
en las fugaces ondas del río verde jade. - La luna menguante
La luna llena se eleva sobre la calle brumosa,
llenando el aire con un brillo plateado.
¡Los tejados y las chimeneas dibujan siluetas oscuras contra el cielo bañado por la leche! ¡Oh luna rápidamente menguante!
Parece que hace sólo una noche colgaste, una copa poco profunda de vidrio color topacio, que se inclinó hacia mis labios secos y febriles, rebosantes de promesas en el oeste en llamas:
¡Oh luna rápidamente menguante!
Y, cada noche más llena y más fría, luna, la plata ha brotado dentro de ti; aún
No he bebido; sólo la marea salada de los deseos abrasadores ha brotado dentro de mí:
Sólo tú lo has alcanzado, luna menguante.
La luna se eleva blanca sobre la calle de piedra,
pálido con satisfacción. Oh, ¿la marea del anhelo disminuirá con el reflujo de la luna, dejándome fresca oscuridad y paz con el menguante de la mañana?
Artista absoluto, extendió su juventud como pintor a las cubiertas de sus libros, diseñadas y pintadas por él mismo. Escribió otra trilogía, llamada Distrito de Columbia, donde narró su desencanto con el movimiento obrero y su radicalidad. Muchos achacaron su postergación no a su cambio ideológico sino a la pérdida de su talento creativo, una drástica acusación que no se corresponde con la realidad, o al menos no en la medida de los acusadores.
España fue destino de Dos Passos desde su infancia. Viajó con sus padres y luego en los años 30, incluido el tiempo de la guerra donde se separó de su amigo Hemingway por ausencia de sensibilidad ante el sufrimiento que les rodeaba. Esto lo contó en su autobiografía Los años inolvidables, del mismo modo que contó sus recuerdos inolvidables sobre España.
Su único libro de poemas se llamó Invierno en Castilla, y en 1923 escribió Rocinante vuelve al camino, una colección de estampas periodísticas donde aparecen sus amigos Pastora Imperio, Vicente Blasco Ibáñez, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez o su traductor al español, José Robles Pazos, cuya muerte a manos (se cree) de los soviéticos, supuso su verdadera ruptura con la ideología que un día le deslumbró.