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La momia de Lenin

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El Debate de las Ideas

¿Por qué Lenin no es tan denostado como Hitler?

Los argumentos a favor del dictador comunista son obscenos cuando se yuxtaponen a matanzas masivas

A la vuelta de la esquina de mi casa hay una barbería decorada con fotografías en blanco y negro de iconos del siglo XX. Puedes ver a James Dean con un cigarrillo colgando de la boca. Marilyn Monroe está encaramada al borde de una mesa de billar. Hay un cartel de la película Taxi Driver junto a una foto de Frank Sinatra y el Rat Pack. Y allí en medio aparecen también el Che Guevara y Lenin.

Supongo que el objetivo es parecer atrevido, alternativo y rebelde. Pero, obviamente, no hay ninguna imagen de Hitler. Sería inaceptable. Hitler fue un fascista que invadió varios países y mató a millones de personas. Sería de mal gusto mostrar una imagen suya. Pero parece que Guevara y Lenin están aparentemente bien.

Recientemente se ha celebrado el centenario de la muerte de Lenin y es por ello que pedí a una empresa de encuestas, Whitestone Insight, que hiciera un sondeo de opinión para descubrir qué piensa la gente del líder bolchevique. Resulta que a muchos jóvenes les gusta Lenin. La encuesta reveló que el 15 % de los que tienen entre 18 y 24 años tienen una opinión favorable o muy favorable de él. Frente a solo el 3 % de los mayores de 65 años. Entre los jóvenes que han oído hablar de Lenin y tienen una opinión en uno u otro sentido, la proporción de los que lo aprueban asciende al 43 %. A muchos jóvenes también les gusta el comunismo en general: el 24 % tiene una opinión favorable de él. Y cuanto más tiempo pasan los jóvenes en la enseñanza superior, más probabilidades tienen de ser pro-Lenin y pro-comunistas.

Todo esto coincide con unas entrevistas en la calle que filmamos hace unas semanas en el exterior de la Escuela de Estudios Africanos y Asiáticos de Londres. Una mujer madura, seguramente una profesora, salió del edificio y afirmó con desparpajo que Lenin era «una persona muy importante de la Historia y tenemos mucho que aprender de él».

Es un fenómeno curioso que Lenin sea considerado aceptable e incluso sea visto con aprobación mientras que Hitler es unánimemente condenado. No es exactamente un secreto que Lenin inauguró 70 años de régimen comunista en Rusia que incluyeron dos grandes hambrunas, el Terror Rojo, el Gran Terror y una pobreza continua. El número de muertos del comunismo soviético fue del orden de 20 millones de fallecidos.

Así que es lícito preguntarse: ¿cómo se las arregla la gente para pensar favorablemente de él?

Lo primero que hacen es engañarse pensando que Lenin lideró una revolución popular que eliminó un régimen zarista corrupto y tiránico. Esto, sencillamente, no es cierto. La revolución de febrero puede considerarse una revolución popular y fue entonces cuando el zar fue realmente expulsado del poder. Pero Lenin no participó en ella. Estaba en Zúrich y sus noticias sobre ella le llegaban a través de los periódicos suizos. Más tarde, ese mismo año, dirigió la llamada Revolución de Octubre. Pero aquello no fue una revolución. El hecho de que sigamos hablando de ella como de una revolución es una de las muchas formas en que la propaganda soviética ha entrado y permanece en nuestros libros de historia. En realidad aquello fue un golpe de estado. En una serie de acontecimientos bastante caóticos, unos 10.000 guardias rojos tomaron el control de Petrogrado (actual San Petersburgo) y arrestaron al Gobierno Provisional.

Luego está la idea de que el golpe representó de algún modo la «voluntad del pueblo». Tenemos pruebas bien claras de que no fue así.

Los bolcheviques obtuvieron solo el 24 % de los votos en las elecciones a la Asamblea Constituyente. Los socialistas revolucionarios, más moderados, obtuvieron el 39 %. En pocas palabras, los bolcheviques perdieron. Pero a Lenin no le importó. Al igual que Hitler, cuyo partido, por cierto, obtuvo un porcentaje de votos más alto en Alemania que los bolcheviques en Rusia, cerró la Asamblea Constituyente y desplegó soldados armados a su alrededor para impedir que nadie la reabriera.

La siguiente forma de pensar bien de Lenin es sugerir lo siguiente: «Si Lenin hubiera vivido, el régimen comunista habría funcionado. La sustitución de Lenin por Stalin lo estropeó todo».

Pero Lenin hizo las mismas cosas que luego hizo Stalin. Lenin inició el control gubernamental de la agricultura, estableciendo un precio fijo que el Gobierno iba a pagar por el maíz y otros cereales. El precio era absurdamente bajo debido a la alta tasa de inflación. Se produjo una escasez de alimentos. Lenin requisó entonces el grano a los campesinos a punta de pistola. Estas desastrosas políticas contribuyeron en gran medida a la muerte por inanición de al menos tres millones de personas en 1920-21. Lenin reconoció implícitamente el papel que habían desempeñado sus políticas al revertirlas en 1921.

Pero mientras tanto, Lenin aprovechó la hambruna para robar a la Iglesia, incautando 500 kilos de oro junto con una gran cantidad de plata y piedras preciosas sólo en noviembre de 1921. Declaró que esta era una oportunidad para matar a los miembros de la burguesía que se resistieran a esta expropiación. «Las confiscaciones deben llevarse a cabo con determinación despiadada... cuanto mayor sea el número de sacerdotes y burgueses reaccionarios que consigamos ejecutar por este motivo... [es decir, que se resistan al saqueo de la Iglesia] tanto mejor». En dos años fueron asesinados más de 30 obispos y 1.200 sacerdotes.

Lenin creó la Cheka, la policía secreta soviética. Sus instrucciones para matar incluyen esta orden escrita tras una revuelta en la provincia de Penza: «Ahorcad (ahorcad sin miramientos, a la vista del pueblo) a no menos de 100 kulaks [campesinos propietarios de pequeñas extensiones de tierra], asquerosos ricos, chupasangres». Lenin no participó en una guerra de clases. Se dedicó al asesinato de clases.

Lenin creó los campos de concentración que acabaron convirtiéndose en el Gulag. En 1918 promulgó un decreto en el que declaraba que era «imperativo salvaguardar la República Soviética de los enemigos de clase aislándolos en campos de concentración». Se ordenó la creación de uno en cada ciudad de provincia y a finales de 1920 ya había 107 de ellos. Lenin autorizó el uso de gas venenoso en 1921 para matar a campesinos en el levantamiento de Tambov.

Molotov, un alto cargo soviético tanto bajo el mandato de Lenin como de Stalin, comentó que ambos líderes eran «hombres duros... despiadados y severos. Pero sin duda Lenin lo era más». Una y otra vez, los archivos muestran a Lenin instando a sus colegas a ser aún más despiadados y a matar sin contemplaciones.

Contra todo esto, la defensa es a veces, «bueno, era una época de guerra civil, así que las medidas extremas eran necesarias». Pero, ¿por qué había una guerra civil? Solo porque Lenin había dado un golpe de estado contrario a las opiniones expresadas por el pueblo ruso. Y el clero, por ejemplo, no estaba haciendo la guerra.

Los partidarios de Lenin sostienen que hizo cosas maravillosas. En 1917 promulgó un decreto por el que las mujeres debían tener los mismos derechos que los hombres. Pero fue el Gobierno Provisional el que ya había concedido el voto a las mujeres y no fue la Unión Soviética la única en reconocer cada vez más derechos a las mujeres durante el siglo XX. Es algo que estaba ocurriendo en toda Europa. Llama la atención que el primer politburó no incluyera a ninguna mujer y a la mayoría de la gente le costará pensar en alguna mujer que haya alcanzado un papel político o empresarial relevante en la Unión Soviética.

En cualquier caso, este tipo de argumento tiene algo de grotesco. Recuerda a la conocida justificación de la dictadura de Mussolini en los años 30: «Hizo que los trenes funcionaran con puntualidad». Se podría decir algo parecido de Hitler: «Al menos corrigió los errores del Tratado de Versalles» o «devolvió a los alemanes el respeto por sí mismos». Tales argumentos son obscenos cuando se yuxtaponen a matanzas masivas.

El último argumento es que Lenin fue una figura histórica importante. Este, al menos, es cierto.

Robert Service, en su biografía de Lenin, llegó a decir: «Sin Lenin no habría habido revolución en octubre de 1917. Sin Lenin el Partido Comunista Ruso no habría durado mucho más allá de finales de 1921».

Pero, ¿cuáles fueron las consecuencias de este, su éxito?

Rusia padeció 70 años de régimen comunista con todas las muertes, las salvajes torturas, las penas de prisión y el fracaso económico que ello provocó. Los efectos secundarios del golpe de estado se extendieron durante todo el siglo XX con mucho mayor alcance que los del breve Gobierno de Hitler. El éxito de Lenin hizo posible a Stalin. Stalin, a su vez, hizo una alianza con Hitler en 1939 que permitió a ambos invadir las partes de Polonia que habían previamente acordado. Stalin también invadió los Estados bálticos y se apoderó de todo lo que pudo de Finlandia. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Stalin invadió la mayor parte de Europa del Este, lo que provocó más deportaciones masivas, terror y asesinatos. La Unión Soviética también alentó e hizo posibles los golpes comunistas en China, Vietnam y otros lugares. Lenin creó un modelo para golpes similares en todo el mundo. La Unión Soviética les prestó ayuda financiera y militar.

En resumen: sí, Lenin fue una figura histórica importante. Los regímenes comunistas que surgieron tras él causaron pobreza, miedo, opresión y la muerte de unos entre 80 y 100 millones de personas. Fue el líder más desastroso del siglo XX y los efectos nocivos de su labor continúan hasta nuestros días. Su imagen debería ser tan inaceptable como la de Hitler.

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