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El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente español, Pedro Sánchez

Jordan Peterson y Margaret Atwood critican la ley «orwelliana» del presidente Trudeau, espejo de Sánchez

Se trata de la Ley canadiense de Daños en Línea o Proyecto de Ley C-63 que persigue regular los comentarios en las redes sociales para hacerlas más seguras

El profesor canadiense Jordan Peterson, conocido adalid contra lo «woke», no suele estar precisamente de acuerdo con las ideas y decisiones políticas del primer ministro de su país, Justin Trudeau, quien precisamente encarna el perfil de dirigente alineado con aquella tendencia. No es ni siquiera sospechosa de lo mismo, como Peterson, la escritora Margaret Atwood, que sin embargo en esta ocasión se ha puesto al lado de su compatriota, del psicólogo, no del dirigente.

La Ley de Daños en Línea se presentó el pasado 26 de febrero y propone controlar distintas categorías de contenido. El usado para intimidar a un niño o el que alienta a un niño a hacerse daño a sí mismo son dos de ellas. La sexualización de niños o todo lo que incite a la violencia o al terrorismo también. Mediante esta legislación el Gobierno canadiense podría establecer una comisión política de seguridad digital pata hacer cumplir las nuevas reglas.

«Desjudicialización»

El proyecto de ley también propone modificar el Código Penal para aumentar las penas por difundir el odio en línea. También aumentaría la pena máxima por hacer apología del genocidio de cinco años a cadena perpetua. Del mismo modo, se modificará la Ley Canadiense de Derechos Humanos para permitir que las denuncias sobre incitación al odio en línea sean presentadas directamente ante la Comisión Canadiense de Derechos Humanos: signos inequívocos de la tan traída por España «desjudicialización».

Trudeau, espejo de Sánchez al otro lado del Atlántico, está siendo objeto de críticas en los últimos tiempos por una sucesión de «leyes perjudiciales» contra la libertad de expresión, denunciadas por distintos intelectuales, como la Ley de Daños en Línea. El profesor de Derecho de la Universidad George Washington, Jonathan Turley, afirma que este es el último paso de esta escalada antidemocrática: «Los cambios propuestos constituyen una duplicación del compromiso de Canadá de reducir la libertad de expresión de los ciudadanos a pesar de las críticas de muchos en la comunidad de libertades civiles».

«La madre de las feministas progresistas»

Una denuncia que tiene notables similitudes con otras denuncias similares en España. El mismo profesor de Derecho añadió que una vez que entren en vigor las nuevas penas, a propósito por ejemplo del genocidio, «muchos otros grupos exigirán un trato similar para aquellos con opiniones opuestas sobre sus propias causas». Turley no es ni mucho menos el único que ha manifestado sus recelos sobre las prácticas de Trudeau. A propósito de las críticas en el mismo sentido de la escritora progresista Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada, Jordan Peterson escribió en X: «Si incluso la madre de las feministas progresistas de Canadá piensa que el proyecto de ley C-63 es peligroso, entonces quizás el resto de nosotros también deberíamos pensarlo dos veces».

No es solo Peterson, sino Margaret Atwood, al otro lado del espectro ideológico, la que cree que el proyecto de ley de Trudeau vulnera la libertad de expresión. Acusaciones de violaciones de derechos fundamentales a gobiernos cada vez más frecuentes, como sucede con el gobierno de España. Atwood se expresó con contundencia en X a propósito de este asunto: «Si esta versión del proyecto de ley es cierta, se trata nuevamente de Lettres de Cachet. ¡Las posibilidades de venganza, acusaciones falsas y crímenes de pensamiento son muy atractivas! El proyecto de ley orwelliano de Trudeau sobre daños en línea».

Una «lettre de cachet» era una orden de un rey en el Antiguo Régimen. La escritora progresista feminista Margaret Atwood cree que su presidente actúa como un rey absolutista. Una percepción que también se tiene en España de Sánchez, el clon «trudeausiano», también absolutista y «orwelliano» en sus propósitos.