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Urtasun y el arte iberoPaula Andrade

Urtasun, descolonizador de iberos

El ministro de Cultura ha incluido el arte de los iberos en su campaña por liberar a los museos estatales del lamentable «marco colonial» y de las «inercias de género»

Aunque la imaginación no tenga límites, cada día nos sorprenden nuevas ocurrencias de los ministros de este gobierno, que se autocalifica como progresista. Cito dos de las más recientes.

Óscar Puente ha defendido la amnistía de los golpistas catalanes con un argumento de una sutileza jurídica excepcional: «Ahorrémosle el trabajo a la Justicia, que muy sobrada de recursos tampoco está».

Nadie podrá discutir el evidente sentido práctico de esta propuesta pero la mente preclara que la ha ideado no debe quedarse ahí sino sacar las lógicas consecuencias que esto implica: cuantos más delitos se supriman, más trabajo ahorraremos a magistrados, fiscales, procuradores, policías, guardias civiles… ¿Cómo a nadie, hasta ahora, se le había ocurrido algo así? Un nuevo horizonte progresista se abre para la envejecida ciencia del derecho.

La segunda ocurrencia parece algo más compleja: en su campaña por liberar a nuestros museos estatales del lamentable «marco colonial» y de las «inercias de género», el ministro Urtasun ha incluido también al arte de los iberos (o íberos, con acento: las dos formas son válidas).

Mi tosca ignorancia me hace plantearme una pregunta previa: los iberos, ¿fueron colonizadores o colonizados? Usando la jerga que hoy está de moda, podemos considerarlos colonizadores porque, cuando se asentaron en amplias zonas de nuestra Península, impusieron sus formas culturales y modificaron las manifestaciones propias de las comunidades anteriores: fenicios, griegos, tartesios. También podemos verlos como colonizados por los que después llegaron: romanos, godos, árabes. En eso consiste exactamente la cultura, en la transmisión de la antorcha. Por defender la cultura y el arte ibero, ¿vamos a renunciar a nuestro legado griego, romano y árabe? (Llegados a este punto, me imagino a don Américo Castro, don Claudio Sánchez Albornoz y don Ramón Menéndez Pidal muertos de risa… o de pena).

Dejemos las generalidades, bajemos a lo concreto. Ha apuntado el ministro Urtasun al arte ibero que se expone en el Museo Arqueológico Nacional. Quizá quiera devolver a Elche y Baza, sus Damas; a Baena, su Leona; a Balazote, su Bicha; a Porcuna, su Oso; a Osuna, su toro; a Montealegre del Castillo, la Dama oferente del Cerro de los Santos… El catálogo digital de Museo Arqueológico Nacional, en su parte dedicada al arte ibero, incluye más de dos mil piezas notables.

Quizá lo que busca Urtasun es la resonancia de un gesto político que le llevaría a todas las portadas: lo conseguiría, simplemente, si intenta devolver a Elche su Dama y a Guernica, el cuadro de Picasso. ¡Qué ocasión para asestar un golpe magistral a la fachosfera!

Estoy seguro de que, en ese caso, su fervor descolonizador no se detendría ahí, también exigiría que el Museo Nacional de Arte de Cataluña devolviera sus pinturas a Taüll, a la aragonesa Sigena, a la castellana San Pedro de Arlanza; sus obras de arte califal y andalusí, a Andalucía… No dudo de que lo haría.

Como Pedro Sánchez es un líder global, Urtasun lograría en seguida que el Metropolitan de Nueva York devolviera a España el patio renacentista de Vélez Blanco; The Cloisters, el ábside de Fuentidueña, los frescos de San Baudelio de Berlanga y los sepulcros de los condes de Urgell; el Museo de Boston, la portada de San Miguel de Uncastillo; el Louvre, las esculturas iberas que marcaron una de las etapas de Picasso…

Por grande que sea su capacidad, le espera a Urtasun una tarea realmente hercúlea. Volvamos al comienzo, a los iberos: ¿quién los descolonizará? El descolonizador que los descolonice, buen descolonizador será.

¿A quiénes hay que devolver sus obras de arte? ¿Quiénes son hoy sus legítimos herederos? Supongo que todos los españoles, sin distinción de pueblos ni de Comunidades Autónomas. Por esa razón tan simple se exponen hoy tantas obras de arte ibero en nuestros Museos nacionales. Todos nosotros somos iberos.

Un poeta vasco, Gabriel Celaya, que no era un facha sino un miembro del Partido Comunista de España, se definió así:

«Soy un ibero

y, si embiste la muerte,

yo la toreo».

Pero a Urtasun eso le parece solamente tortura animal