Diez frases de Montesquieu, el creador de la separación de poderes que provoca alergia a Pedro Sánchez
En El espíritu de las leyes, su obra más conocida, se concibe también la monarquía constitucional como sistema idóneo contra la tiranía y/o el despotismo
Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, filósofo, intelectual y jurista del XVIII, auténtico padre fundador teórico de Estados Unidos, dijo: «Todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar de este, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder». Después de leer esta frase, cualquiera podría decir que Pedro Sánchez es un vampiro y Montesquieu una cruz que hace su efecto fantástico, pero ciertamente real, en la criatura.
El espíritu de las leyes, su obra más conocida, donde se conciben, no solo la separación de poderes sino también la monarquía constitucional, como los sistemas idóneos contra la tiranía y/o el despotismo, podría ser la obra de cabecera de los muñidores gubernamentales, con Sánchez a la cabeza, pero para hacer justamente lo contrario de lo que en el tratado se propugna. Montesquieu, liberal, garante teórico de la libertad, caería como el agua sobre el sodio en la sociedad española que pretende crear el poder político.
«Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistrados, la potencia legislativa y la potencia ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad; porque se puede temer que el mismo monarca o senado pueda hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente». Sánchez y su Gobierno parecen estar echándole un pulso sectario al gran pensador universal mediante la subversión de sus principios.
Diez frases de montesquieu:
- «La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie».
- «No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia».
- «Las leyes inútiles debilitan a las necesarias».
- «Nada puede ni debe estar por encima de las leyes que rigen en una sociedad».
- «La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad y el espíritu de igualdad extrema».
- «La descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado».
- «Si un ciudadano tuviera derecho a hacer lo que éstas prohíben, ya no sería libertad, pues cualquier otro tendría el mismo derecho».
- «Más Estados han perecido por la depravación de las costumbres que por la violación de las leyes».
- «La libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten».
- «Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder».
Compensan o tratan de no compensar el no atravesamiento de la legalidad, al menos de una forma expresa, con el traspaso absoluto de la moralidad que apunta a consecuencias mucho peores que las de una vulneración explícita de la ley. La ley, según Montesquieu, y el espíritu sin el que aquella no existe y cualquiera diría que no quiere, Sánchez, que no exista, azuzado por los enemigos indudables de la separación de poderes, el veneno de la democracia con los que se alía en la pretensión de un poder tiránico contra el que escribe Montesquieu.
La burla constante a los jueces de los separatistas se une al intento pasmosamente indisimulado de Sánchez de acomodar esas exigencias, si no imposibles, sí inmorales desde el mismo espíritu de las leyes: la putrefacción de la democracia, el camino al despotismo, a la sinrazón, en el camino contrario al que recorrieron los Estados Unidos nacientes, sostenida en los postulados del liberalismo, esa estrella titilante de la llamada «fachosfera», en la sociedad donde hasta los términos hallados son vulgares, mientras Montesquieu, y con él Hamilton, Adams, Washington o Jefferson se revuelven en sus tumbas como tantos españoles en sus vidas sin aparente solución.