Esta villa fue la última en la serie de casas que el autor hizo en París. Fue terminada en 1929 y abandonada durante la Segunda Guerra Mundial, también fue declarada patrimonio arquitectónico en 1963. Tras una restauración, se convirtió en una casa-museo dedicada a Le Corbusier. Aunque única en su momento, ha servido como prototipo para futuras edificaciones por su innovador y espacial diseño. «Una vez atravesada la pared de cristal, los visitantes tienen dos opciones de acceso: una escalera y una rampa, que ofrece la experiencia espacial original propia de la casa. A los ojos de Le Corbusier, la escalera separa mientras que la rampa enlaza» explica Cohen.