La obra de teatro que condenó a Sócrates
El cómico Aristófanes atacó con dureza al filósofo en un texto satírico que lo acusa de las mismas faltas por las que moriría años después
La historia de la Filosofía encontró en Sócrates una especia de protomártir del logos. El juicio de Atenas contra él y su decisión de aceptar la cicuta por el riesgo a escapar y «cometer una injusticia» hicieron del maestro de Platón un ejemplo de entereza y coherencia. Buena parte de los textos que se refieren a él están escritos desde la admiración hacia su figura y sus ideas, sin embargo, la primera referencia histórica que tenemos del pensador griego es bien distinta.
Unos 25 años antes de la muerte del filósofo, el autor teatral Aristófanes decidió convertir a Sócrates en protagonista de su obra Las nubes. El cómico, fiel a su estilo, elaboró un texto satírico, caricaturesco y plagado de críticas a la propuesta educativa e intelectual de su conciudadano. La representación compitió con otras dos en el certamen ateniense de aquel año y quedó en último lugar, pese a ello, el propio Platón reconocería después que su duro mensaje caló hondó en la polis y sus habitantes.
El argumento de Las nubes presenta a Sócrates como un sofista más. A él acude un pobre anciano, Estrepsiades, preocupado por las deudas generadas por su hijo y su afición a los caballos. Agobiado por la posibilidad de verse acosado por los acreedores, lo único que pide el nuevo alumno del filósofo es conseguir la habilidad para imponerse ante un tribunal, algo que ofertaban personajes como Gorgias o Protágoras, pensadores a los que tanto criticaba Sócrates.
Además de ser tildado de sofista, de cobrar por impartir enseñanzas, Aristófanes riega la obra de todo tipo de situaciones cómicas y ofensivas con el fin de ridiculizar al pensador y sus discípulos, a los que muestra como personajes «pálidos y macilentos» sorprendidos por las indagaciones de un Sócrates preocupado por descubrir si los mosquitos hacen ruido por la boca o por el lugar donde la espalda pierde su nombre.
Pero, más allá de estos chistes, acusaciones mucho más graves se pudieron ver sobre el escenario: por un lado, Sócrates se muestra como alguien que corrompe el espíritu de los jóvenes y, algo todavía peor para la época, un hombre que no venera a los dioses de la ciudad. Apenas ha comenzado la obra cuando el filósofo reconoce en la ficción que son las Nubes, elemento que da nombre a la comedia, su verdadera divinidad.
Una parodia con consecuencias
Más allá de la verosimilitud de todas estas afirmaciones, burlas y acusaciones, la obra no gozó del favor del jurado en Atenas. Sin embargo, su caricatura de Sócrates y los males imputados sí quedaron grabados en la memoria de una ciudadanía que años después superaría con sus actos a la ficción.
Ajusticiado ya el filósofo, su discípulo Platón escribió una Apología en la que recuperaba el discurso de defensa pronunciado por su maestro ante el tribunal que lo acusaba de, precisamente, «corromper a la juventud y no creer en las divinidades del Estado». Antes de entrar en materia, el propio Sócrates advierte que «las calumnias» por las que es señalado tienen su origen en la comedia de Aristófanes.
Entre el estreno de Las nubes y el juico a Sócrates habían pasado 24 largos años. Sin embargo, Platón consideraba que los instigadores de la causa contra el pensador crecieron con una imagen distorsionada del sabio y marcada por una humillante caricatura que acabó teniendo funestas consecuencias.