Presentación de 'El arte del toreo'
Andrés Amorós: «La Fiesta de los toros está muy viva a pesar de Urtasun o gracias a él»
El director de El Debate, Bieito Rubido, Federico Jiménez Losantos y el maestro Ortega Cano fue la terna elegida para acompañar al gran intelectual, colaborador de El Debate, en el estreno de su última obra sobre la tauromaquia, El arte del toreo, «un Cossío del XXI»
Estaba Victoriano Valencia sonriendo como tras triunfar en su mejor tiempo. Y estaba en el ruedo, de sobresaliente, junto a la terna acompañante de Andrés Amorós: los periodistas Bieito Rubido, Federico Jiménez Losantos y otro matador, José Ortega Cano. La Esfera de los libros y su editora Ymelda Navajo como anfitriones en el Hotel Wellington madrileño para presentar El arte del toreo.
Comenzó el acto un «taurino tardío», en sus propias palabras, Bieito Rubido, director de El Debate, admirador de la sabiduría del protagonista, telonero humilde que empezó a amar los toros con el maestro, descubridor de la profundidad de la Fiesta más allá de la «simpleza» que algunos pretenden achacarle. El arte del toreo es el «Cossío moderno», el Cossío fácil como lo hace y lo trae Andrés Amorós.
El «animalismo ridículo»
Habló Rubido del entusiasmo entre los jóvenes y de la civilización de la tauromaquia: «Cómo el hombre acaba venciendo a la bestia, con una diferencia, que el hombre también puede morir». Se resistió Amorós a cambiar ABC por El Debate porque era un periódico digital, pero «en El Debate podía escribir sobre las novilladas que no hubiera podido escribir en el papel». La muerte y la vida, el toreo y el animalismo ridículo que se extiende por el mundo y la pasión por la belleza que siempre sintió por su profesión Ortega Cano.
Dijo Ortega que le parecía pronto para dejarlo, que se sentía joven. «Saltó la noticia», dijo por lo bajinis Rubido. El maestro cartagenero habló de la competición en el ruedo saludando a Victor Mendes, presente en la barrera. «Ser aficionado une», dijo Amorós que dijo Hemingway. También habló de la gotera de su casa y de cómo el encargado de arreglarla, al enterarse de quién era, le dijo que era taurino y que ya estaba todo arreglado.
Fosforito y el 'Romancero'
Federico Jiménez Losantos tiene un temperamento distinto al de Andrés Amorós, lo dijo el protagonista. En tiempos convulsos el de Teruel levanta el ánimo y don Andrés, melancólico, se viene abajo. «Lo que ha hecho Andrés es muy importante», dijo Jiménez Losantos, confesor de sus miedos infantiles conformados el día en que un toro pudo matarlo en un encierro.
En tiempos de desespañolización, Jiménez Losantos se españolizó yendo a los toros y escuchando a Fosforito cuando cantaba en Cornellá. El pueblo español que creó el Romancero fue el pueblo español que creó los toros. Como él en San Isidro con Andrés Amorós en una delantera de grada viendo a Marcial Lalanda, donde aprendió a esperar el «chispazo» del torero, «el artista como no hay otro».
Si no hay mando no hay lidia
Carmen Martín Gaite allí, el día que no fue doña Auxi, la mujer de Amorós, gritando: «¡Viva España!». «El erotismo es la afirmación de la vida hasta en la muerte», cita Jiménez Losantos a Bataille, en el recuerdo de El Yiyo, que murió al mismo tiempo que el toro que le mató. La esencia que contrapone al «mascotismo», la aberración del ser humano, «ahora en términos más ridículos». El sonido del grito de Martín Gaite y la estética de la Fiesta. La altura del toro, de la tauromaquia y del animal, que transmite Andrés Amorós.
El maestro de la espera, don Andrés, que se la enseñó a don Federico. La espera y la ilustración. La ilustración de la lidia. Las reglas que hay que explicar y que se explican en El arte del toreo. Todo esto lo cuenta Federico Jiménez Losantos de lo que cuenta Andrés Amorós en su Cossío del XXI. Contó que El Niño de la Capea le confesó que volvió por miedo y por placer. Si no hay miedo no hay mando, y si no hay mando no hay lidia: el torero que sale a mandar, a dominar a la bestia, con el peligro de su vida. El sentimiento puro que también se vive en la nueva obra de Andrés Amorós.
El toro es cultura, no natura
Recordó don Andrés cuando don Federico empezó a gritar ¡La unión ibérica! viendo al portugués Victor Mendes poner banderillas. La Fiesta está muy viva, «a pesar de Urtasun o gracias a Urtasun». Conviene conocer las reglas, dijo, ya presentando su obra. La vitalidad de después de la pandemia. La gente se lanza a la calle y a las plazas de toros, incluso sin saber. Las nuevas generaciones no son rurales, no conocen al animal. Se nota en los tendidos y en la rúa. La caricatura del animalismo que en su extremismo concluye que el animal es bueno y el hombre es malo: la imposibilidad del racionalismo, habla Amorós.
Una negación del valor ecológico del toro. Sin la Fiesta no habría toro bravo, que es «cultura», no «natura». La negación y el absurdo del político que le dice al maestro en el Senado que por culpa de los toros los turistas no vienen a España... en San Fermín (risas en las delanteras y en las andanadas). El toro magnífico que hizo huir al tigre de Bengala «al que el jovencito con un trapito, si lo hace bien, puede dominar». Recitó Amorós «la elegía más importante», El llanto de Lorca por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, «la hora de la verdad» que nos enseña a afrontar el torero.
Todas las esquinas de la Fiesta, como las querencias, el amor en términos taurinos que cantó Miguel Hernández, a quién también recitó de memoria Andrés Amorós, que invita a crecerse en el castigo, incluso a los Frígilis, como el de Clarín, igual que la lección de vida que es El arte del toreo.