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Pío Cabanillas y Ernest Urtasun

Pío Cabanillas y Ernest Urtasun

La ruina del ministerio de Cultura, lo que fue en un principio y lo que es en la actualidad

El primer ministro de Cultura de la democracia fue Pío Cabanillas, quien estableció unos pilares que se han ido removiendo con las décadas hasta el momento irreconocible de Urtasun

Pío Cabanillas fue el primer ministro de Cultura (de Cultura y Bienestar, concretamente) de la democracia española. «Cultura y bienestar» es un binomio curioso, pero de algún modo cierto. La creación del ministerio de Cultura y su posterior desarrollo e historia fue en buena medida asunto del Sr. Cabanillas como «creador». Premio extraordinario en la licenciatura de Derecho, Doctor con premio extraordinario y notario, registrador de la propiedad y letrado del Estado, el perfil de Cabanillas no tenía relación, en principio, con la cultura como en muchas otras ocasiones posteriores, la mayoría, no la ha tenido. Incluido, por supuesto, en el caso del ministro actual, Ernest Urtasun.

Hay mucha gente que sabe de esto más que yo, que conoce la realidad cultural española y me parece bueno que me aconsejenPío Cabanillas

Los tiempos han cambiado en España en casi medio siglo. No siempre del mismo adecuado modo y lo que es peor, no del mismo democrático modo, si se habla de política. Urtasun llegó a su cargo declarándose (ya lo había hecho antes, pero incidió en ello tras su nombramiento) un furibundo antitaurino, poniéndose en contra de una parte importante de la sociedad española e incumpliendo de palabra su deber como representante público para dar paso al político, o peor, al activista.

En una entrevista en 1977, recién nombrado ministro de Cultura y Bienestar, le preguntaban a Cabanillas cuál iba a ser su «plan de actuación», del que él mismo había adelantado que sería «imaginativo». No era mala palabra tratándose de Cultura para tan extraordinario jurista. Dijo que el nuevo ministerio debía ser sometido a «tres instancias previas» y casi la primera ya echa abajo el actual ministerio, que da pábulo, sin el menor sonrojo del titular, entre otras cosas a «la leyenda negra»: «La primera se refiere a que lo conozcan algunas personas cualificadas y me den su opinión. Hay mucha gente que sabe de esto más que yo, que conoce la realidad cultural española y me parece bueno que me aconsejen...».

Resulta casi impresionante recordar estas palabras visto lo visto en el presente, y lo que continúa desde luego no desmerece: «Después pienso solicitar la opinión de mi propio partido y de los diputados y senadores de UCD. Por último, resulta conveniente conocer las orientaciones de otros grupos políticos, porque no olvide que gran parte de las medidas que tendré que sugerir se debatirán en el Parlamento...». Qué tiempos aquellos en que un exministro de Franco daba una lección de lo que era entender la democracia desde el poder, completamente alejada de la imposición, ideológica y legislativa, habitual en el presente.

El Estado desarrolla una actividad cultural clara, (...) sin intentar imponer ni una estética ni una ideologíaPío Cabanillas

Los fundamentos democráticos de Cabanillas continuaban como una presa que hoy aparece en ruinas: «...Hay que constatar que este país ha cambiado, y ha cambiado mucho. Crear, opinar, dudar, equivocarse, indagar, conocer y debatir ya no son entendidos en cierto sentido como actos sospechosos, sin como obligaciones primarias del español de hoy. Todos estamos de acuerdo en que el Estado no debe imponer la cultura por decreto (la costumbre generalizada del Gobierno de Pedro Sánchez), sino fomentarla, defenderla y difundirla...".

La tauromaquia es una actividad injusta, sádica y despreciableErnest Urtasun

Decía el primer ministro de Cultura de la democracia española que «el Estado desarrolla una actividad cultural clara, inspirada en el propósito de hacer llegar al mayor número posible de personas las creaciones del pasado y del presente, sin intentar imponer ni una estética ni una ideología». Son palabras antónimas de lo que en la actualidad es el ministerio que Cabanillas «fundó» en sus principios y directrices de corte «totalitariamente democrático», al contrario que las de hoy, a las que se podría llamar de corte «democráticamente totalitario».

Continuaba quien también fue ministro de Información y Turismo, de la Presidencia y de Justicia que «por cultura hay que entender el conjunto de unos recursos potenciales o acumulados, tanto materiales como inmateriales que el pueblo, hereda, emplea, transmuta, incrementa y transmite. (...) Pues bien, ante el hecho cultural, al Estado le corresponden dos acciones fundamentales que yo llamo las dos D.D.: Defensa y Difusión». Y hablaba de que «el Estado debe fomentar la creación artística en todas sus manifestaciones» y «conservar el patrimonio cultural existente».

«Degenerando»

La separación entre lo que fue la idea original y el sentido del ministerio de Cultura y entre lo que ha acabado siendo y lo que acabará siendo aún, lo expresan las palabras de Cabanillas en confrontación desigual con las palabras habituales de Urtasun, quien se presentó y continúa negando y violentando la historia española y la tauromaquia en el afán sectario de destruir y no conservar «el patrimonio cultural existente», además de desvirtualizar la cartera de cuya «degeneración», precisamente, habló con maestría un torero.

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