Albert Camus, nuevo blanco de la ideología 'woke': acusado de colonialista y machista
El ensayo del escritor francés Olivier Gloag acusa al autor de defender hasta el final su postura sobre la independencia de Argelia. Los camusianos ven en él «deshonestidad intelectual»
«Las circunstancias han cambiado, los polemistas han muerto y desde entonces han surgido dos generaciones de escritores. Pero aquella polémica es aún actual. Cada mañana la reactualizan los diarios, con su ración de estragos, y los dilemas políticos y morales en que nos sumen», escribe Mario Vargas Llosa en Entre Camus y Sartre. A mediados del siglo XX la disputa entre el existencialista y el autor de El extranjero a propósito de la revolución y el totalitarismo de izquierda marcó el centro neurálgico de la intelectualidad: Francia.
Parecía un debate superado, hasta que ha llegado el desconocido Olivier Gloag, profesor de francés en la Universidad de Carolina del Norte, que publica Oublier Camus (Olvidar a Camus), un libro que ha levantado una potentísima polvareda no solo en París, sino en el resto del país, que a pesar de todo su progresismo sigue manteniendo símbolos intocables.
No hay que olvidar que hasta hace pocos años, en los 80, El extranjero de Camus se explicaba como una novela existencialista: a través de la historia de un criminal juzgado por haber matado a un árabe sin motivo específico, el autor reflexionaba sobre los grandes temas del absurdo, las convenciones sociales, la justicia humana y la salvación religiosa. Siguiendo el enfoque de los libros de texto de literatura francesa, la novela fue leída a través del lente del humanismo universal defendido por el novelista en sus ensayos.
A diferencia de lo que ocurre hoy, por entonces las instituciones educativas francófonas aún no se habían visto afectadas por la ola de estudios poscoloniales. La traducción francesa del ensayo de Edward Saïd Orientalismo. El Oriente creado por Occidente, obra fundacional de este movimiento crítico, fue publicada en 1980, dos años después de la versión original, pero no fue hasta el año 2000 que vio la luz la traducción de Cultura e imperialismo, publicada en 1993, donde Saïd se acerca a la obra de Camus. Sin duda, las diferencias políticas entre Camus y Sartre habían hecho correr mucha tinta en Francia: después de haberse opuesto en la cuestión del marxismo y del totalitarismo, los dos hombres se habían roto definitivamente tras la negativa de Camus a apoyar a los rebeldes argelinos en su lucha.
«Desmitificar a Camus»
Ahora, Olivier Gloag busca precisamente «desmitificar y analizar verdaderamente el lugar de Camus en su época, particularmente como defensor del colonialismo en Argelia». El autor lo dibuja como un escritor colonialista y machista, y trata de derribar su pedestal como intelectual humanista. El autor se esperaba las críticas («Siempre es divertido ver a las operetas torquemadas hablando sobre la inquisición woke», escribe en su Twitter), pero quizá lo que no se esperaba era la gran contestación que ha obtenido por parte de los franceses.
Intelectual, periodista, gran novelista y además ciudadano comprometido, Albert Camus es reducido en este ensayo a aspectos descontextualizados de su personalidad, él que defendió, en su vida y en sus escritos, ideales como la justicia, la libertad y la ética. Sin embargo, nunca cambió su postura sobre la independencia de Argelia, lo que le vale ahora el calificativo (demasiado extendido) de «colonialista». De hecho, aunque Camus murió en un accidente automovilístico, mucho se ha hablado de que pudo tratarse en realidad de un atentado terrorista a manos de un comando del FLN argelino.
Los estudiosos y seguidores del escritor, denominados camusianos, han montado en cólera. Acusan a Gloag de «deshonestidad intelectual», de «derribar estatuas» y de «cancelar» al estilo de la izquierda universitaria norteamericana, como se ha leído en Le Figaro. También de «rehacer los procesos estalinistas de los años cincuenta». Lo que busca Gloag es acabar con su idolatría, con esa aura sagrada que parece tener en Francia todavía hoy, por encima de su «contrincante» Sartre.
Sin embargo, el título del ensayo deja poco espacio a equívocos, como le espetan sus detractores: hay que olvidar a Albert Camus, olvidar que fue un hombre (que nació, de hecho, en Argelia) con sus pecados, con su colección de amantes, con su esforzado pensamiento que en ocasiones, sí, rayó la contradicción. Pero la acusación viene, como sucede tantas veces, de una extrema izquierda francesa vigilante, como una especie de nuevo Robespierre que decide qué se puede y qué no se puede leer.