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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante un mitin de Sumar en Santiago de CompostelaEFE

El obsesivo alegato de Urtasun por la lengua gallega en las elecciones mientras no cesa de atacar al español

El caso de España es único en el mundo: un Gobierno que pone por delante las lenguas regionales frente al idioma común, que además es agredido desde distintos frentes, también gubernamentales

Ernest Urtasun habla en español como ministro de Cultura, pero pretende que el catalán se enseñe en todo el país. Su defensa del catalán contrasta con su ataque sibilino al español, a pesar de utilizarlo. Es un caso de delirio y sectarismo sin parangón. El ministro quiere que el Instituto Cervantes, la institución pública española que promueve «la enseñanza, el aprendizaje y el uso del español», refuerce el catalán en el exterior. El catalán baja en uso, pero este Gobierno quiere hacer de ella lengua oficial en el Parlamento Europeo.

El afán por las lenguas regionales y minoritarias, en las que solo se entienden los oriundos, al contrario que lo que sucede con la lengua común, el español, también llega ahora en tiempo de elecciones a las diatribas de Urtasun en el caso del gallego. El gallego como arma frente al español. Y no solo las lenguas cooficiales, sino también las no cooficiales. El asturiano también está en la agenda del ministro, como el aragonés:

«La pluralidad lingüística es uno de nuestros grandes patrimonios compartidos, no una amenaza. Impulsaremos una estrategia de apoyo, difusión y proyección de la diversidad cultural y lingüística en España». Todo es diversidad y nada es homogeneidad: la homogeneización positiva y universal, la Hispanidad, que significa el español. Ya se sabe que la Hispanidad es un concepto «discutido y discutible» (como dijo Zapatero de España sin tapujos) para este Gobierno de enemigos de España, precisamente.

El español también ha sido despojado de su especialidad en el Congreso de los pinganillos absurdos. El trabajo de demolición del español es lento, pero constante, erosionado incluso desde las mismas instituciones encargadas de su protección, como el Cervantes, diversificado perversamente por las autoridades en sus regionalismos sectarios. Toda la política del ministro de Cultura español va encaminada a despojar al español de su preeminencia natural desde distintas perspectivas: cambiando su historia (llamando colonialismo a lo que no es) o promocionando la leyenda negra como en el pabellón español de la Bienal de Venecia.

Se escuda en sus consignas el ministro en que, por ejemplo con el gallego en su urgente campaña electoral, «es una riqueza que vamos a impulsar». La llamada «pluralidad lingüística» que es la forma en que expresa este gobierno ir echando tierra sobre el español sin que se note, o sin que crean que se note.