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Fernando Bonete Vizcaino
Anecdotario de escritores

La fraudulenta muerte de Edgar Allan Poe

Un excéntrico crimen ayuda a resolver el misterio de una muerte sobre la que se han lanzado incontables teorías durante casi doscientos años

El escritor Edgar Allan PoeGTRES

Morirse pobre es una constante en la historia del arte. Solo en casos muy contados pintar, esculpir, componer o escribir da para sobrevivir –ya no digamos para vivir–, por lo que en principio la muerte de Edgar Allan Poe por tuberculosis no pasaría sino por un caso más de penuria económica y escasa salubridad derivada de su condición de escritor.

Que muriera de tuberculosis ofrece poco comentario para finales del XIX, cuando más del 70 % de los europeos y norteamericanos estaban tocados por el bacilo de esta enfermedad –también John Keats y al menos dos de las hermanas Brontë murieron de tuberculosis– y su propia esposa, su prima Virginia Clemm –él tenía 27, ella 13 años cuando se casaron– falleció de esta infección.

Una muerte en la indigencia

Que muriera en la indigencia, incluso si su suerte estaba a punto de cambiar –en lo profesional con un puesto de editor de poesía en Filadelfia; en lo sentimental recuperando a un antiguo amor, Elmira Royster Shleton– ofrecería menos comentario todavía si no fuese porque una de las hipótesis sobre las circunstancias que habrían desencadenado la muerte de Poe por agravamiento de la tuberculosis que padecía –la apunta su biógrafo Mark Dawidziak – fuera el fraude electoral.

Placa conmemorativa en el sitio donde falleció Poe, Antiguo Hogar y Hospital de la IglesiaEli Pousson

No el cometido por el escritor por propia voluntad, sino el que le habrían obligado a cometer como parte de la práctica del cooping: el secuestro temporal de vagabundos a los que se confinaba y se suministraba alcohol y drogas para manejarlos a voluntad de los perpetradores y hacerlos votar por el mismo candidato en un mismo o distintos colegios electorales con diferentes identidades –Maryland carecía de un sistema de registro y solo era necesario confirmar la identidad mediante testimonio de un ciudadano local–.

Poe llevaba días desaparecido desde que iniciara su viaje a Filadelfia

Poe llevaba días desaparecido desde que iniciara su viaje a Filadelfia desde Richmond para acometer su nuevo empleo de editor. Debía pasar por Baltimore, pues desde allí cogería el tren a Filadelfia. El impresor Joseph Walker reconoció al escritor –la fama nacional entre la gente de letras le precedía tras la publicación de El cuervo– a las puertas del pub Gunner’s Hal –que también funcionaba como colegio electoral (!)–, semiinconsciente y vestido con andrajos que no eran suyos, en un estado deplorable que le llevaría días más tarde a morir ingresado.

Misterio resuelto

Este excéntrico crimen ayuda a resolver el misterio, el de una muerte sobre la que se han lanzado durante casi doscientos años incontables teorías –o falsas anécdotas– que tras la investigación de Dawidziak quedarán descartadas: no recibió la paliza de los hermanos de la mujer con la que esperaba casarse –no constan lesiones corporales en el informe del hospital–; no se envenenó con el gas carbón emitido por la luz del hogar –no se encontraron restos de metales pesados en los cabellos guardados tras su muerte–; no murió de rabia contagiada por los gatos, a los que adoraba –los síntomas de su deteriorado estado de salud no eran coincidentes con esta enfermedad–; tampoco se suicidó, pues su vida, justo en el momento de perecer, albergaba las mejores perspectivas de futuro. Una historia macabra digna de su literatura.