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Imagen de un Pleno en el Congreso de los Diputados

«Disminuido» o «enano», cuando los políticos y no los hablantes ni los académicos cambian el lenguaje

No hay sentido peyorativo en las definiciones de la Academia, pero los partidos, no los hablantes, han decidido que sí

El consenso es absoluto entre los partidos políticos. Vox, que ha votado en contra de la reforma de la Constitución en la que se va a eliminar la palabra «disminuido» de su redacción, también. También está de acuerdo en que «disminuido» sea sustituido por «personas con discapacidad».

El Museo del Prado se adelantó a la aprobación de dicha reforma retirando todas las menciones a «disminuidos», «enanos» o «deformes». Se refiere la pinacoteca al «consenso político» como factor decisivo para su decisión: «...al hilo de la sensibilidad social descubrimos hay términos desacompasados con el ritmo de los tiempos», añaden desde el museo.

«Acompasamos la sensibilidad social sin alterar el valor histórico de las piezas ni el descriptivo de los textos...», explicaron desde el departamento de documentación. Así, por ejemplo, se han mantenido expresiones como El maricón de la tía Gila, el grabado de Goya que conserva su título por estar firmado por el mismo pintor aragonés.

A la vista de estas particularidades, ¿por qué «maricón» se deja y «enano» no? ¿Acaso las descripciones de otros cuadros no han sido también obra del artista? ¿Qué diferencia real hay entre el puño y letra de Goya y la descripción original? ¿No son ambas originales? ¿Por qué unas se cambian y otras no? El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, dijo el pasado julio que «antes de ceder a la presión política, cerraríamos la Academia».

De otro modo, el mismo director de la institución ya había recordado que el Diccionario «tiene 300 años de antigüedad y hay muchísimas cosas que proceden de épocas históricas distintas que hay que ir depurando poco a poco». El glosario del vocabulario español define «disminuido» como «Que ha perdido fuerzas o aptitudes, o las posee en grado menor a lo normal».

Con esta definición perfectamente clara, ¿cuál es la demanda social real del cambio por «persona con discapacidad»? No es una iniciativa popular, ni común, ni usual, ni extendida, motivos que la Academia tiene en cuenta para aceptar y añadir la mayoría de términos, sino una iniciativa política, parte de una ingeniería social que empieza en el lenguaje y alcanza hasta a la propia negación de la naturaleza, como se ve en otros ámbitos.

Referido a las personas, «enano», según el DRAE, es «Que padece enanismo. Usado también como sustantivo». No hay sentido peyorativo, ni mucho menos, en la definición de la Academia, pero los políticos, no el pueblo (los hablantes que crean e inventan las palabras), han decidido que sí.

Independientemente de que la adaptación y renombramiento de los términos pueda ser acertado o adecuado en determinados casos (como proceso natural de creación del lenguaje), o precisamente por eso, nadie salva a «persona con discapacidad», según los nuevos «cánones» de «sensibilidad», en una sucesión sin fin de reformulaciones, de ser considerada en un futuro también una expresión peyorativa en una sociedad cuya piel los propios políticos hacen cada vez es más fina.