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Paula Argüelles

Manuel Oriol: «En cierto sentido, hoy tenemos más libertad social pero menos libertad moral»

El director de Ediciones Encuentro reflexiona en el nuevo episodio del podcast ‘Luz del Mundo’ sobre la libertad en el mundo contemporáneo

«La libertad es uno de los temas estrella de nuestra época», advierte Manuel Oriol, director de Ediciones Encuentro. El también profesor de Filosofía en la Universidad CEU San Pablo protagoniza el nuevo episodio de Luz del Mundo, el podcast sobre doctrina social de la Iglesia producido por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala. En él, Oriol explora temas como el abuso de la palabra «libertad» o la diferencia entre ser libre y ser independiente.

–Hoy se habla mucho de «libertad», pero ¿de tanto usarla, la palabra ha perdido valor?

–En cierto modo. Las palabras pierden un poco de su sentido cuando se abusa de ellas: pasa en política con «democracia» o «fascismo». Pero también lo veo en positivo, porque este abuso expresa un deseo propio de nuestra época, que es genuino. ¿Hay más libertad hoy que antes? Depende. Hay más libertad social, en cierto sentido… pero quizá menos libertad moral. Estamos en un cambio de época, en el que empieza a restringirse la libertad. Vemos fenómenos como la corrección política o la cultura de la cancelación que ponen en peligro lo que tanto se había defendido en las últimas décadas.

–Usted es profesor de Filosofía. En un sentido pleno, ¿«libertad» significa poder decir y hacer todo lo que se quiera, sin límites?

–La libertad es la capacidad de realizar plenamente aquello que quiero. Es la capacidad de satisfacción. En este sentido, no está mal decir que la libertad es hacer lo que uno quiera: la cuestión es qué es lo que quiero. Porque yo puedo querer –no sé– matar a alguien, o ponerle los cuernos a mi mujer, pero ¿esas cosas son lo que más quiero en el fondo, lo que me hace más plenamente feliz? Este es un podcast católico, y la Iglesia siempre ha dicho que aquello que deseamos inmediatamente no tiene por qué coincidir con lo que queremos de verdad, el bien natural al que tendemos… que, en última instancia, no es otra cosa que Dios.

–Antes de entrar en esto, una pregunta previa: ¿la libertad es algo gradual o es algo que se tiene o no se tiene?

–Me temo que aquí hay que distinguir entre tres niveles de libertad. El primero sería el libre albedrío, la autodeterminación. Es la libertad en sentido psicológico: un don de Dios que tenemos todos los que podemos ejercer nuestra razón. Puede haber muchos factores que influyan en mis decisiones, claro, pero ninguno las determina: al final soy yo quien elijo lo que quiero, dentro de las influencias y condicionamientos.

–Hay filósofos actuales, deterministas, que no estarían nada de acuerdo con esto que dice…

–Es cierto: este es un tipo de libertad que ha sido muy puesto en duda en las épocas moderna y contemporánea. Es una paradoja de nuestros días: se busca mucho la libertad, pero se niega teóricamente que seamos libres. Esto es el determinismo, que trata de explicar todo lo que hacemos en términos psicológicos, sociales, educativos, materiales, de neurociencia... Parece que cuando yo quiero algo, hay algo que me ha hecho querer eso... Mi libertad se anula. Y con ella mi responsabilidad, claro.

Paula Argüelles

–¿Cuanta más libertad, más responsabilidad?

–Por supuesto. Si no fuéramos libres, no seríamos responsables de nuestros actos. No podríamos responder por ellos. Por eso no metemos en la cárcel a un niño que comete un delito, porque entendemos que no ha sido completamente libre.

Nuestra libertad está hecha para Dios pero tiene que lidiar con las cosas de este mundo, y por tanto engañarse a sí misma

–Hablaba de tres niveles, ¿cuál es el segundo?

–La libertad moral, que sí poseemos en diferentes grados, porque tiene que ver con lo que decía de la capacidad de satisfacción. Yo soy más libre cuanto más me atengo a aquello que quiero de verdad. Un ejemplo que pongo a mis alumnos: todos queremos aprobar un examen, pero unos son capaces de esforzarse por ello, resistiendo la tentación de salir de fiesta, y otros no. Los dos son libres en el primer sentido, pero uno es más libre que otro en el segundo sentido, porque es más capaz de ir en contra de –en este caso– sus apetencias inmediatas. El tercer sentido de libertad, por cierto, es la libertad externa, social, política: que se den las condiciones para poder hacer lo que quiero. Por ejemplo, yo puedo querer decir lo que pienso… pero vivir en un régimen político en el que eso esté penado con la cárcel.

–Ahora sí, vamos a la doctrina social de la Iglesia. ¿A qué se refiere el Catecismo cuando dice que todo hombre posee la libertad de orientarse a su último fin?

–Bueno, como decía antes, el fin último es Dios. San Agustín decía que nuestro corazón –y nuestra razón y nuestra voluntad– estará inquieto hasta que descanse en Él. Desde un punto de vista no religioso, esto significa que nuestro corazón, voluntad y razón están hechos para el infinito: eso es antropológicamente verdadero. Cualquier persona, venga de la cultura que venga, es consciente de que nada basta, aunque luego uno diga que ese infinito no existe o que es imposible de alcanzar. A eso se refiere la doctrina católica, y también nos recuerda que a Dios le conocemos a través de la Creación. Nuestra libertad está hecha para Dios pero tiene que lidiar con las cosas de este mundo, y por tanto puede engañarse a sí misma.

–¿Cómo puede ocurrir esto?

–Somos libres, pero falibles, y podemos fallar al identificar como ese fin último cosas que no lo son. Eso es el pecado. Está todo en el relato de Adán y Eva: frente a Dios mismo, el ser humano es capaz de elegir un ídolo. Otra forma de ver esto es darse cuenta de que en el fondo de todas las búsquedas de nuestra época, aunque estén equivocadas, late un deseo de plenitud. Decía Chesterton que el error es una verdad vuelta loca: yo puedo identificar la felicidad con el placer, el poder o el dinero, y soy libre de vivir buscando estas cosas como fin último. La cuestión es si eso realmente satisface o no mi corazón.

En el fondo de todas las búsquedas de nuestra época, aunque estén equivocadas, late un deseo de plenitud

–¿Qué más dice el Magisterio de la Iglesia sobre la cuestión de la libertad?

–Insiste mucho en el papel de Cristo, porque estamos hechos para Dios… pero Él se ha hecho hombre. Se ha abajado y se ha hecho compañero de nuestro camino humano. Cristo viene a hacernos realmente libres, y nos permite identificar en la vida de la Iglesia el fin último de nuestra vida. Es una ayuda a la libertad. La Iglesia también insiste en la relación entre libertad y dignidad: los hombres tenemos dignidad precisamente porque somos libres, cosa que no pasa con el resto de la Creación.

–Una oyente de Luz del Mundo nos envió esta pregunta. En un matrimonio, ¿una persona que dependa de su cónyuge económicamente puede tener el mismo grado de libertad que una persona que sea independiente en este sentido?

–Tras esta pregunta hay una concepción limitada de la libertad: la libertad como independencia, algo a lo que estamos muy acostumbrados hoy. Entendemos que alguien es más libre cuanto menos depende de otros. Pero si fuera así, sería imposible una libertad plena, porque no podemos vivir aislados. Además, podemos ser muy independientes y no sentirnos libres, y estar insatisfechos. A la vez, alguien puede ser dependiente y ser libre: yo mismo no soy menos libre porque dependa de mi mujer en muchas cosas. Al revés. Siempre que eso sea lo que yo quiero y lo que realmente me hace pleno. Por otro lado, es verdad que hay condiciones que dificultan la libertad, como la pobreza. Y es justo que se busquen las condiciones sociales y políticas que permitan el desarrollo de la libertad. En ese sentido, una sociedad sin libertad de iniciativa social, de educación o de asociación dificulta la libertad. Pero incluso en esos casos el grado fundamental de la libertad no estaría completamente impedido.

Lo que hay que hacer es buscar la compañía de personas libres: uno aprende la libertad siguiendo a personas libres

–Para terminar, ¿algún texto que recomiende para profundizar, para crecer en libertad?

–Habría muchísimos, porque la libertad –como hemos dicho al principio– es uno de los temas estrella de nuestra época. Hay muchos textos magisteriales, como Dignitatis Humanae o Veritatis Splendor, que hablan sobre la libertad. Pero quizá más que leer lo que hay que hacer es buscar la compañía de personas libres: uno aprende la libertad siguiendo a personas libres. Viviendo en una buena comunidad, y quizá la comunidad cristiana es el ejemplo paradigmático de esto. Es más importante ser libres que saber mucho sobre la libertad.