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José Antonio Marina: «No hay nada más antidemocrático que el voto cautivo»

Historia universal de las soluciones es el nuevo libro del filósofo toledano donde propone una «academia de talento político con dos escuelas: una para desarrollar el talento político del gobernante, y otra el talento político del gobernado»

Antes se decía que la historia es maestra de la vida. Algo que, a tenor de los actuales sistemas educativos y de la llamada «memoria histórica», parece que no se quiere tomar en consideración. A ello se suma otra serie de cuestiones: qué es la ética y para qué sirve; hasta qué punto el hombre es un individuo o parte de un colectivo. Son asuntos que, de una manera o de otra, van surgiendo en las páginas de Historia universal de las soluciones, el nuevo libro de José Antonio Marina.

En este ensayo, el filósofo propone una «academia de talento político con dos escuelas: una para desarrollar el talento político del gobernante, y otra el talento político del gobernado». Porque algún remedio ha de plantearse ante la política entendida como nueva religión basada en la fe inquebrantable y la adhesión ciega, o la sumisión que postula el Partido Comunista Chino por medio de su «carné de ciudadanía por puntos» regido por la tecnología.

Hablamos de un contexto en que, como decía Iván Redondo, lo que cuenta en política es la manipulación de las emociones. Marina cree lo contrario: hace falta una «vacuna contra la estupidez», pues ahora «estamos sustituyendo el comprender las cosas por un mero usar las cosas».

Cubierta de Historia Universal de las soluciones

–En este libro, usted distingue entre «conflictos» y «problemas». ¿Cuál es la diferencia?

–Es una aclaración conceptual necesaria y que ayuda a comprender los males y las bondades posibles de la política. La política surge porque hay que resolver los problemas que aparecen dentro de la polis. Ahora bien, los enfrentamientos se pueden plantear en dos formatos distintos. Uno es el formato conflicto, en el que tú eres mi enemigo y yo voy a ver si acabo contigo. En este formato, lo que se quiere es la victoria; se aspira a que el contrincante desaparezca. Carl Smith —que era nazi y, sin embargo, es aceptado y aplaudido tanto por la extrema derecha, la derecha, el centro, la izquierda y la extrema izquierda— defendía la política como enfrentamiento: amigos y enemigos. ¿Eso a qué conduce? A la lucha, y en último término, a la guerra para aniquilar al contrario. No obstante, hay otra posibilidad, que es formular los enfrentamientos como problemas; ya no es que tú seas mi enemigo, sino que tú y yo tenemos un enemigo común, que es el problema. Y de lo que se trata es de eliminar el problema, no de eliminarnos el uno al otro. Un gran político es aquel que tiene talento para transformar conflictos —que tal vez pueden parecer irresolubles— en problemas, y entonces abrir paso a la solución.

Si fuéramos políticamente inteligentes, haríamos todo lo posible por encaminarnos hacia una cultura de las soluciones a los problemas y no esta lucha continua por el poder

–Ese no es el discurso al que estamos hoy más acostumbrados. «Votadme a mí, porque, si no, vienen los otros». Hay un destacado político que dice que lo que quiere es «levantar un muro».

–Todos los grupos políticos defienden el pluralismo político. Lo tenemos incluso dentro de la Constitución. Pero, en el fondo, todo partido político sueña con ser partido único. Porque piensa: «¡Qué bien arreglaría yo las cosas, si no tuviera a la oposición, que está poniendo siempre palos en las ruedas!». Por el contrario, uno de los objetivos de este libro consiste en que, si fuéramos políticamente inteligentes, haríamos todo lo posible por encaminarnos hacia una cultura de las soluciones a los problemas y no esta lucha continua por el poder. Lo que pasa es que, para eso, necesitaríamos otro tipo de educación de los políticos. La política convendría interpretarla como si fuera una gran conversación. Sin embargo, ¿para qué vamos al Parlamento? ¿Para qué vas a discutir, si nadie te va a oír? Si, cuando está uno en la tribuna, los diputados no están, o están mirando el móvil. Es una farsa.

José Antonio Marina durante la entrevista en El Debate

–¿No participan también los votantes de ese forofismo político?

– No hay nada que sea más antidemocrático que el voto cautivo. Es decir: «hagas lo que hagas, te voy a votar». ¿Cómo voy a votar a alguien que sé que lo está haciendo mal? Si alguien a quien le has cedido tu confianza, y parte de tu libertad, no lo hace bien, no sigas insistiendo. No parece sensato. Pero, en este sistema maniqueo, los otros son los malos, y «yo no me puedo contaminar yendo con los otros». Este es el error de la política en este momento. La bipolaridad es un adoctrinamiento blindado: «yo no voy a cambiar de idea y, como no voy a cambiar de idea, no voy a escuchar lo que digas». Porque los prejuicios ideológicos tienen un mecanismo de blindaje muy especial, y no percibe nada más que aquellas informaciones que le dan la razón. Lo vemos en el consumo de medios de comunicación. ¿De verdad quiere la gente informarse? No: «Lo que quiero es leer aquello que me da la razón». Y eso produce una dinámica perversa.

No detectamos hasta qué punto las nuevas tecnologías nos están influyendo. ¿Por qué? Porque estamos muy contentos. Las nuevas tecnologías nos dan muchos premios pequeñitos, como el botoncito del «like».

–¿Sería lo mismo que «confirmar en la fe», por usar terminología religiosa?

–El problema está en que no someto las convicciones políticas a contrastación. Las acepto como una especie de fe. ¿Por qué una persona acepta una ideología en vez de otra? En muchos casos, una persona primero adopta una ideología política y luego intenta justificarla. La justificación viene a posteriori. Lo cual significa que no sirve nada más que para confirmar lo que previamente ya había elegido. Es lo que se llama razonamiento motivado. Esto lleva a una incomunicación tremenda.

–¿Cómo se está desarrollando el declive de la democracia y del pensamiento crítico en Occidente?

–En este momento vemos que gran parte de la juventud europea no valora tanto la democracia liberal; lo que quieren son los resultados. También están colaborando en ello las nuevas tecnologías. Porque, cuando hablamos de la adicción al móvil, nos quedamos en la parte más superficial. A pesar de que puedas estar dedicando cuatro horas a estar pendiente del móvil, la clave es otra: cuando una persona está tecleando en su pantalla, piensa que es muy libre, pero no se da cuenta de los miles de profesionales, con mucho talento, que están detrás de esa pantalla intentando que usted teclee lo que ellos quieren. Una enfermedad que nos está atacando a las sociedades occidentales es lo que llamo «Síndrome de inmunodeficiencia social». Igual que los organismos disponen de su sistema inmunitario, que les sirve para detectar los patógenos y producir anticuerpos, las sociedades han de tener un sistema inmunitario que les permita detectar los patógenos sociales. Y nosotros no lo tenemos. En general, las naciones de Occidente lo están perdiendo. No detectamos los peligros. Hemos aceptado la corrupción sin darnos cuenta de que era peligrosa. No detectamos el adoctrinamiento. No detectamos hasta qué punto las nuevas tecnologías nos están influyendo. ¿Por qué? Porque estamos muy contentos. Las nuevas tecnologías nos dan muchos premios pequeñitos, como el botoncito del «like».

José Antonio Marina

–El libro alude a varias tendencias actuales que suponen un cierto cansancio del ser humano o duda de la preeminencia del ser humano. ¿Hemos llegado a un punto en que se está diciendo que quizá el ser humano no sea tan importante, porque son más importantes los animales, la Tierra, el clima?

–Sí, porque la filosofía posmoderna ha sido, de alguna manera, antihumanista. Ha habido una especie de desplome del interés o de la confianza por el ser humano. Y ahora hemos ido a otra variante, que es el transhumanismo: la humanidad se ha quedado atrás porque va a aparecer una cosa nueva, que es la confluencia de cuatro tecnologías muy potentes. Son la nanotecnología, la ingeniería genética, la neurociencia y la inteligencia artificial. De manera que —algunos dirán—, si va a aparecer otro tipo de humanidad, ¿para qué nos vamos a ocupar de estudiar la humanidad antigua? Y estamos en un momento en que conviene replantearse qué es el ser humano. ¿Qué es lo que tenemos? ¿Qué es lo que tenemos que mantener? El olvido de la historia es una catástrofe social, porque no comprenderemos nada de lo que pasó, y estamos sustituyendo el comprender las cosas por un mero usar las cosas. Es muy peligroso. Y esa misma actitud se aplica a las personas: «Me basta saber usarlas y no comprenderlas». Y con las instituciones: «Me basta usar la democracia sin comprender lo que es la democracia o el poder». Eso nos hace muy vulnerables. Hay una glorificación total de la innovación, pero lo que necesitamos son soluciones. Y solo cuando no tengamos soluciones, habrá que innovar. Pero innovar por el mero hecho de innovar nos puede generar problemas.