Así empieza la novela inédita de Gabriel García Márquez
Esta semana llega a las librerías En agosto nos vemos, el libro que el autor colombiano escribió durante el final de su vida y que fue rescatado entre sus papeles personales
La novela En agosto nos vemos, del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, es una de las obras literarias más esperadas por los lectores de todo el mundo.
La noticia de la publicación de esta obra póstuma fue confirmada por Penguin Random House, la multinacional que edita los libros del escritor, la primavera pasada.
Una obra rescatada entre papeles
Según la prensa mexicana, esta novela fue descubierta por el escritor colombiano Gustavo Arango. Se encontraba en el Archivo Gabriel García Márquez del Centro Harry Ransom en la Universidad de Texas.
La familia del Nobel, como parte de los preparativos para conmemorar el décimo aniversario de la muerte del autor, revisó la obra encontrada entre los documentos del Centro Harry Ransom.
Concluyeron que esta tenía que ser publicada debido a sus «muchísimos y muy disfrutables méritos», como su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, y su profundo entendimiento del ser humano.
La expectativa que ha generado el lanzamiento de esta novela no ha parado de crecer ya que se trata de uno de los mayores autores en idioma español.
Debido a ello, en las últimas horas, la Revista Lengua (una publicación digital que pertenece a la multinacional Penguin Random House) ha publicado un fragmento de la obra. Sin embargo, la novela entera no será publicada hasta este domingo 6 de marzo: el día en el que Gabriel García Márquez cumpliría 97 años.
Así comienza En agosto nos vemos de García Márquez, el fragmento completo se encuentra en la Revista Lengua:
«Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directa a un modelo viejo carcomido por el salitre. El chofer la recibió con un saludo de amigo y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos que lo burlaban con pases de torero. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules. Por fin se detuvo en el hotel más viejo y desmerecido.
El conserje la esperaba con la ficha de inscripción lista para firmar y las llaves de la única habitación del segundo piso que daba a la laguna. Subió las escaleras con cuatro zancadas y entró en el cuarto pobre con un olor de insecticida reciente y casi ocupado por completo con la enorme cama matrimonial. Sacó del maletín un neceser de cabritilla y un libro intonso que puso en la mesa de noche con una página marcada por el cortapapeles de marfil. Sacó una camisola de dormir de seda rosada y la puso debajo de la almohada. Sacó también una pañoleta de seda con estampados de pájaros ecuatoriales, una camisa blanca de manga corta y unos zapatos de tenis muy usados, y los llevó al baño».