Entrevista
Carmen Iglesias: «Los totalitarismos vencidos del siglo XX siguen ahí de otra manera»
En El carácter es el destino. Historia, ideas y maestros. Una antología (La esfera de los libros, 2024), la directora de la Real Academia de la Historia reúne algunos de sus textos favoritos sobre la libertad, la Monarquía o las mujeres
Carmen Iglesias, historiadora, profesora y catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas en la Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad Rey Juan Carlos es académica de número desde 1989 de la Real Academia de la Historia, institución de la que es su directora desde 2014, y académica de número –sillón «E»– de la Real Academia Española desde 2000. Fue directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y consejera nata del Consejo de Estado. Entre 2007 y 2011 presidió el Grupo Unidad Editorial. Fue tutora de la Infanta Cristina y profesora de Historia del príncipe Felipe. La Historia reciente de España pasa por ella, por sus conocimientos y experiencia, y por su cercanía a los personajes principales que la hicieron.
Su elegancia y delicadeza superan a la de los cuadros de Goya que cuelgan en el interior de las paredes del edificio de la Calle del León, donde ha recibido a El Debate sobre el crujido de los suelos, bajo la bóveda blanquísima de su «despacho de recibo», pletórico de fotografías y de libros, y entre los susurros de reyes y nobles, inmortales en la atmósfera de sus marcos, en cuyo exterior doña Carmen habla quedo, como los pasos de Azorín, pero diciendo cosas, contando historias como las cuenta en su último libro El carácter es el destino. Historia, ideas y maestros. Una antología.
–¿Cómo surgió este libro?
–Es una antología de escritos breves que he querido recuperar. Un libro que se puede abrir por cualquier sitio. Leer y, según el tiempo o las preferencias que uno tenga, cerrar y volver sobre él en otro momento. Quería un libro de buena divulgación que no fuera un mamotreto académico, sino algo abordable para más gente. Ese ha sido el sentido del libro.
–El carácter es el destino es el título. Es una sentencia de Heráclito y también de otros. De tantos otros con el mismo sentido o destino...
–El origen se atribuye a Heráclito y a partir de aquí otros lo han utilizado. He hecho una pequeña historia de las distintas interpretaciones que se pueden hacer. Pero es muy útil porque cuando dices destino parece que es una cosa cerrada, predeterminada. El carácter te cambia, es algo que se experimenta. La vida va cambiando.
En España desde luego ha habido una dejadez terrible con la educación
–No parece que el carácter que se tiende a crear hoy es el de sujetos con capacidad crítica y moral…
–No, porque entre otras cosas hay un exceso de información, hay un exceso de cosas inútiles que nos llegan una y otra vez. Luego hay un fallo en la educación, por lo menos hablando en general. Ha pasado en distintos lugares de Europa y en España desde luego ha habido una dejadez consciente o inconsciente. Cada Gobierno que ha venido ha hecho lo que ha querido. Con ignorancia y soberbia. Son los pedagogos que decía Steiner: «Los que no saben enseñar, escriben libros de pedagogía».
–Dice usted que «la historia es algo casi siempre doloroso y nada nos consuela de ese pasado dolor». El revisionismo se ha lanzado ciegamente, sin carácter, se podría decir, a intentar borrar ese dolor imposible de borrar. ¿Es la racionalidad la única salvación ante la deriva?
–Desde luego. Y no solamente la racionalidad. Porque la racionalidad puede conducir a los campos de exterminio también. También la lógica, la racionalidad que además se corrige a sí misma. No se conoce el pasado, con lo cual no se quiere conocer o se tergiversa totalmente. Lo que nos caracteriza como humanos es contar historias y la historia del pasado es fundamental para saber de dónde venimos y hacia dónde podemos ir. George Steiner recoge el dicho tradicional judío «Dios hizo al ser humano para que le contara historias».
El ser humano siempre ha necesitado expresarse y construir verdaderas obras artísticas. Yo no pienso que eso se pierda nunca
–¿Es la felicidad superficial el destino preferido de las sociedades occidentales?
–La felicidad es algo efímero. En el sentido de una exaltación que se percibe a posteriori. También es importante la serenidad, que te guste lo que haces. Yo creo que eso es lo fundamental en cada persona. Cada uno tiene sus inclinaciones, y si esas inclinaciones son buenas para el prójimo, pues mucho mejor.
–El arte camina en dirección a la ideología. La ideología llega a todo. Usted escribe en el libro que el arte y la vida son indisociables y, si el arte y la vida son indisociables, ¿caminamos hacia un mundo ideológico y no humano?
–Yo no diría tanto... La historia da unos bandazos a veces que no te das cuenta hasta después. Algunos acontecimientos te parecen los más importantes en el momento en que los vives y a veces no lo son. Otras veces no les das importancia y han sido básicos. El ser humano siempre ha necesitado expresarse y construir verdaderas obras artísticas. No, yo no pienso que eso se pierda nunca.
–Observando el revisionismo actual, la cancelación, la censura imperantes, la censura de los clásicos… ¿Significa esto que los poderes quieren destruir nuestra cultura y nuestra civilización?
–Lo que quiere el poder político es que cuanto más ignorante sea la gente, pues mejor. Esta cancelación es simplemente censura inquisitorial. Estamos en un momento que no podíamos prever de ninguna manera, una vez ganada la libertad en la calle, finalizada la dictadura.
–«No os dejéis imponer la libertad de expresión antes que la libertad de pensamiento», dijo Stanislaw Jerzy Lec. Hoy los políticos no paran de hablar de libertad de expresión, pero nunca mencionan la libertad de pensamiento.
–Bueno, la libertad de expresión sigue sin pensamiento en alguna gente, porque lo único que hacen es insultarse. Con lo cual está rota toda posibilidad de concordia y de entendimiento. La urbanidad que nos enseñaron de pequeños, por lo menos a algunas generaciones, es un instrumento para poder vivir con los demás, te gusten o no te gusten. Por eso tienes amigos y evitas los enemigos, evitas las envidias...
Una cosa es lo que se enseña y otra lo que se aprende. Hay generaciones que sí aprenden. Lo aprendieron los del 37, lo aprendieron Sagasta y Cánovas…
–La tradicional tendencia española a la autocrítica y hacer suyos los estereotipos negativos inventados por otros países parece que la están utilizando ahora los propios gobernantes actuales, como el ministro de Cultura, mezclando mentiras con su propia ignorancia. ¿Qué sentido tiene esto?
–Decía un hispanista sueco del siglo pasado, Sverker Arnoldsson, que para él lo de la leyenda negra era una alucinación colectiva del mundo occidental, que no concuerda con la verdad de los hechos. Pero una cosa es lo que se enseña y otra lo que se aprende. Hay generaciones que sí aprenden. Lo aprendieron los del 37, lo aprendieron Sagasta y Cánovas y lo aprendieron en la Transición...
–Estamos ahora en un momento de olvido…
–Es ese carácter inquisitorial, las cancelaciones que vienen de Estados Unidos y además de las mismas universidades. Es preocupante.
–Escribió en el año 2000 que el XXI iba a ser seguramente el siglo de las mujeres. ¿Ha variado algo en usted ese pensamiento en estos 24 años?
–Efectivamente es cierto que las mujeres están hoy en un primer plano. Aunque se solucionen problemas, surgen otros... Ha habido una dejadez política a partir de la Transición. Una dejadez que en algunos asuntos es como una disolución constante.
Yo recuerdo estar muy contenta en el cambio de siglo porque los totalitarismos habían sido vencidos en el XX. Pero ahora están ahí de otra manera, todavía peor
–«Lo contrario de la memoria no es el olvido, sino el recuerdo amañado». ¿Es esto la llamada memoria democrática establecida por ley?
–Yo diría que sí. Se pueden recordar las cosas con racionalidad y no volver a un pasado traumático. En las polis de Grecia, cuando acababan las guerras, se dejaban las armas en las encrucijadas para vivir sin resentimiento.
–¿Es tan mentira la memoria democrática como la transformación por parte de los independentistas, por ejemplo, de la guerra de sucesión en una guerra de secesion?
–Desde luego la Guerra de Sucesión no tiene nada de secesión, porque fue una guerra europea. Yo recuerdo vivir con ilusión el cambio de siglo porque los totalitarismos habían sido vencidos en el XX. Pero ahora siguen ahí de otra manera. Poner el criterio de nacimiento por encima de todo es un peligro tremendo porque la igualdad de derechos para todos los seres humanos se pierde. Es lo que Hannah Arendt define como una ideología biologicista de superiores e inferiores. Recuerdo que una vez me preguntaron por el comunismo y de forma espontánea respondí: 100 millones de muertos. Eso son esas utopías y hemos pagado un precio muy alto por ello.