Diez frases de Juan de Mariana, el intelectual incómodo de quien tomó el nombre la República francesa
Se cumplen 400 años de la muerte del polémico teólogo que defendió una política moral como condición fundamental para el ejercicio del poder
Juan de Mariana fue para Felipe III una suerte de Aristóteles para Alejandro Magno. Una de las diferencias es que la terquedad del jesuita terminó con que su alumno le condenara por criticar la institución que el hijo de Felipe II (de quien De Mariana fue consejero) representaba. De Mariana pensaba en El Príncipe, como Maquiavelo, pero también en el pueblo y en sus derechos individuales.
La de De Mariana es una postura poco común, a medio camino de cruzar el río. El poder está en una orilla y el pueblo en la otra, y desde el centro, montado en su caballo teológico, aguantando la corriente ideológica y política, está el jesuita pidiéndole a gritos justicia al rey y paciencia a los ciudadanos.
De Mariana no creía en la justicia de los hombres sin estar sometida a la justicia divina. Creía en la moderación del poder por parte de otras instituciones para evitar la tiranía. La Justicia solo está en Dios para De Mariana, pero representada en el rey y en el pueblo.
Ahí en medio de los rápidos, el teólogo sobresaliente que previó el absolutismo, señaló la racionalidad como la máxima virtud, el arma poderosa que empuñó y con la que se enfrentó a todos, a la Iglesia y a la monarquía. En una mano la racionalidad y en otra la integridad racionalizada, sin condicionantes ideológicos. Un hombre en contra de un presente que se manifiesta contrario a todas sus enseñanzas y postulados.
diez frases de Juan de mariana:
- «No hay en el mundoreino que tenga tantos premios públicos, encomiendas, pensiones, beneficios y oficios; con distribuirlos bien y con orden, se podría ahorrar de tocar tanto en la hacienda real o en otros arbitrios».
- «No son del rey los bienes de sus vasallos».
- «El poder no es como el dinero, que cuanto más tiene uno es más rico, sino como el manjar que la falta y la demasía enflaquecen al que come, pues está claro, si la gente se irrita con las demasías, el que gobierna no puede resistir a tantos».
- «La codicia trae consigo voluntad determinada de hacer el mal».
- «Conozcan de una vez que el poder de los príncipes es débil cuando dejan de respetarlo sus vasallos».
- «El príncipe no es señor sino administrador de los bienes de particulares».
- «Prefiero un príncipe torpe que oiga, a otro agudo y perspicaz que no admita más que sus propias decisiones».
- «Mas cuando no queda ya esperanza, cuando estén ya puestos en peligro la santidad de la religión y la salud del reino, ¿quién habrá tan falto de razón que no confiese que es lícito sacudir la tiranía con la fuerza del derecho, con las leyes, con las armas?».
- «No se confiera tampoco a cada hombre más que un solo cargo, no se acumulen en uno salo muchos destinos y menos aún destinos de diversa índole».
- «Las leyes son muchas en demasía, y como no todas se pueden guardar, ni aún saber, a todas se pierde el respeto».
Ya fue Juan de Mariana un problema para los políticos de su tiempo. Felipe III le envió al mejor inquisidor (en parte para asegurarse un «juicio justo» de su mentor) cuando denunció la adulteración de la moneda sin el consentimiento del pueblo: una manifestación del tirano contra la que no se arredró:
«Dolorosa y maliciosamente y de propósito, y con gran ofensa y escándalo de la república ha hecho libelos inflamatorios y hécholos imprimir con atrevimiento y osadía nunca en estos ni en otros tiempos usada», dijo de él el fiscal inquisidor fray Francisco de Sosa. Cuentan que a pesar de todo no hubo sentencia, pese a que algunos testimonios indican que el jesuita fue confinado en un convento.
Juan de Mariana, glosado con detalle por el profesor Pedro González Cuevas en las efemérides de la Fundación Disenso, fue un problema para lo establecido, reyes, políticos y compañeros, y lo hubiera sido en el presente. El intelectual de fama que fue censor sin gusto, el historiador primigenio, el autor de De rege, el libro que fue un escándalo por sus cuestionamientos modernos, epatantes, la literatura política que compararon con el Quijote en la literatura y a partir del cual se vigilaron todos las publicaciones, antiguas y nuevas, del jesuita que luchó por la libertad contra todos sus enemigos.
«Marianne»
Marianne, por De Mariana, fue llamada la personificación de la Revolución francesa. Loa aristócratas llamaban peyorativamente a los revolucionarios «marianos» por la reaparición del pensamiento del teólogo, una vez más la libertad contra la tiranía: los absolutistas señalados casi 200 años después de que el gran pensador les señalara sin haberles visto antes.